Del amor a la oscuridad brutal. La transición de Guillermo del Toro de La forma del agua (The Shape of the Water) a El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley) es abrupta en materia emocional. Con su nueva película, el director no se guarda nada para incursionar y profundizar en los flancos más terribles que podemos llegar a tener los seres humanos. Deja tenso al espectador con reflexiones acerca del remordimiento, la culpa o el cinismo.

¿Podemos convertirnos en monstruos? Sí, sin duda. ¿Por qué? ¿Acaso está en nuestra naturaleza o se condiciona esa faceta cruel por las circunstancias y personajes que se atraviesan en nuestras vidas? Pueden ser ambas. Todo es cuestión de que el destino, o Dios, según en lo que se crea, nos coloque en el lugar y momento exactos para descubrirlo. Para padecerlo.

 

Muestra de ello es lo que ocurre con Stanton Carlisle (Bradley Cooper), un estafador carismático y perverso que cambia su vida tras aprender los secretos de una vidente y un mentalista. En su ascenso al éxito mediante el recurso de engañar a otros, un elemento es recurrente en su andar: el alcohol. La decisión de beber o no beber es fundamental para él como individuo, especialmente cuando conoce a la doctora Lilith Ritter (Cate Blanchett). Con una copa o una botella, el monstruo despierta o duerme, o aprovecha para crear también una mentira dentro de la mentira.

A pregunta expresa de Spoiler, Guillermo del Toro nos respondió qué papel narrativo juega la presencia del alcohol en su historia. ¿Cómo pensó el consumo de bebidas alcohólicas para su protagonista? Estas fueron sus palabras: “Yo conozco la adicción. Mi gordura no es por simpático y por tomarme algo. Es una adicción, obsesión, una compulsión por algo que quiere sofocar algo. Normalmente lo que dice Pete (David Strathairn) es que si eres bueno leyendo a las personas es porque te pasó algo que te rompió en la infancia, que es lo que le pasó a Stanton (Bradley Cooper). La compulsión por usar una sustancia para callar todo eso es importantísima para el personaje. Su compulsión por más y más y más es para no pensar también”.

La química entre Bradley Cooper y Cate Blanchett en pantalla es potente. Una secuencia vital de la trama es entre ellos; el rumbo de Stanton dará un giro drástico a partir de una acción que suele condenar a millones de personas en el mundo: claudicar a un primer trago. Cualquiera puede tomarse un whisky, pero no cualquiera puede domar el efecto secundario cuando viene un segundo, un tercero, hasta convertirse en su prisionero.

En ese sentido, Guillermo del Toro narra cómo fue dirigir esos instantes de mucha carga emocional entre Cooper y Blanchett para darle mayor realismo a sus personajes. Cabe recordar que el actor fue víctima del alcoholismo en su juventud y desde los 29 años decidió no tomar una sola gota de alcohol.

“Viéndolo como director, y sucedió una vez, en la escena que ella lo besa con alcohol en los labios y él lo prueba por primera vez en la película es completamente verdadero. ¡Me quedé pasmado cuando lo hizo Bradley! El espectro del alcohol en este caso va unido al espectro de lo que se hereda de los padres porque él es hijo de un alcohólico y lo va a heredar, lo va a tener que pelear. A nivel temático parte de eso. El espectro de beber o no beber es importantísimo para él. En esa escena donde ella lo besa, prueba el alcohol y levanta la copa diciendo “por nosotros”, a mí me rompe el corazón. ¡Realmente me rompe el corazón! A partir de ahí, él cae”, platica el cineasta para Spoiler.

Junto al elemento del alcohol, se distingue otro detalle que acompaña a Stanton en su travesía. Se trata del color rojo. Esa combinación de aspectos está latente en el carrusel de emociones que tiene él desde su llegada a la feria hasta el fatídico desenlace que decidió construir para sí mismo. 

“Stanton tiene a Molly (Rooney Mara), que es para mí un personaje hermosísimo, y la pierde. Se va. Se le va el rojo. Desde que nota él lo que hace Zeena (Toni Collete) en el carnaval, de leer a una mujer, se va un globito rojo. Bueno, a partir de ahí él va perdiendo el rojo hasta que lo pierde completamente. Eso es perder la vida”, comenta Del Toro.

Pero cabe la posibilidad de que el alcohol sea apenas una excusa para desmenuzar a Stanton, quien desde que llega a la feria muestra la faceta monstruosa que puede llegar a tener. Sin embargo, no se aprecia a primera vista. Y así lo describe el director: “Toda la película en una sola escena está en la casa embrujada. Entre el demonio y la muerte están todos los pecados de Stanton. En los espejos se pueden ver la lujuria, la avaricia. Todo está ahí”.