Previo o después de los partidos de futbol dominicales en los noventa, Televisa transmitía películas de Pedrito Fernández, Cantinflas o la India María. También llegó a darse complacencias con filmes de Juan Gabriel, especialmente con uno: Es mi vida (1982). Fue un éxito para la televisora debido a que hombres y mujeres idolatraban por igual al compositor de clásicos como Querida, La muerte del palomo, Inocente pobre amigo, No tengo dinero, Caray y muchas joyas más. 

Cuando no era por el canal 2, era por canal 9 donde podía verse esa película en la que el Divo de Juárez aparece como prisionero en la antigua penitenciaría de Lecumberri. Verlo vestido con atuendo de reo, limpiando pisos sucios y obligado a compartir celda con esquizofrénicos como castigo fueron imágenes que sacudieron a los jóvenes cinéfilos, especialmente a aquellos que tenían completa noción de quién era Juan Gabriel para ese entonces.

 

En la vida cotidiana era el alma de las fiestas. No había celebración alguna donde no se escuchara una de sus canciones, ya fuera para ponerse de buenas o para llorar un ratito al desamor. Pero con Es mi vida todo fue angustia y mortificación para los espectadores respecto al cantautor. Si bien se trata de una ficción, la película cuenta el calvario que vivió Juanga en la vida real cuando estuvo preso por un robo que no cometió.

Desde que ingresa a prisión, se sabe que eso no irá por buen camino. Mucho menos cuando él mismo personificándose como Alberto Aguilera (su nombre verdadero) manifiesta que no tiene familia ni dinero para sobrevivir al interior del penal. Esa confesión es una advertencia para sufrir a la par de él tras las rejas. Y es que en México desde chicos sabemos que las cárceles del país son el mismísimo infierno. 

Juan Gabriel no era actor, pero en el filme hace bastante creíble su personaje. En primera porque padeció esa realidad en carne propia. En segunda porque fue bien cobijado por actores como Fernando Balzaretti, Bruno Rey, Guillermo Murray, César Bono y Narciso Busquets, siendo este último un extraordinario actor de reparto que da muestra de su gran talento en este trabajo para que luzca Juanga, además de dosificar el dramatismo de Alberto Aguilera animándolo a cantar y componer.

No menos importante es la dirección de Gonzalo Martínez Ortega, cineasta que supo cómo compaginar el estrellato de Juan Gabriel con la descripción del sistema penitenciario mexicano. Es mi vida también es un melodrama que retrata la crudeza con que operan las cárceles nacionales desde décadas atrás. Narra la corrupción, impunidad y supervivencia a través de un icono como Juanga, el hombre que llegó de Ciudad Juárez al Distrito Federal para buscarse oportunidades en el mundo de la música y terminó encarcelado a pesar de ser inocente, tal como sucede con un sinfín de reos que son condenados sin haber cometido delito alguno. 

Es mi vida va más allá de ser un testimonio fílmico y de vida sobre Juan Gabriel. Con el paso de los años, la película cobra relevancia por la trama que aborda a partir de un cantautor que se convirtió en leyenda y cuyo legado musical sigue enchinando la piel, así como le ocurre a los prisioneros en el filme cuando les canta La diferencia, un himno del dolor y la resignación.