Efraín, miembro de una humilde familia que vive en la playa El Palmarcito, ha muerto. Tras su deceso, los miembros del hogar deben reorganizarse en una nueva vida matriarcal bajo el mando de Dominga. Por si el luto no fuera suficiente, la situación se complica cuando un extraño llega a la costa y un eclipse solar modifica la cotidianidad de los lugareños.

Estoy todo lo iguana que se puede es una película que debe su título a un poema escrito por el escritor tabasqueño Carlos Pellicer. Asimismo debe su historia a la obra de teatro El eclipse, escrita por Carlos Olmos. La conjunción de ambos textos moldean este trabajo del director Julián Robles. 

 

Con un elenco conformado por Luisa Huertas, Dolores Heredia, Mayra Batalla y Kristyan Ferrer, Estoy todo lo iguana que se puede tendrá una proyección especial en el Palacio de Bellas Artes este 4 de febrero a las 19:00 horas. Se trata de una función musicalizada en vivo por la Orquesta Filarmónica de la Secretaría de Marina, Tambuco Ensamble y Marimba Nandayapa.

Platicamos en Spoiler con la actriz Dolores Heredia y el director Julián Robles acerca de esta experiencia que funciona para promocionar la película, así como de lo que fue construir esta historia surgida de la poesía y el teatro.

 


Entrevista con Dolores Heredia y Julián Robles, actriz y director de Estoy todo lo iguana que se puede

Julián, vivimos una actualidad en la que el público busca experiencias previo y durante una película. En su tono, tu película lo hace desde el trailer con la declamación del poema hasta una función especial en Bellas Artes con música en vivo. ¿Podemos decir que es una experiencia sensorial?

Así es. Es una película que en su manufactura y promoción reúne muchas artes. La proyección especial en Bellas Artes conjunta a la literatura, el teatro, la música y el cine. Es una presentación que cobija una intención de la película por contar una historia de forma sensorial. Para eso prioricé mucho el trabajo actoral en aras de darle vida al poema de Carlos Pellicer que lleva el título de la película y la obra de teatro en la cual baso la historia, que es El eclipse, de Carlos Olmos. El reparto se encarga de materializar y transformar esos textos.

Fue un placer colaborar con Claudio Chea, cinefotógrafo recientemente fallecido. Su visión y sensibilidad no solamente consistió en darle vida al lugar donde ocurren las cosas, sino también en transmitir emociones y sensaciones de los personajes que habitan en ese espacio. Fue construir un universo visual y sensorial. 

¿Cómo ejecutas la idea de llevar poesía al cine dándole a cada pieza artística su debido lugar sin que se pierda la premisa de que, ante todo, es una película de ficción?

La poesía es una belleza. Este poema de Pellicer no es plasmado como tal en pantalla. Le agregamos algunas cosas que tocan diversos temas para tener una película. Precisamente esa libertad que concede la ficción es lo que permite contar una trama que al final le dará al espectador la posibilidad de interpretar lo que quiere, o bien de darle una lectura según sus propias emociones. Lo poético también está en lo que siente quien ve la película.

Dolores, como actriz, ¿de qué manera se le entra al trabajo actoral en un guion que fusiona lo cinematográfico con lo poético y demanda introducirse a una experiencia sensorial?

Es un guion que me gustó muchísimo desde la primera lectura. Julián, como director, me encantó desde el primer momento porque tenía muchas ganas de hacer algo así en cine. Y me refiero a unas ganas distintas a las que he percibido en otras personas para hacer cine. ¿Por qué hacer una película? ¿Por qué hacer una película de esto? ¿Por qué hacer una película con esto? ¿Por qué hacer una película en ese lugar y en ese tono?

Fueron dándose una cantidad de cosas que iban aportándome algo en mi vida, a mis propias preguntas, a mis propias ganas, a mi deseo de configurar mi propio destino. A eso fueron sumándose actores, técnicos, creativos. Fue conformándose un universo. Cada pasito era una respuesta a algo que conscientemente no me había preguntado, pero se fue construyendo.

Hasta que llegamos allá (a Chiapas), en ese entorno, con ese clima… Recuerdo perfecto el ruido del ventilador, los sonidos de ese lugar. Todo eso fue sumando para la construcción de los personajes, mismos que a su vez teníamos ahí enfrente. El peinado de mi personaje fue una decisión de haber visto a alguien que lo tenía allí. Fue ir agarrando elementos que había en ese lugar. Y la poesía está en eso.

La película igualmente invita a conectar con la naturaleza, con esos entornos que tienen una estrecha espiritualidad con sus habitantes. ¿Cómo se adentra alguien ajeno en ese universo para hacerlo suyo, Dolores?

Todo se dio de manera muy natural. Eso no significa que haya sido fácil, o que tenía que ser así por alguna u otra razón. Creo que también influye el brote emocional o espiritual que trae cada uno. Había una extraordinaria asistente de dirección, un foquista, un fotógrafo, todos los técnicos. Todos traíamos un brote particular que al final sumó. Y el entorno mismo se unió. 

Como lo que estábamos contando era una historia sobre la vida misma, pues la vida misma sumó para que todo fluyera. Es una suerte, o un privilegio, haber vivido en un lugar sin paredes, entre la naturaleza, junto a un grupo de personas sin miedo a contagiarse de las emociones del otro. Fue una comunión muy linda, muy profunda.

Julián, dentro del valor que le diste al trabajo actoral para contar tu historia, ¿cómo fue dirigir a un reparto con rostros de generaciones distintas y, por ende, escuelas diferentes?

En mi cabeza tuve muy claro a quienes podían tener el alma para entender la película. Posteriormente, ya enfocándome en el físico de mis personajes, lo que quería era ver cómo se adaptaba el reparto al entorno durante el tiempo que tenían para estar ahí. Si en mí hubiera estado la decisión, yo hubiera presupuestado un mes de estancia en la zona que grabamos para que se adaptaran por completo al espacio y observar cómo funcionaban. Pero este reparto se adaptó rápido.

Entendieron y sintieron inmediatamente a ese lugar, a su gente. Conectaron también entre sí. Eso fue maravilloso. Para mí como director, me pareció maravilloso. Hubo momentos en que alguno se iba para perderse por la zona y regresaba como si nada. Hubo ocasiones en que se iban a comer a una fonda cercana al set porque querían convivir con los habitantes y ser parte de su comunidad. Realmente estaban integrándose a ese universo para transmitirlo en la película. Y no solamente el reparto, sino todo el equipo de técnicos y creativos que participaron.