En 1994, Disney estrenó El Rey León, una de las películas mejor logradas hasta el momento. Se enmarcó en lo que se conoció como la época dorada del estudio, que nació con La Sirenita en 1989 y se extendió hasta 1999 de la mano de Tarzán. Dirigida por Rob Minkoff y Roger Allers, tuvo uno de los momentos más oscuros en la historia de la animación infantil.

La disputa familiar entre Mufasa y Scar llegó a un momento extremo cuando este último se encargó de planificar su asesinato. Aliado a las hienas, organizó una estampida y puso a Simba en un riesgo del que solo su padre podría rescatarlo. Así, nació una de las secuencias más impactantes que pueda recordarse, en la que una horda de ñus bajó por el valle a toda velocidad.

Al ver que su hijo corría peligro, Mufasa se metió entre los animales descontrolados, lo rescató, pero se quedó sin energías para salir. Solo atinó a saltar y colgarse de un acantilado en donde Scar le clavó sus uñas y lo dejó caer al vacío. “Creo que fue un poco de lo que era posible en animación y lo que todavía no se había hecho, de forma desagradable, intensa y extrema”, contó Minkoff en una entrevista.

El director de El Rey León reveló que algunas personas del equipo se “sintieron incómodas” con la decisión de mostrar esa escena y “decían que debería pasar en las sombras”. Sin embargo, para Rob “hubiera perdido su peso emocional”. El realizador señaló que, gracias a esa secuencia, Simba pudo “conectar con el espíritu de su padre y eso es lo central”, ya que hizo que Mufasa que convirtiera en el modelo a seguir del nuevo rey. “Puedes perder a alguien, es parte de la vida, es la realidad. Muestra algo intenso, pero real. Es solo en esa percepción de soledad que no te sientes abandonado, que tu padre está en espíritu para cuidarte y completarse como modelo a seguir”, afirmó.

Una remake de El Rey León con sabor a poco

En 2019, 25 años más trade del estreno de la película original, Disney reflotó esta película que marcó una era. Para hacerlo, puso a cargo a uno de los realizadores más importantes del estudio, Jon Favreau, el padre del Universo Cinematográfico de Marvel y The Mandalorian. Así, ideó una remake pero hecha como si fueran animales reales, con un modelo de animación completamente realista.

¿El resultado? Una película que copió, prácticamente, cuadro a cuadro a la original pero no tuvo el mismo éxito. Si bien la taquilla respondió muy bien (recibió más 1.600 millones de dólares), a la historia le faltó el espíritu, el corazón que tuvo la versión animada. Los animales, que parecían salidos de un documental de National Geographic, no tuvieron la misma expresividad que en la versión de 1994 y esto atentó contra la emotividad del relato.