María es heredera de la tradición empresarial tequilera en Jalisco. El negocio se ve en riesgo por la intromisión de compañías extranjeras en la región que acaparan de manera injusta los recursos al alcance para sus intereses. Esto propicia que ella se vea en la necesidad de cuestionarse cómo hacer frente a esa amenaza y cómo sostener la empresa familiar.

Teresa Sánchez personifica a María. Darle vida a esta mujer de carácter recio, hosco y de pocas palabras le ha merecido ser galardonada en la categoría de Mejor Actriz en el Festival de Sundance y el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM). No es para menos. Su interpretación es brutal.

Previo a recibir el premio en el FICM platicamos con ella. Lo hicimos justo después de un emotivo discurso que brindó en conferencia de prensa al grado de romper en llanto. Tere había tenido participación en películas como La camarista (de Lila Avilés, 2018) y Fauna (de Nicolás Pereda, 2020), sin embargo recibió con Dos estaciones la oportunidad de un protagónico que la ha colocado en el mapa visual de la crítica y público mexicanos. Es un proyecto que igualmente la ha llevado a pronunciarse para hacer más cine con amor en México, es decir, con trato respetuoso y digno entre todas las partes. 
 

Entrevista con Teresa Sánchez, ganadora del Ojo a Mejor Actriz en el Festival Internacional de Cine de Morelia 2022

Tere, entrevisté a Gerardo Guerra, fotógrafo de Dos estaciones. Comentó que es su primer largometraje como director de fotografía. Para él fue fundamental haberte tenido como actriz porque le ayudaste a sentirse seguro y a que la cámara encontrara con facilidad lo que necesitaba tu personaje de María. 

Imagínate la sensación tan grande de sentir repentinamente que el trabajo que has elegido hacer con la convicción de decir “aquí estoy y no me muevo” pueda generar esto. Para mí es una especie de premio que me está dando la vida a través del cine.

Me siento agradecida de haber trabajado en un proyecto así, tan profundo y tan significativo para quienes participamos en él. Dos estaciones es una película que se hizo con mucha alma detrás. Todas las personas teníamos un motivo interno que nos conectó para poderla hacer posible. En lo personal puedo decir que es un proyecto que me llenó muchísimo por todo el amor que le pusieron mis compañeros. A veces hay proyectos que te impactan por el gran presupuesto y producción que tienen, pero carecen de esa comunión amorosa que tenemos las personas, que a final de cuentas somos quienes hacemos realidad lo que se ve en pantalla. Eso incluye desde el técnico que carga a un cable hasta el director. Cuando todo encaja, la experiencia vale doble. Si la cámara me quiso es porque Gerardo quiere mucho a su cámara. 

Te vi en Fauna, de Nicolás Pereda. Te veo ahora en Dos estaciones, de Juan Pablo González. Son dos películas en que te has explorado a nivel actoral haciendo lucir a tus compañeros en cuadro, sobresaliendo tú y, sobre todo, procurando la historia. ¿Cómo eliges tus proyectos? ¿Es intuición?

Siento que la intuición es algo que todos tenemos. Pero de repente pasa que nos perdemos. El ego, por ejemplo, provoca que nos extraviemos. El ego nos puede exterminar, generar miedo, o una ambición desmedida que no tiene cabida para este tipo de situaciones que van más allá. Con “situaciones” me refiero a la lectura de un guion, un casting, ensayos, acción. 

He vivido varias experiencias a lo largo de mi vida que creo me han ido llevando a desarrollar algunos aspectos de mi persona, como generar un constructo que me permite olfatear por dónde va la cosa desde el primer mensaje que recibo o desde el primer acercamiento que hay para un proyecto. Hay cosas que las percibes de inmediato para decirle sí o no a una película, y te puedes equivocar incluso, pero ya no caes en tantas trampas o frustraciones que padeciste antes. Esa misma experiencia, que implica un plano emocional sensible, te orienta sobre el personaje que te ofrecen, o la historia que te plantean. 

Con Dos estaciones construyes a María, un personaje doblemente fuerte. Primero por la tradición que trae encima y en segunda por la adversidad que enfrenta para sacar adelante a la empresa. Para ti, que eres una mujer muy sensible, ¿cómo fue el proceso de abrazarte a esta mujer que tiene que ser dura porque no tiene de otra?

Fue complejo ese choque para mí. Pero me dejé llevar y guiar por Juan Pablo (González). Es un hombre que creció entre los paisajes que muestra la película, proveniente de una familia de tradición tequilera. Lo que yo me pregunté fue cómo podía generar conexión con alguien como María. Entonces comencé un proceso de investigación y estudio sobre el lugar, sobre las personas que viven en estos entornos. Me acerqué a los trabajadores de empresas tequileras para aproximarme a su mundo, convertirme en su universo.

También me acerqué a las comunidades de Atotonilco, que es el lugar donde grabamos. Quería oler, respirar, ver y escuchar todo para absorber y depurar lo que demandaba mi personaje. Eso se compenetra con la historia de vida del propio Juan Pablo, quien además tenía una clara idea de la María que quería como protagonista. En ese trayecto conocí mujeres llenas de una fortaleza admirable que me enseñaron o mostraron que la rigidez que transmiten es un mecanismo de defensa. En México, tristemente, las mujeres estamos expuestas a un sinfín de peligros y abusos que nos obligan a no sonreír si es necesario.

Tere, un mensaje colateral que envía Dos estaciones tiene que ver con la ruptura de esquemas, o con la confrontación del estereotipo en el cine nacional. La película nos pone como protagonista/actriz a una mujer mayor, morena y su físico tal cómo es. ¿Qué opinión te merece esta observación?

Basta darse una vuelta por el país y ver a sus mujeres. Se darán cuenta que hay miles de mujeres como yo, existimos. El hecho de que Juan Pablo dijera que encontró en mí a la actriz que iba sacar adelante a su personaje fue sorpresivo porque en efecto rompía con un estereotipo. Estamos habituados a ver un perfil de actrices para este tipo de papeles. 

Que se fijara y confiara en mí por mis capacidades, no por otros aspectos, fue muy fuerte. Era una manera de decirme “nosotros podemos, lo vamos a lograr” y eso implica una responsabilidad. La asumí como actriz y como mujer perteneciente a una industria que actualmente se ha abierto a que la mujer cuente las historias. Al paso del tiempo, ahora que la película se ha estrenado, puedo considerar que María fue y es para mí un acto revolucionario. Si se rompió un esquema, se pueden romper varios más. 

Desde que ganaste el premio a Mejor Actriz en el Festival de Sundance hasta ahora que presentan la película en el FICM, el director y resto de crew no dejan de agradecerte. Fuiste el sostén de ellos en varios sentidos: primera ficción de Juan Pablo González, primer largometraje de Gerardo Guerra, primer proyecto de otros integrantes del reparto. ¿Pesa un compromiso así?

No, al menos no en esta película. Pesaría si hubiera sido una filmación caótica y sin tacto humano. Acá ocurrió todo lo contrario. Hubo humildad de todos y demasiada honestidad para ayudarnos unos a otros en nuestros momentos de dudas. Conformamos un equipo sincero, de transparencia en varios sentidos, principalmente en lo emocional. Esa sinceridad nos hizo fuertes. Así como ellos agradecen mi conexión con ellos, yo les agradezco haberme permitido estar ahí para explorarme como actriz a su lado. Me hicieron sentir segura, amada. Que te hagan sentir amada en un set es un privilegio. Y ese mismo amor daré a esos nuevos talentos que lleguen con ganas de hacer cine desde el trato amoroso hacia sus historias y hacia quienes las harán posibles.