En Imaginario: Juguete Diabólico, cuando Jessica (DeWanda Wise) vuelve con su familia a la casa de su infancia, Alice (Pyper Braun), su hijastra más pequeña, comienza a desarrollar un extraño apego hacia Chauncey, un oso de peluche que encuentra en el sótano. En un primer momento, Alice y Chauncey se entretienen con juegos aparentemente divertidos que, poco a poco, se volverán más siniestros y peligrosos. A medida que el comportamiento de Alice se torna más inquietante, Jessica decide intervenir, pero cuando lo hace se da cuenta de que Chauncey es mucho más que un inofensivo oso de peluche.

La mejor amiga del terror es la imaginación. Mientras mayor sea el potencial creativo del espectador, mayor apertura tendrá su mente a la hora de aceptar lo que las películas del género proponen.

Justamente a eso apela Imaginario, lo nuevo de la productora Blumhouse, incluso más allá del mismo concepto infantil del “amigo imaginario”, sino que planteándolo como algo más folklórico. Porque necesita que el espectador crea lo que está viendo, establezca el llamado “contrato” de visionado con la película y una vez que lo tiene sumergido en este universo es donde da los golpes más duros de la fantasía.

Pero antes que todo, se debe tener paciencia. El primer acto y la mitad del segundo recorren un camino que ciertamente requiere de la atención y la vehemencia de quien observa. La historia se quema lentamente, establece al antagonista como una entidad ajena a la realidad y que nadie toma muy en serio excepto por la más pequeña de la casa -obvio-.

Cuesta empatizar con la protagonista y su otra hijastra, una adolescente insoportable, que inunda con desagrado la pantalla en cada una de sus apariciones. La sensación que dejan es rara, de poca empatía, sobre todo porque no explican mucho sus personalidades más allá del acoso de una pesadilla o el clásico odio hacia una madrastra, respectivamente. El padre, en tanto, aunque presente, no cuenta porque realmente no aporta nada.

¿Cómo es Imaginario, la nueva película de terror?

Es este el escenario que aprovecha Chauncey, el oso de peluche, para conquistar la mente de la niña con sus siniestras jugarretas. El problema es que lo siniestro del personaje se queda en el papel hasta muy adentrada la película, con un par de secuencias de terror extremadamente asépticas para que la calificación no se escape de PG-13 y que así la trama pueda apelar a una mayor audiencia.

La curiosidad de quien observa definitivamente se detona cuando comienzan a entregarte respuestas. Las que vienen desde una vía externa a la familia y de un personaje aún más extraño y sospechoso que el mismo juguete diaoólico.

Lo que sucede después es un descenso directo a la faceta más descabellada y más fantasiosa de la propuesta. Cuando la realidad comienza a deformarse y tiende a expandir su universo, para desembocar en la exploración de traumas infantiles, la pérdida y la sanidad mental.

Una vez cruzada esa barrera, la historia te lleva por caminos inesperados y ciertamente mucho más interesantes que el primer tramo de lo que tiene para ofrecer. La aceptación de este nuevo pasaje del film dependerá de qué tan dispuesto y cuán ávido de horror este el espectador.

La segunda parte de la película goza de una llamativa propuesta estética, sobre todo porque descansa mayormente en efectos prácticos, juegos de iluminación y violencia estratégicamente ejecutada para eliminar el elemento más patético de todo el embrollo.

Imaginario parte muy anclada en la racionalidad y a paso extremadamente lento. Su enganche tardío es una prueba de fuego para amarla u odiarla. Si no te saca sustos, al menos te sacará un par de risas nerviosas de incomodidad.