El genio de Francis Ford Coppola tocó el cielo en 1972 gracias a su primera gran obra maestra, El Padrino (The Godfather).Rápido alcanzó la gloria cinematográfica con esa joya que cumple medio siglo de vida en este 2022 y sigue tan fresca que ni siquiera puede considerarse que ha envejecido. Tenía 35 años, es decir, toda una carrera por delante.

Pero, ¿cómo se le hace para superar un trancazo como El Padrino? ¿Acaso eso puede ser posible? Ford Coppola le enseñó al universo del cine que no existen imposibles y que después de un primer gran trancazo pueden venir varios más. Basta con recordar que sus siguientes filmes fueron El Padrino II (The Godfather II) y Apocalipsis ahora (Apocalypse Now). ¡Casi nada!

 

Ahora bien, tan brillante es el realizador que entre El Padrino y El Padrino II se aventó otra perla más. Así tal cual: una perla llamada La Conversación (The Conversation). Se trata de una película desconocida para mucha gente en la actualidad, o a la que no se le ha dado el valor que merece, algo injusto para semejante título. Para que se den una idea, se le galardonó con la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1974.

Ford Coppola confió en Gene Hackman para que interpretara a Harry Caul, un espía por cuenta propia cuya vida es solitaria y tiene como regla principal no involucrarse en nada de lo que escucha. Tampoco permite que alguien más que no sea él sepa detalles de su historia, es demasiado celoso de su intimidad. Vive de conocer secretos ajenos, pero no le gusta que se conozca ni siquiera lo mínimo de su persona.

Cero atractivo hasta aquí, ¿verdad? Bueno, la cosa cambia cuando presta demasiada atención a una grabación y oye una conversación que habla de un asesinato. A partir de ese momento, Harry rompe su norma de no inmiscuirse en los casos que registran sus oídos. Toma la decisión de averiguar esa trama a fondo sin medir las consecuencias.

Poco a poco va descubriéndose al público como un hombre vulnerable, susceptible. También irá convirtiéndose en presa de sus miedos, como el de ser vigilado y perder la tranquilidad de su privacidad. Desarrollará además una obsesión al grado de perder la cordura, lo que se refleja de forma magistral cuando destroza prácticamente todo su departamento en la búsqueda de un micrófono que considera lo está espiando. Vaya, se transforma en aquello a lo que siempre temió. ¿Habrá alucinado sentirse espiado tras intervenir en la grabación de la conversación que alteró su vida? ¿Fue real? ¿Acaso su obsesión lo llevó a crear una realidad donde dejó de ser el cazador para convertirse en el cazado? El final que plantea Ford Coppola es alucinante y complaciente a la interpretación del espectador. 

Solamente Gene Hackman podía hacer ese papel. Le quedó como anillo al dedo. El actor hizo suyo a Harry Caul dotándolo de matices muy interesantes. Maneja desde la contención, la sobriedad y la rigidez emocional hasta la desesperación que conllevan la intriga, el desquicio y la paranoia. Pero todo esto sin exagerar, siempre en un mismo tono pulcro de acorde a cada situación. Su interpretación es brutal.

Increíble pensar que es el Gene Hackman que años después dio vida al odioso y deleznable sheriff Little Bill Daggett en Los imperdonables (Unforgiven). Pero ese es otro rollo.


En fin. Para un sector de la crítica, la mejor actuación de Gene Hackman en su carrera fue con La conversación. Tal afirmación es prudente, se puede comprar como válida. Hay una forma de ponerlo sobre la mesa de la discusión: viendo la película, rescatándola de ese anonimato u olvido en que ha estado para algunos cinéfilos.