Cada vez que el público promedio mexicano habla sobre cine de animación, pocas ocasiones o casi nunca se mencionan producciones nacionales. En cambio, fluyen las conversaciones alrededor de los contenidos elaborados por estudios extranjeros como Pixar o Studio Ghibli. Y eso se debe en gran medida a la escasa difusión que se da a los proyectos llevados a cabo por el talento nacional. En este sentido, la prensa y los medios tenemos mucha responsabilidad en ello, por lo cual hay que asumir nuestra parte de culpabilidad. Afortunadamente hay festivales como Macabro y plataformas como FilminLatino para poder descubrir y acceder a esos trabajos que ignoramos, olvidamos o menospreciamos.

Uno de esos trabajos es el cortometraje animado Tío, dirigido por Juan José Medina. Con una duración de 12 minutos, el corto cuenta la historia de Martín, un adolescente que llega a laborar por primera vez a las minas de su región. Es advertido por el viejo Andrés acerca de la importancia que tiene respetar el ritual ancestral de devoción al Tío, un dios demonio que funge como guardián y al que se le debe llevar una ofrenda. Pero el chico desestima las palabras del anciano y provoca la ira de la maléfica deidad.

Detrás de ese relato narrado con extraordinaria precisión en el manejo del lenguaje distintivo del género de terror, el director, quien además es guionista, plantea un discurso de horror social que viven miles de infantes en México: ser víctimas directas del crimen organizado y la violencia desmedida en su contra. A eso se puede añadir la explotación laboral infantil en regiones donde la esperanza no existe para ellos. 

A manera de una leyenda rural, Medina confecciona su narración visual con el uso de stop motion. No lo hace solo. Se apoya en elementos que comprenden a la perfección su idea y hacen equipo para sacar adelante un notable contenido que también permite distinguir el trabajo individual de cada miembro: la fotografía de Rita Basulto, la edición de Yadín Salmerón, la animación de Sergio Valdivia, las marionetas de León Fernández. 

Tío es un claro ejemplo de que el terror, aparte de entretener, es un género propicio para abordar males sociales. Escuchar la voz del autor mediante el cine sobre un tema de fondo que debería horrorizarnos como país, por no dejar de decir escandalizarnos, dota de mayor valor a un cortometraje que reúne voces concordantes en su pronunciamiento. Y esas voces, reflejadas en la sincronía de talentos en distintas áreas, motivan a atender la animación mexicana que bastante hemos castigado no prestándole la atención que merece.