Quienes han crecido con el cine de terror del siglo XXI se van a sentir familiarizados con esta película. El director Banjong Pisanthanakun recurre a referir algunos títulos que explotaron el recurso del falso documental como una alternativa para contar historias de horror. Entre esas referencias, el espectador puede regresar en el tiempo a REC, Actividad paranormal o Cloverfield.

De igual forma podrá hacerlo con aquellas películas que han usado y abusado del tema de las posesiones, premisa que hasta la fecha sigue utilizándose con resultados poco favorables, incluso mediocres. Cuerpos poseídos por demonios o espíritus es una fórmula  desgastada que, sin embargo, continúa atrayendo interés. La pregunta es por qué. 

 

La respuesta no está en los organismos ocupados por entes malignos sino en la excusa o el contexto que motiva esa posesión.Casas embrujadas, invocaciones diabólicas y herencias malditas suelen ser lugares comunes para este tipo de tramas que se pierden al priorizar la presunción de los efectos especiales y menosprecian la importancia del detonante que realmente asusta, es decir, la causa. Aquí es donde Pisanthanakun intenta revertir la situación.

Sin inventar nada, mezclando elementos de filmes de terror correspondientes a las últimas dos décadas, el director retoma el gancho del falso documental para conocer a una familia cuyas integrantes femeninas son depositarias del espíritu de la deidad Bayan y pueden convertirse en chamanas. Una de ellas es Mink, joven que rechaza esas creencias (no cree en ello) y se niega a que la deidad habite en su cuerpo para perpetuar el legado familiar. Todo cambia cuando Mink es poseída por algo ajeno a Bayan, algo más oscuro.

Surge entonces la disparidad de este trabajo. Puede decirse que la película se divide en dos: una primera parte afortunada con los documentalistas que registran la aproximación a una cultura envuelta por asuntos religiosos, supersticiones y chamanismo y una segunda parte muy desafortunada que transita en la posesión. Sin duda, el tratamiento previo a la distorsión de Mink es rescatable en el sentido de la reflexión que concede al espectador. ¿Cuál? El peligro de la superstición.


A lo largo del tiempo se ha cuestionado y criticado a los diferentes credos religiosos por aferrarse en influir en el pensamiento de sus creyentes. Bueno, con La médium, el chamanismo obliga a hacer ese mismo ejercicio respecto a las supersticiones, un mal que tiene víctimas potenciales en esta época debido a la urgencia de creer en lo que sea, principalmente con el afán de encontrar un elemento inexplicable al cual culpar del infortunio (mala suerte, crisis, fatalidad) que se vive. Y en esa búsqueda aparece el horror de la sugestión. Toda vez que te atrapa, el temor crece.