Entre junio de 2020 y noviembre de 2021 se registraron afectaciones contra estatuas de Cristóbal Colón en distintos países de Latinoamérica e incluso en Estados Unidos como protesta hacia el racismo, la colonización y la figura histórica de un hombre cuestionado por la violencia ejercida con los pueblos indígenas. Había indignación hacia el descubridor de América, o mejor dicho hacia la historia oficial del Descubrimiento de América, considerado por sus detractores como un suceso fachada de la Conquista.
Al mismo tiempo, pero en España, aumentaron los posicionamientos públicos de la extrema derecha para defender la intervención española en el continente americano. Por ejemplo, Vox, el partido de la ultraderecha, pidió a legisladores mexicanos que se le rindiera un homenaje a Hernán Cortés por haber liberado a México de su nativa población salvaje.
Bajo este contexto polarizado apareció Eles Transportan a Morte, película de Helena Girón y Samuel M. Delgado que obtuvo buenas críticas en festivales europeos durante 2021. Tanto por su estilo como por su tema, el trabajo de ambos directores llamó también la atención del público, sobre todo de aquel que no comulga con el colonialismo. Ahora que llegó al IFFR se comprende el interés.
Eles Transportan a Morte nos ubica en 1492. Es el viaje de Cristóbal Colón a las Islas Canarias antes de su expedición al Nuevo Mundo. Tres tripulantes de una de las carabelas se lanzan al mar envueltos en una de las velas de la embarcación. Se trata de tres presos que fueron reclutados para trabajar en esa misión a cambio de perdonarles la pena de muerte pero han decidido fugarse. En su escapatoria tendrán que ingeniárselas para sobrevivir y huir de las tropas de Colón que los buscan para recuperar el enorme pedazo de tela. A la par, en ese territorio, acompañada de su burro, una mujer acude con una curandera para pedirle que salve a su hermana moribunda.
Sacándole provecho a los exteriores de sus locaciones naturales, mediante un ritmo narrativo aparentemente lento (el timing es minucioso con base en la experiencia de tres hombres introduciéndose en un lugar desolado y una mujer que ignora la presencia de esos mismos hombres en la zona), Girón y Delgado nos generan la sensación de miedo que puede propiciar la naturaleza en su inmensidad.
En esa atmósfera imponente por sí misma, instalándonos en el temor de y por lo desconocido, ambos directores aterrizan un discurso que cuestiona la versión de gloria que se nos ha contado hasta la fecha sobre el Descubrimiento de América. Lo hacen con una postura que plantea un escenario distinto al que se nos ha enseñado. ¿Cuál? La exportación de males europeos con la colonización. ¿Cuántos presos más iban a bordo de esas carabelas? ¿Por qué delitos purgaban condenas? ¿Cuánta muerte llevan encima? Los hombres que cruzaron los mares no fueron precisamente bendiciones, tal como se ha querido vender esa idea.
En ese sentido la película funciona como un aviso de lo que actualmente promueve la ultraderecha con una clara intención de expandirse hacia otros rincones del planeta, especialmente en esos territorios fértiles y salvajes (analogía respecto al sitio donde se desarrolla la trama) donde su pensamiento no ha sido impuesto. Y eso causa temor, más aún porque los errores del pasado suelen repetirse en el presente.
La mujer que acude con la curandera para salvar a su hermana bien puede interpretarse como a esas comunidades que viven y se desarrollan en sus condiciones sin noción alguna de que el día menos pensado pueden compartir espacio con seres desagradables que llegan a irrumpir sus entornos, o a conquistarlos.
Sin duda, una película valiente en instantes convulsos donde unos reniegan de la historia oficial y otros se aferran en engrandecerla. Es, además, una elegante (o)posición frente al colonialismo.