La primera impresión puede ahuyentar al espectador. No por la premisa sino por la propuesta visual de Roee Rosen para contar su historia. ¿Se antoja sentarse a ver un ficticio programa infantil de televisión cuya escenografía nos remonta a los programas de Cositas y Cuenta con Sofía? Sinceramente no. Sin embargo, vaya paradoja, atrae. ¿Por qué? Por la sencilla razón de saber cómo se contará al público en ese espacio La metamorfosis, de Franz Kafka.
Contrario a lo que puede ocurrir en la vida real respecto a los programas televisivos, que generalmente obligan a apagar la pantalla, Rosen logra que prestemos atención a su contenido. Con humor hilarante, una pareja de presentadores y músicos intentan narrar la obra del autor checo mediante animación y canciones. Se dice que “intentan” porque surge un inconveniente inesperado: alguien de producción les informa que el autor ha amenazado con represalias legales en caso de que se muestre al insecto en que se transforma el protagonista de su obra. A eso hay que sumar el mal innecesario de la publicidad.
Justo cuando esa tónica se ha tornado extensa, abusiva de tiempo, Rosen le da un giro con una inesperada conferencia pública que altera la programación. Se trata de una mujer que pone sobre la mesa el tema de la injerencia israelí en Palestina. Lo hace abordando la diferencia de concepción legal para considerar a un menor de edad en Israel (hasta los 18 años) en torno a territorios ocupados (hasta los 12 años).
Bajo esa propuesta de suponer que falló la señal, o que se cambió el canal por equivocación, Rosen asume el riesgo de cuestionar y reprochar tanto a autoridades políticas como a figuras públicas de la televisión sobre su postura con la aplicación de leyes israelíes en territorios ocupados por su gobierno.
Detrás de la película en sí, Kafka for Kids también nos permite percibir que en Israel, tal como ocurre en México, la televisión abierta sí es vista por la gente. Y no solamente eso. Quiere decir que influye en el pensamiento de esa masa que tiene acceso a ella. La videocracia, o telecracia, hace de las suyas donde sea. Lo único que cambia son los conflictos y los intereses.
De igual manera, que Rosen haya optado por trasladar su premisa y discurso a un programa infantil no es asunto menor tomando en cuenta que suelen ser producciones predilectas de gobiernos y élites de poder para usarlas como vehículos propagandísticos de sus ideologías. Ojo, no es porque el mensaje vaya dirigido a los niños sino a los padres que están al tanto de lo que ven sus hijos. No es a los menores a quienes consideran tontos sino a los adultos, verdaderos kids del Kafka que cuenta el cineasta.