En esta adaptación de El Color Púrpura, separada de su hermana y sus hijos, Celie enfrenta muchas dificultades, incluido un marido abusivo. Con el apoyo de una cantante y su hijastra, finalmente encuentra una fuerza extraordinaria en los lazos inquebrantables de un nuevo tipo de hermandad.
En un momento en el que estamos rodeados de remakes, ciertamente es agradable ver que aún quedan creadores que logran tomar la idea del material de origen y consiguen renovar la identidad a la historia.
Tuvimos una versión de las Chicas Pesadas, que si bien no corre riesgos conoce al público al que apunta y llegó con una actualización precisa para la era de TikTok. O también está la gran sorpresa que arrojó Prime Video con un reboot de Sr. y Sra. Smith que logra exprimir lo mejor del concepto y ciertamente entrega algo mejor que la película previa.
De vuelta en el cine, ahora llega un nuevo acierto, que inevitablemente provoca dudas cuando se le mira a la distancia. Es que ¿cómo es posible que pudiesen trasladar una historia tan brutalmente dramática al formato de un musical? Lo sorprendente es que lo lograron. Y concretan desde el primer momento, sin miedo al éxito.
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El incombustible texto de Alice Walker salta nuevamente a la pantalla con una frescura inusitada y con una belleza que es inevitable apreciar. Las vivencias de Celie, en su eterna lucha de toda una vida cobra un tono particular al son de melodías que son pegajosas y te quedan dando vueltas.
Pero no hay que engañarse. Aquí no se dejan de lado los temas importantes porque la película tiene un perfil más lúdico y juega en ciertos pasajes con la ensoñación de la protagonista, a modo de válvula de escape. Es una revisión de todo lo que implica para una mujer afroamericana vivir en el sur de Estados Unidos, a principios del siglo XX. Y claro, está la tristeza de que ciertos comportamientos, a pesar de los cambios culturales, aun se mantienen vivos y absurdamente válidos para la convivencia en el mundo.
Casi 100 años han pasado en la trama desde la abolición de la esclavitud, pero aún así se ve a la mujer sometida a un hombre brutal, que no tiene más que su fuerza bruta como ventaja. Nada de inteligencia, tampoco carisma. Sus aproximaciones son directas y torpes. Sin sensibilidades, sin empatías. Sólo busca satisfacer sus necesidades.
La vida de una persona como moneda de cambio. La eterna presencia del racismo y los maltratos. La cobija que provee la religión a la que hay que aferrarse para mantener en alto la esperanza. El descubrimiento del amor de la manera más improbable. Hay muchas aristas para explorar en la película. Incluso se da el tiempo para hablar del perdón a pesar del dolor más extremo que se haya provocado.
Son diversas las temáticas que aborda la película y lo hace al son del blues, del soul, de una onda tan afroamericana, que es imposible despegarse de la historia. Era difícil pero se consigue. No se abandona el drama, pero se le da un giro para hacerlo más digerible para el espectador moderno. En el análisis posterior, sin duda la angustia pesa más.
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Con canciones a las que es imposible no seguirles el ritmo y con coreografías que son una fiesta para los ojos a modo de complemento, esta nueva versión de El Color Púrpura ciertamente te deja con el alma mucho más en paz, a diferencia de la adaptación que hizo Steven Spielberg en 1985. Pero una no opaca a la otra, son hasta complementarias. Dos visiones de una misma historia que perdurarán por siempre.