Si bien puede pensarse que se satiriza o caricaturiza a una banda de black metal, también lo es que se aproxima a historias verdaderas de agrupaciones como la noruega Mayhem, famosa por tener un entramado de satanismo, suicidio y homicidio en su expediente. En caso de partir de ese antecedente, no es descabellado ver en Bienvenidos al infierno al personaje de el Monje Negro (Demián Salomón) desenvolviéndose como lo hace al liderar una banda metalera cuyos resto de integrantes comulgan con sus acciones.

Entre esas acciones, el ritual satánico que vemos como secuencia introductoria de la película. A partir de ese prólogo por demás atrapante, nos adentramos a una sórdida y peligrosa realidad que enfrenta Lucía (Constanza Cardillo), una chica embarazada que huye precisamente de el Monje Negro, padre del hijo que espera. Para protegerse recurre al apoyo de su abuela (Marta Lubos), una anciana muda que vive en una cabaña antigua ubicada en medio del bosque.

 

El embarazo de Lucía no es placentero. Por el contrario, es de tensión constante. Así como vive con el temor de ser encontrada, tiene que lidiar con brutales recuerdos de su relación con el Monje Negro, principalmente el feminicidio de una de sus amigas a manos de los miembros de la banda. 

Es el tema de los feminicidios uno de tantos posibles que plantea la directora Jimena Monteoliva para sujetarse a la trama. Los noticieros informan que en un mes han sido asesinadas 43 mujeres y Lucía corre el peligro de engrosar esa terrible estadística. Para efecto de los mexicanos, la sensibilidad sobre esa tragedia cotidiana es inevitable. El deseo inmediato como espectador-sociedad civil es que Lucía se salve. Pero, ¿cómo? Desde un principio nos la muestran amarrada a una cruz como víctima de un ritual que está a punto de ejecutarse. 

De igual manera es imposible no asociar ese contexto con el asesinato de la actriz Sharon Tate en 1969 por miembros de la Familia Manson cuando tenía ocho meses y medio de embarazo. Quien tiene noción de este episodio verídico, lo sentirá cercano y latente respecto a Lucía. La diferencia es que ella sí tiene posibilidad de salvación a comparación de Tate. Sin embargo, la pregunta es cómo.

Mediante el uso del tiempo con flashbacks y situaciones presentes para guiarnos de forma paulatina-paciente al ritual de la introducción de Bienvenidos al infierno, Jimena Monteoliva habrá de responder a nuestra pregunta con una inesperada, potente e impactante resolución. El guion escrito en conjunto por Camilo de Cabo, Nicanor Loreti y ella es un golpe sobre la mesa para demostrar que las historias de satanismo en el cine igualmente se cuentan desde la feminidad y el matriarcado.

Por otra parte, el hecho de que la abuela sea muda no es gratuito. Representa al silencio que por siglos el hombre ha impuesto a la mujer. El arrebato de su voz, o la omisión hacia su legítimo derecho de expresarse a través del habla, es una condena que han purgado las antecesoras de nuevas generaciones de mujeres. Para romper con ese otro crimen, y ante el olvido de Dios por estos seres, una deidad demoníaca se manifiesta en su figura femenina para alterar el orden de lo establecido. Por “establecido” entiéndase además la concepción o conocimiento que tenga el propio espectador sobre la imagen del diablo y sus apariciones en la pantalla grande. Bueno, sobre el demonio en sí.

No es menor que al final de la función en la Cineteca Nacional mujeres aplaudieran de pie a la película y agradecieran a Jimena Monteoliva el mensaje transmitido para reivindicar a la mujer en filmes del género de horror con la presencia de una deidad que erradica la idea de que el infierno es de trono masculino. En ese sentido cobra toda relevancia el título de la película porque, en efecto, es una bienvenida al nuevo averno descubierto.