Es justo reconocer que, hace un tiempo, cuando se anunció que Chip y Dale volverían a ser los míticos Rescue Rangers de finales de la década del 80 quien escribe tuvo ciertos reparos. En la era de las remakes y los revivals, está claro que la mayoría de los casos son fallidos (todavía no puedo olvidarme de la experiencia de el “live-action” de El rey león) y que la frescura no suele caracterizar a estos relatos. Ni siquiera la participación de Andy Samberg parecía un aliciente.
Ahora, habiendo visto la película (que estrenará este viernes), nobleza obliga: hay que desnudarse de todo prejuicio y sentarse a disfrutar. La influencia de ¿Quién engañó a Roger Rabbit? saltaba a la vista en el avance oficial y aquí se reafirma. La trama toma elementos similares a los de la película que protagonizó Bob Hoskins en 1988 aunque sin tanta influencia del cine noir. En este caso, se trata de un policial que tiene como disparador el secuestro de un histórico amigo de Chip y Dale. El problema es que, por razones de la vida, las dos ardillas ya no se hablan.
Tal como dice uno de los posters de la película, la nueva historia de Chip y Dale “no es un reboot, es un regreso” y lo hacen por la puerta grande. Andy Samberg y John Mulaney están a cargo de poner las voces principales y lo hacen (especialmente Samberg) con un gran amor por estos personajes con los que, seguramente, se criaron. El reparto cuenta con figuras como J.K. Simmons, Seth Rogen, Will Arnett y KiKi Layne.
+Lo mejor que tiene Chip y Dale: Rescue Rangers
Del mismo modo que ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, las capas que tiene Chip y Dale: al rescate son incontables. Es una producción que se puede disfrutar tanto si se tiene menos de 10 años como siendo adulto. El doble sentido, sin ser burdo, juega un papel clave en el relato y toda la crítica que se le hace a la industria de Hollywood y al mundo de las redes sociales está on point.
Y si de destacar grandes aciertos se trata, uno de los mejores que tiene es la utilización de las caricaturas. Como en Spider-Man: into the Spider-Verse hay una mezcla continua de estilos de animación, cada una de las cuales tiene su justificativo (por más breve que sea y aunque ni siquiera aporte a la trama) y hace que sea hasta un juego sentarse a ver la película más de una vez para descubrir nuevos gags de fondo.
