En pleno siglo XXI seguir mencionando a la Monarquía de un país parece algo impensado y hasta un poco ilógico ya que sigue siendo considerada algo antiguo. Pero, cuando se trata de Inglaterra, nada sorprende y menos si su familia real es digna de grandes producciones televisivas. Entre ellas, claro, la que para mí sigue siendo merecedora de condecoraciones es The Crown, la cual está a tan solo unas horas de regresar a Netflix

A pesar de que este año, tras la muerte de Isabel II, parecía un poco irrespetuoso su estreno, Peter Morgan decidió hacer de las suyas y lanzar su nueva temporada. Después de dos años, la quinta edición de The Crown está lista para publicarse y como no podía ser de otra manera, lo hará plagada de escándalos dignos para revolucionar el Palacio de Buckingham. Desde que comenzó el juego de esta tira, en 2016, los Windsor se ven afectados por su frialdad, pero ahora será mucho peor. 

En esta ocasión la quinta temporada de The Crown comienza en la época de 1990, cuando nada es agradable para Su Majestad y los suyos. Eso sí, en especial, quien más sufre es Isabel II, perfectamente interpretada por Imelda Staunton, ya que se da cuenta que nada es como era. La temporada transcurre durante sus 60 años, con ya 40 frente al trono y con esto, algún que otro problema para mantenerse al día. Pues, la mayor parte de la atención de la Nación no estaba centrada en ella, sino en Diana de Gales y su infelicidad con el entonces heredero al trono. 

En este sentido, Imelda Staunton, a quien yo particularmente no le tenía tanta fé antes de poder disfrutar los diez nuevos episodios, es la que logra conseguir uno de los personajes más destacados de la ficción. No sólo porque interpreta, ni más ni menos que a la Reina Isabel II, sino porque juega perfectamente con sus sentimientos. Mostrando a la monarca como una persona de carne y hueso, capta sus pensamientos y traspasa la pantalla con un nivel de realidad que, quizás, a Claire Foy y Olivia Colman (sus predecesoras) les faltó. 

El paso del tiempo se apropia de su personaje, la frialdad con la que la mira el afuera es palpable y la prueba de ello es la comparación con la Reina Victoria. Conocida como la primera mujer reinante, antes que Isabel II, ella cosechó 69 años en el trono aunque fue blanco de críticas y burlas. Tal y cómo le pasa a Su Majestad en esta edición en la cual el “annus horribilis” es parte fundamental de este sinfín de sentimientos. 

Pero, por otro lado, también está Elizabeth Debicki, la dueña del papel de Lady Di quien sabe cómo encauzar, en una sola persona, un popurrí de drama. La vida de la Princesa de Gales no fue fácil, pero no sólo desde su casamiento con Carlos III, sino desde su infancia. Y ahora es cuando más se desarrolla su historia. Porque, estando a punto de explotar una guerra familiar, hace un recorrido por su pasado y su crianza. Eso sí, para ella, lo más descabellado es cómo hacer para seguir captando la atención de su esposo. 

De todas formas, la mayor atracción llega cuando conoce a su último amor, Dodi al Fayed y finalmente se enfrenta a los desacuerdos con todos los Windsor. Esto, claro, incluyendo la entrevista de la venganza y un porvenir de escándalos tanto en la ficción como en la realidad. Por otro lado hay que destacar que esta temporada, en particular, ha sido muy benevolente con el Príncipe Carlos, quien ahora es interpretado por Dominic West

Esto es porque atrás queda su rigidez y a él se lo plasma como un galán, una figura que entre otras cosas termina cayendo simpática al ojo público. Pues él, entre el límite de la realidad y la ficción, busca la modernidad en la Monarquía y, si bien en un principio parece ser el villano de siempre, después resulta ser el típico heredero que no está absuelto de la sensibilidad. A su vez, este personaje se calibra con la perfecta interpretación de Jonathan Pryce en la piel de Felipe de Edimburgo

A pesar de que físicamente quizás no corre con la suerte de Tobías Menzies en temporadas anteriores, a nivel personalidad es idéntico. Frontal, con un ápice de soberbia mezclada con una falsa simpatía, pero con un ágil y creíble respeto por Lilibeth. Aún así, la realidad es que ahora llega con ciertas revelaciones que, nuevamente, para el espectador serán atrapantes, pero en el Palacio de Buckingham no terminarán de caer en gracia. 

Es decir, en cuanto a desarrollo de personajes, The Crown vuelve a cumplir y sí que supera las expectativas. Aunque, a nivel narración si uno no conoce la historia o no conecta desde el principio con la nueva temporada es probable que esté un poco confusa. Pues, los escándalos que se plasman no tienen conexión entre sí, más que la familia Real, pero sí están en orden cronológico. Esto es porque no están desarrollados hasta el final y eso los hace parecer inconclusos. 

Pero si hay algo que sí deja en claro y sin confusión alguna es que la quinta temporada de la serie original de Netflix analiza las maneras en que los Windsor rechazan la posibilidad de tener algo de compasión y adaptarse a cada situación. Por lo que, quizás con un poco de zaña, The Crown condena la historia que los atravesó y juega con el inicio de cada uno de sus peores años. 

Es más, por esto mismo, se la puede llamar una sinfonía de escándalos. Es que, no sólo está Lady Di como la gran protagonista, sino que el Príncipe Carlos y Camilla Parker Bowles, la entrevista de la venganza de Diana, los primeros escándalos del Príncipe Andrés. Y, por si esto fuera poco, lo mejor de la temporada: el annus horribilis del 92, pero también la mención a la Reina Victoria como alguien anticuada y poco respetada o el nuevo matrimonio de la Princesa Ana. 

A su vez, el hecho de que The Crown siga contando con tal nivel de producción la continúa haciendo vergonzosa y cruelmente envolvente. La caracterización de cada personaje, la música de la época, la forma del rodaje, los planos, la escenografía, todo es perfecto. Su pretensión de excelencia siempre es resuelta de manera eficaz convirtiéndola así en un fascinante retrato que, a mi parecer, no debería morir junto a su sexta temporada