En otras partes del mundo el nombre de Lolita se asocia inmediata y únicamente a la novela del mismo nombre escrita por Vladimir Nabokov, o en su defecto a la versión cinematográfica de Stanley Kubrick, pero en México esa referencia es exclusiva de una sola mujer que se apellida Ayala.
Durante más de tres décadas se creyó que su imagen mantenía un celoso vínculo con padres y abuelos que se ponían al día en materia informativa con ella. Pero nada más erróneo que esa percepción, porque la periodista y presentadora trascendió a generaciones actuales, al grado de ser valorada como una novedosa representante de la cultura pop.
A diferencia de otras figuras de la televisión que han recurrido incluso a situaciones denigrantes para mantenerse en el espectro visual del público, Lolita Ayala no hizo más que transformar el escarnio de un aparente ridículo al aire en un impulso para posicionarse como una celebridad querida y que no pasa de moda.
Después del episodio vivido mientras daba la noticia de un tráiler cargado de metanfetaminas, donde tuvo problemas para pasar saliva y la voz se le puso ronca, se convirtió en objeto de burla. Desde videos animados a memes, Lolita Ayala fue estandarte de mofas recurrentes en redes sociales.
Pero supo trascender ese trato denigrante para capitalizarlo en su favor. A partir de tres detalles que siempre caracterizaron su elegante presencia a cuadro, ella aprovechó que su nombre era citado con frecuencia en Twitter para sorprender a quienes se burlaban, así como a quienes la extrañaban; el corte de cabello corto, una rosa como decoración y la frase “información que cura”, fueron herramientas que le ayudaron al boom actual de su imagen.
Playeras con diseños vintage y referencias cinematográficas, ilustraciones basadas en la cultura pop ochentera, memes ligados a la novela de Nabokov y a la película de Kubrick, conferencias, cápsulas informativas y una activa participación en redes sociales, son el resultado de éxito en la reinvención de Lolita Ayala, que tras su salida de Televisa permaneció un poco olvidada, de no ser por la insistencia de la gente en recordar el capítulo de la noticia con la garganta en dificultades.
Hablar de Lolita Ayala no es asunto del pasado sino de un presente que alecciona sobre la importancia de reinventarse, oportunidad que en ocasiones surge de aceptar burlarse de uno mismo. Ella ha sabido hacerlo. Con perdón de Nabokov, pero Lolita hay una sola y es Ayala.