Las actuales películas mexicanas de comedia nos han maleducado y malacostumbrado con humor forzado, chiste fácil, abuso en la reiteración de sketches (que no gags), actuaciones exageradas y guiones débiles en sus historias. Por alguna extraña razón, cadenas comerciales y plataformas de streaming consideran que ese tipo de contenidos le gustan a la gente, así que ponderan su constante exhibición pese a que un gran sector del público les rehuye. Ese afán de procurar a este tipo de producciones lleva a que muchos espectadores pierdan su fe en las comedias.

Pero a veces regresa la esperanza por ese género cuando un contenido extranjero nos recuerda que también es válido mirar para otros lados y hacer las paces con el humor. Tal es el caso de Proyecto fantasma, película chilena dirigida por Roberto Doveris que compite en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam (IFFR).

 

Mientras espera una oportunidad de aparecer en cine, Pablo (Juan Cano) practica como actor en la facultad de medicina para que estudiantes sepan cómo reaccionar ante pacientes cuando ejerzan su profesión. En la vida privada, un buen día su roomie de departamento se va dejándolo con deudas, un perro y un fantasma. Sí, un fantasma.

Con esos elementos, uno supondría que se avecina un caos en pantalla para narrar lo consecuente en la cotidianidad de Pablo. Pero ocurre lo contrario; Doveris apuesta por un estilo indie. Opta por un ritmo semilento y sin aspavientos para mostrar que el humor puede emplearse sin prisas ni acciones rebuscadas. La risa no se le impone con calzador al espectador, se le sugiere y ya depende de él si le causa gracia o no. De entrada, he ahí un gran acierto. 

Por otra parte, apelando sin querer a lo que el director técnico Marcelo Bielsa tiene entre sus fundamentos de juego, Doveris logra resaltar la importancia de la nobleza en los recursos utilizados. Por ejemplo, el espacio. Aquí se aplica con el uso de un departamento para contar su historia, algo que no nos resulta tan lejano tomando en cuenta películas como La tarea (Jaime Humberto Hermosillo), Rojo amanecer (Jorge Fons) y Temporada de patos (Fernando Eimbcke). Destaca todavía más porque filmó esta película en pandemia, periodo donde su guión supo acomodarse con buenos dividendos a una trama que puede desarrollarse entre cuatro paredes. Bueno, y en uno que otro sitio al aire libre. 

Ahora bien, la premisa de un fantasma nada tiene que ver con el terror. De hecho, se va al otro lado. Incluso puede considerarse que es un guiño a Gasparín, ese fantasmita con la vibra a todo dar que conocimos en la infancia. Este espectro, o ente, es de sumo valor no solamente para Pablo sino también para el público porque va ayudándole y ayudándonos a percibir aquello que los vivos no notamos, o preferimos no notar. ¿Como qué? El trato hacia los animales, los prejuicios hacia la homosexualidad, la violencia contra la mujer, la soledad y la amistad, principalmente este punto. 

¿Qué tan difícil es construir vínculos afectivos y amistosos en estos días pandémicos en núcleos distantes de la familia? No cabe duda que los vivos nos complicamos la vida y los fantasmas lo han entendido todo. Les basta la rutina, el transcurrir cotidiano en un departamento para plantarlo en nuestras caras. De ser posible con humor.