Fueron y son parte importante de la filmografía mexicana. Sus presencias trascendieron por alguna u otra razón en la pantalla grande. Pueden gustar o no sus películas, pero tuvieron relevancia en su debido momento e incluso hasta la actualidad. Ahora que han partido, y como suele pasar con el ser humano cuando muere, es tiempo de valorar lo que hicieron en vida.

 

Isela Vega (9 de marzo)

Ella misma declaró que era una mujer de armas tomar. Y sí, lo fue.  Poseedora de uno de los físicos más atractivos del mundo, la actriz encontró en el desnudo un lenguaje. Hizo de su cuerpo una herramienta de extensión artística para dotar a sus personajes de fuerza, intensidad y poder. Una de sus intenciones era provocar a las buenas conciencias, incomodarlas. Por otra parte, quería que los hombres temieran a una mujer empoderada. Lo logró.

Su temperamento actoral atrajo a directores como Sam Peckinpah para trabajar en Hollywood con películas como Bring Me The Head of Alfredo García en 1974. Pero el punto álgido de su deseo por alterar el orden de lo establecido llegó en 1977 con La viuda negra, de Alfredo Ripstein. Allí interpretó a Matea, la mujer que seduce al sacerdote del pueblo para vivir una relación apasionada y sacrílega que enardece al resto de los pobladores. 

En la etapa final de su carrera, cumpliéndose a sí misma la promesa de envejecer sin pintarse las canas, protagonizó varias películas, entre ellas Las horas contigo, donde interpreta a una abuela que juega un rol fundamental para su nieta Ema (Cassandra Ciangherotti), una chica que mantiene una mala relación con su madre Julieta (María Rojo) y que enfrenta un embarazo no deseado. 

Guillermo Murray (6 de mayo)

Este actor argentino fue más mexicano que el mole. Llegó a nuestro país a principios de los sesenta para participar prácticamente en todos los géneros cinematográficos habidos y por haber en nuestra filmografía: melodrama, comedia romántica, ranchero, terror, fantasía, acción, comedia, comedia musical. 

Considerado un galán entre los galanes, Murray no quiso que su físico condicionara los papeles a interpretar, es decir, no quería aparecer siempre de hombre guapo como novio o esposo. Sin embargo, los productores quisieron aprovechar su galanura para que fuera uno de los actores que protagonizara una de las tantas versiones de Drácula a la mexicana, tal como fue El mundo de los vampiros en 1961. 

Entrado en años, como actor de reparto, fue de gran apoyo para que lucieran estrellas musicales de la talla de Juan Gabriel y Luis Miguel con Es mi vida (1982) y Fiebre de amor (1985) respectivamente. En el caso del filme de Juanga disfrutó su papel porque interpretó a un preso, no a un galán.

Jaime Garza (14 de mayo)

Actrices y actores de su generación lo catalogaron como uno de los mejores histriones en teatro. Para muchos es el Equus más perfecto que se ha visto en las distintas puestas en escena que se han producido sobre esta obra de Peter Shaffer.

Precisamente a la par de que triunfaba con esa obra, le llegó la oportunidad de integrarse al reparto de Canoa (1976), una de las películas más trascendentales en la historia del cine mexicano, e incluso latinoamericano. Interpreta a uno de los trabajadores universitarios linchados por los pobladores y que sobrevive para narrar lo sucedido.

Después de ese trabajo hizo pocas películas, siendo la más relevante Navajeros, una coproducción con España. Pudo haber llegado más lejos en cine, no obstante, tras su participación en Canoa, su carrera se impulsó en las telenovelas.

Alfonso Zayas (8 de julio)

Fue el rey de la sexy comedia, amo y señor de la taquilla dentro del periodo del denominado “cine de ficheras” durante la década de los ochenta. Criticado y denostado por su bajo nivel artístico y estético, este tipo de cine fue hecho para las clases populares. Albures, groserías, desnudos y tramas ridículas fueron del gusto de un gran sector del público. Era lo que vendía.

Interpretar oficios como los de plomero, taxista, verdulero, albañil o comerciante, le valieron una especial conexión con gente que desempeñaba esos trabajos en la vida real. Otro núcleo que se identificó con él fue el de los hombres feos, o poco agraciados físicamente, porque rompió con el esquema de que los galanes debían ser guapos, atléticos e impactantes de musculatura. 

Con El ratero de la vecindad (1982), Los verduleros (1986), El día de los albañiles (1982), Tres lancheros muy picudos (1989) y La pulquería (1981), se encumbró como la estrella de un género que produjo películas en grandes cantidades hasta la era del videohome.

Rosita Quintana (23 de agosto)

Estrella de la época dorada del cine mexicano. Uno de sus papeles inolvidables es el de Lupe en Calabacitas tiernas (1949) junto a Tin-Tan. Posteriormente le vinieron un sinfín de estelares con la sobreexplotación de comedias rancheras, incluso como cantante. El desgaste de esa fórmula fue desapareciéndola de las pantallas. 

La transición hacia un cine sin temas rurales y más proclives a historias juveniles, no le sentó bien. A mediados de los sesenta, su carrera se encaminó al olvido con un retiro voluntario hasta que fue rescatada por Sergio Véjar en 1985 para que fuera la mamá de Lucerito en Coqueta.

Siendo ya una mujer mayor, tras haber salido del anonimato con Coqueta, aceptó interpretar a Doña Fina en El hombre de la mandolina. Su actuación le valió un gran reconocimiento por la crítica al personificar a la madre de Jardiel, un homosexual al que decide encerrar para que no desprestigie a la familia por sus preferencias sexuales.

Felipe Cazals (16 de octubre)

Uno de los grandes directores del cine a nivel mundial. Poseedor de un amplio conocimiento del lenguaje cinematográfico, Cazals también tuvo una extraordinaria capacidad de análisis sobre los eventos políticos y sociales que acontecían en el mundo, especialmente en México. A eso se suma su sensibilidad para absorber algunos de esos sucesos con el propósito de recrearlos desde su visión antropológica.

Más allá de ser películas, títulos como Canoa (1976), El apando (1976), Las poquianchis (1976) y Los motivos de Luz (1985) son considerados valiosos testimonios de la realidad nacional protegida en la ficción. A través de las ficciones, el cineasta supo cómo acercar esos hechos y un discurso sobre ellos al público masivo, además de dotarlos con un toque de trabajo periodístico.

Sin Cazals, el cine mexicano no podría entenderse actualmente. Su trabajo fue un parteaguas para nuevas generaciones que aprendieron a filmar sin miedo a mostrar en cámara aquellas historias que por sí mismas son difíciles pero necesarias de ser contadas.  

Enrique Rocha (7 de noviembre)

Empezó joven en westerns como Pistoleros del oeste (1965) y Los sheriffs de la frontera (1965). Fue gracias a una película de este género que despuntó su carrera. Se trató de Tiempo de morir (1966). escrita por Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, dirigida por Arturo Ripstein. Allí personifica a Pedro Trueba, un buen chico que termina convirtiéndose en asesino por vengar a su padre.

Una década después, ya consolidado como actor, personificó al mismísimo Lucifer en Satánico Pandemonium (1975), un filme de culto de terror que causó polémica por el erotismo y trama con críticas a la religión católica. Posteriormente, en 1985, apareció en uno de los relatos de Historias violentas como el hombre que mata a un borracho que no dejó de molestarlo en una fiesta por disfrazarse de caballero tigre.

En 1992, confirmado como un experimentado, hizo un papel particular en Ciudad de ciegos dándole vida a Saúl, tipo que usa maquillaje femenino y huye de un temblor que se registra en la ciudad.

Carmen Salinas (9 de diciembre)

Su personaje emblemático es el de ‘la Corcholata’. Y es que al escuchar el nombre de esta actriz, se le asocia de inmediato con la figura de una mujer lépera, vestida en fachas y con unos tragos encima. Salinas no fue únicamente eso. 

Además de darse a conocer con esa imagen en Bellas de noche (1975) y Mujeres de cabaret (1977), Salinas participó en películas relevantes en la década de los setenta bajo las órdenes de directores como Roberto Gavaldón, Alberto Isaac, Alfonso Arau y Arturo Ripstein.

Con Doña Macabra (1972), El rincón de las vírgenes (1972), Tívoli (1975) y El lugar sin límites (1978), tuvo acción en un periodo de nuevas propuestas cinematográficas, digamos más revolucionarias y libres respecto a lo que se hizo con anterioridad en la industria.  

Vicente Fernández (12 de diciembre)

A diferencia de Antonio Aguilar, Fernández se salió de temáticas exclusivamente rancheras. Por ejemplo, se introdujo en historias urbanas que le fueron favorables en su paso por el cine. De hecho, fueron sus primeras participaciones en pantalla grande y resultaron ser de un nivel muy aceptable. Superó las expectativas por tratarse de un cantante de música vernácula.

Bajo la dirección de prestigiosos directores como Alejandro Galindo y José Estrada protagonizó títulos que lo impulsaron en el gusto del público. Previo a que se consolidara como imán de taquilla con filmes exitosos de corte ranchero (La ley del monte, El arracadas),  apareció en Tacos al carbón (1972, Tu camino y el mío (1973) y El albañil (1975). Se dio el gusto de hacer un cameo como médico en Dos de abajo (1983) junto a Valentín Trujillo y Andrés García 


Pero es Uno y medio contra el mundo (1973), su mejor película. El final es valorado como uno de los más tristes del cine nacional y ello fue apreciado por los fans de ‘Chente’ para calificarla como uno de sus trabajos más entrañables.

Christian González (28 de diciembre)

Rey del videohome. Fue un prolífico director del llamado “submundo cinematográfico”. Encontró en las clases populares, barrios, pandillas, migrantes y amantes del kitsch a un gran público. Durante la década de los noventa, que fue la más adversa para hacer cine en México, él filmó más de 50 películas con bajo presupuesto que se volvieron hits en cineclubes y distribución foránea.


Uno de sus clásicos es La cumbia asesina, película que incluso causó controversia en Miami, Florida, porque la comunidad colombiana que radicaba allí creyó que la historia se basaba en la materialización de una cumbia que mataba a las personas. Sin querer, esa polémica provocó que más gente la viera. Shibari, Imperio de los malditos y El asesino del zodiaco son algunos títulos de culto de su filmografía.