Durante su estreno en 2011, Borrar de la memoria recibió comentarios negativos por parte de la crítica y del público que pudo verla. El malestar principal se debió a que la consideraron demasiado violenta en su recreación de la matanza estudiantil de 1968, así como exagerada en algunos personajes. Al mismo tiempo, un sector de espectadores no quiso verla porque le pareció trillado el tema de la masacre en Tlatelolco. Pero una década después, la película se ha convertido en un material cinematográfico muy solicitado, visto y valorado. ¿A qué se debió ese cambio de percepción e interés?

Mientras que para algunas personas es todavía un filme desconocido, para otras es un trabajo que consideran relevante, tanto por la forma en que retoma el suceso de la matanza como por plasmar temas tan actuales y alarmantes que demanda la urgente atención de la sociedad: los feminicidios y la violencia creciente en México.

 

“Viéndola a la distancia temporal, me queda claro que la idea de la película permanece y tiene que ver con que estamos inmersos en la violencia y la indefensión de los ciudadanos. Ahora, en estos días, vemos cómo la violencia contra las mujeres es terrible y la película lo muestra, es la historia de un feminicidio. (La premisa de ‘la Empaquetada’) puede ser vista como una metáfora del feminicidio en México. Respecto al 68, la metáfora que une a ese personaje con los estudiantes consiste en que los ideales juveniles eran desmembrados, destrozados, pisoteados y arrojados a una fosa común”, comenta Rafael Aviña, guionista de Borrar de la memoria, a Spoiler.

En un principio, Aviña no pensó en la matanza estudiantil para escribir el guion, ni siquiera lo tenía contemplado. El contexto de la masacre en Tlatelolco surgió como complemento de lo que realmente quiso contar desde el inicio, es decir, el asesinato de una mujer que apareció empaquetada en la Ciudad de México, caso que acaparó la nota roja desde 1966 a 1968.

“Un día estaba en la Torre Latinoamericana y me vino a la mente la imagen de un integrante del Batallón Olimpia con el tatuaje de un halcón, no sé por qué. Entonces recordé que el caso de aquella mujer se cerró en 1968 mandando su cuerpo a la fosa común, por lo que deduje que debía escribir acerca del 68, un año donde tristemente muchas personas terminaron en la fosa común”, comparte.

¿Y de qué va la película? Bien puede resumirse a la investigación que hace el periodista Germán Acosta (Adalberto Parra) sobre un feminicidio no resuelto, sin embargo, sus indagatorias lo llevan a descubrir la extraña muerte de un joven que elaboró un enigmático documental relacionado al asesinato que investiga, por lo que centra sus esfuerzos en descifrar el hilo que une a ambos casos.

En ese entramado figuran varios personajes creados por Aviña. Uno de ellos es Roberto Rentería, un joven que quiere hacer cine, debraya con las películas de James Bond y siempre anda con su cámara en mano para ver qué filma, incluso si son los disparos por parte de militares a estudiantes en Tlatelolco. Dicho personaje fue causante de opiniones negativas hacia Borrar de la memoria por considerarlo exagerado, sin embargo, el guionista no hizo más que adelantarse a una verdad que reveló la revista Proceso tiempo después con motivo de la balacera en la Plaza de las Tres Culturas.

“Una gran amiga me comentó que en la revista publicaron algo que se asemejaba a lo que tenía en mi guion. Corrí a comprar Proceso y aparecían los testimonios de un hombre a quien le decían ‘el Matador’. Este sujeto fue camarógrafo de Servando González, director de cine que trabajó para el régimen en 1968, y decía que lo habían contratado para filmar desde el piso 20 del edificio Chihuahua escenas de la matanza. Imagínate, algo que yo había inventado, sí había ocurrido”, relata Rafael.

Precisamente esa atmósfera de la masacre estudiantil se siente en Borrar de la memoria con las secuencias que implicaron la recreación de lo sucedido en las calles. A diferencia de Rojo amanecer, filme dirigido por Jorge Fons donde no se observan los hechos en el exterior de Tlatelolco, Aviña quería que en su historia sí se viera lo que ocurrió. Y para eso confió en el cineasta Alfredo Gurrola, un director que llevaba 20 años sin filmar en ese instante, sin embargo, empapado de cine latinoamericano enfocado a movimientos sociales, además de estar actualizado en cuestiones técnicas y de narrativa cinematográfica. 

“Quisimos hacer todo lo opuesto a que se hizo con Rojo amanecer, que es una película extraordinaria en todos los sentidos. Alfredo y yo queríamos que se mostrara lo que pasó. Otra idea que tuvimos es que muchas secuencias que se ven en las escenas documentales de El grito, se hicieran en ficción. Fue sorprendente lo que hizo Alfredo con las secuencias del 2 de octubre. Supe ahí que estaba en un gran momento para dirigir”.

Contrario al estigma que pesa sobre la juventud mexicana actual en el sentido de que es desinteresada e ignorante, esta película demuestra lo opuesto por la inquietud que ha despertado en la última década. Para los jóvenes, el motivo de atracción es el movimiento estudiantil de 1968. Y es que muchos adultos se han encargado de olvidar ese suceso cuyo eco todavía retumba en calles de la ciudad octubre tras octubre, no obstante, las generaciones venideras han querido saber qué pasó y por qué lastimó tanto al país.

“Con las muertas de Juárez quedó claro que los gobiernos en turno colaboraron con los asesinos, les daban chance de cazar, porque eso pasaba, a las chicas las cazaban. A eso hay que sumar la negligencia de los fiscales que estuvieron a cargo, fue más que obvia. La violencia contra las mujeres es tremenda”, subraya Rafael Aviña con relación a la otra reflexión que genera Borrar de la memoria con ‘la Empaquetada’, que es no dejar en el olvido una realidad lacerante que tristemente ha ido en aumento a nivel nacional.

*La película puede verse en la plataforma de FilminLatino.