Durante el cierre de este 2021, la música se apoderó de las salas de cine a través de las películas que llegaron a cartelera. Desde la exhibición de míticos conciertos en pantalla grande, tal como fue el caso con The Doors Live At The Bowl ‘68, hasta musicales como Annette, de Léos Carax, Querido Evan Hansen, de Stephen Chbosky, y la nueva versión de West Side Story a cargo de Steven Spielberg, las tramas de corte musical lograron colarse como estrenos en una época del año donde las cadenas comerciales apuestan por exhibir los contenidos que se perfilan rumbo al Oscar, así como por las grandes producciones industriales cuya intención es atraer público en masa.

Bajo ese contexto llegó The Nowhere Inn por St. Vincent: La identidad es una obra de arte, de Bill Benz. A diferencia de los títulos mencionados con anterioridad, esta película es una ruptura, es decir, se sale del esquema sobre lo que aborda y por la forma en que lo aborda. Bien puede decirse que se trata acerca de la cantautora y multiinstrumentista Annie Clark, mejor conocida como St. Vincent, pero al mismo tiempo esa sencilla apariencia de la historia es una trampa.

 

Vemos que Annie contrata a Carrie Brownstein, que es su amiga en la película y en la vida real, para que dirija un documental de su gira. Conforme pasa el tiempo, Carrie se topa con un inconveniente en su visión del trabajo cinematográfico: Annie le resulta una mujer aburrida y sin chiste fuera de los escenarios. Por tal motivo le pide que en su vida privada sea igual de extravagante como lo es cuando se transforma en St. Vincent. Entonces surgen conflictos que llevan a una fractura en su relación; las escenas con Dakota Johnson (para algunos alusivas a la relación que tuvo la artista con la actriz Kristen Stewart) son el punto álgido de su división. 

Hasta ahí nada parece fuera de lo normal, de no ser porque Bill Benz nos sumerge en un falso documental, o bien en una ficción con aspecto de documental. La complicidad entre director y artista hacen que este trabajo sea también un juego por parte de St. Vincent. Ella se divierte, se entretiene haciéndole creer al espectador lo que no es. 

Dicho ejercicio tampoco es mero ocio de Annie Clark. De alguna manera, su juego es una crítica y cuestionamiento frontal hacia los documentales que se hacen con relación a estrellas de la música (principalmente del rock) y que suelen recurrir a datos más ficticios que reales en la construcción de los personajes, mismos que a su vez suelen ser más explotados por su perfil de figura pública que por su valor artístico. En otras palabras, la preferencia de la pose sobre la esencia.


Si en un inicio se puede creer que la película cobra tintes de una biografía, lo que se confunde con St. Vincent interpretando algunas de sus canciones, The Nowhere Inn por St. Vicent: La identidad es una obra de arte revira a esa percepción cuando el propio espectador detecta que es lo último que quiere hacer. Nada es lo que parece.