Clavadistas de alto rendimiento sueñan con subir al podio olímpico y escuchar el himno nacional tras colgarse la medalla de oro. Pero esa ilusión se ve rota o en riesgo cuando aparece en el camino un depredador que aprovecha su imagen de poder para cometer abusos contra esas atletas. 

 

La actriz Fernanda Borches interpreta a Irene, madre de una de las víctimas de abuso por parte de un entrenador. Ella integra el universo de personas que quedan en medio entre víctima y victimario, es decir, la gente que decide creerle o no a las mujeres violentadas, ayudarles o abandonarlas en un proceso que comienza desde la aceptación de que fueron agredidas sexualmente. 

En Spoiler platicamos con ella acerca de esa complejidad, además de tocar el tema de la maternidad en casos de abuso. De igual manera, Fernanda comparte qué reflexiones le ha dejado La caída como espectadora y como mujer con una historia basada en hechos reales que pone el dedo en la llaga de varias heridas nacionales. 

 

 

Entrevista con Fernanda Borches, actriz de La caída

En un punto tenemos a las víctimas. En el otro al victimario. Alrededor y dentro de esos extremos hay personas que juegan un papel importante con las víctimas. ¿Qué tan complejo es creer o desestimar la denuncia de abuso desde el hogar? 

En esta película se muestran dos maternidades distintas. Una de ellas es mi personaje de Irene, una madre que intuye que algo malo le está pasando a su hija y decide actuar creyéndole por completo que es víctima de abuso. No lo pone en duda, lo entiende, pelea por eso y la protege. 

Por otro lado vemos a una madre que ignora cualquier situación que lleve a considerar que su hija haya sido abusada. Es una mujer que prioriza la carrera deportiva de su hija. Entonces vemos a una mamá que procura la salud de su hija y a otra que procura el porvenir de la chica por encima de su integridad.

Creerle o no a las víctimas es un discurso que… Hay algo en esta sociedad que poco a poco se fragmenta y se reconstruye. Me refiero a que siempre las víctimas fueron puestas en duda. Creo que el proceso natural es que cada vez más las víctimas se sientan apoyadas y libres de poder alzar la voz. Obviamente eso implica una gran responsabilidad, pero sí hay que creerle a una víctima. Durante mucho tiempo la sociedad estuvo creyéndole al victimario o depredador. Eso debe de cambiar. También es momento de dejar de culpar a las víctimas por la violencia que recibieron. 

Fernanda, hemos crecido en una sociedad con generaciones de familias que ponen en duda la denuncia de sus seres queridos víctimas de abuso. Por el contrario, se ha culpado a la víctima e incluso se ha normalizado responsabilizar a la víctima por el abuso sufrido. ¿Cómo fue para ti construir una maternidad que elige creer y apoyar?

Con esta tradición matriarcal y patriarcal en la que estamos sumergidos, la película puede contribuir en abrirle los ojos a maternidades y paternidades la posibilidad de construir un diálogo entre padres e hijos para que los hijos tengan la confianza de decirle a sus papás o mamás los que les está pasando y su voz no sea puesta en duda.

El apoyo de la familia y de sus núcleos íntimos son fundamentales para denunciar un caso de abuso. Es absolutamente necesario. Algo que aprendí con esta película es lo que tiene que ver con el proceso interno de la víctima, entiéndase el viaje de Mariel que parte de la negación con un “esto no me pasó a mí”, pasando por la catarsis de la aceptación, hasta llegar a encontrar su propia voz para denunciar un hecho así. 

Cuando uno se espejea con alguien dándose cuenta de que lo que le está pasando no está bien, tiene que ser dicho o denunciado para que no siga ocurriendo. En ese sentido, La caída lo acentúa muy bien a través del camino de Mariel, así como de los personajes involucrados, como en este caso el de la madre que represento. Para iniciar a construir mi papel, lo primero que hice fue generar empatía con las víctimas. 

En el marco de una víctima de abuso cuya madre ha decidido creer en ella, la propia mamá también sufre. ¿Cómo se trabaja ese recorrido interno?

Durante el proceso de la construcción del personaje, luego de leer el guion en repetidas ocasiones, me di cuenta que en Irene convivían dos fuerzas muy poderosas: el instinto por proteger a su hija y la angustia de no arruinarle su carrera deportiva. Se trata de dos fuerzas que demandan un balance constante. Esa confrontación se ve en las escenas y en el personaje. 

Fue un trabajo muy sutil para contar la historia de Irene desde un lugar donde ella no juzga. Vaya, ni siquiera juzga al personaje que defiende al entrenador abusador. Comprende y siente que algo no está bien para que exista esa defensa. Sin duda fue un trabajo de mucha sutileza tomando en cuenta los matices que tiene mi personaje. Ahí le debo demasiado a Lucía Puenzo porque fue una directora que me supo guiar para no salirme del tono confrontativo que Irene tenía en su interior. Es complejo estar en una situación así. 

La película está confeccionada por un equipo de mujeres que alza la voz para denunciar, en este caso mediante la vía cinematográfica. Productoras, guionistas, actrices y un respaldo en el trabajo periodístico de Beatriz Pereyra. 

Me siento orgullosa de ser parte de esta historia. Cuando vi la película como espectadora quedé en shock de lo bien hecha que está. Noté que es una historia muy comprometida con un tema tan álgido y tan duro. En gran medida eso pudo ser posible debido a que está contada desde el punto de vista de la mujer. El brazo fuerte de la película para ser narrada de forma tan puntual es femenino; guion y dirección son mujeres. 

Hubiera sido una película diferente en caso de haber sido escrita y dirigida por un hombre. Ojo, un hombre también puede hacerlo y sus intenciones pueden ser las mejores, pero posiblemente el resultado quede incompleto por una cuestión: la exposición y el riesgo que tenemos las mujeres de ser abusadas. Tiene que ver también con el tema de la sensibilidad y la profundidad que podemos darle a facetas como la maternidad. 

¿Qué sensación o qué nueva lectura le diste a La caída después de haberla visto como espectadora?

Como actriz sucede que entras a un proyecto visualizándolo de una forma y cuando ves el resultado termina siendo algo completamente distinto a lo que imaginaste. En este caso en particular, el guion era poderosísimo desde que llegó a mis manos, pero verlo materializado en pantalla me pareció extremadamente bueno como la película que es. Sin embargo, asimilarlo como espectadora, te deja un nudo en la garganta por el tema tan difícil que retrata. 

Verla tan bien hecha y compartiendo un mensaje que no pierde de vista la idea de que es una película, lo agradezco. Más allá de que el cine es una herramienta para denunciar, no nos olvidemos que la gente entra a la sala para olvidarse de su vida por un ratito y sumergirse en lo que le cuenta la ficción. Eso a mí me pasó. Salí de verla con la comprensión de que había reflexionado cosas nuevas sobre el abuso. Por ejemplo, el proceso marginal y solitario que vive una víctima es un dolor que yo no había contemplado o imaginado. Con la protección que genera la ficción pude vivirlo, sentirlo, y me puso a concientizar sobre la transición dolorosa de ser anulado como ser humano porque nadie te cree, o porque te cuestionan todo para ponerte en duda. Fue una lectura que me llevé a casa y sigo procesándola. 

Tu participación en esta película te pone en el mapa de cierto público y a la vez ayuda a vencer prejuicios. ¿Como cuáles? Por ejemplo, la discusión de que una actriz de televisión no puede hacer cine. 

Las plataformas de streaming trajeron algo buenísimo: la posibilidad de saltar de distintos ámbitos. A mi entender, ya no hay esa separación evidente que había sobre ser actor de teatro, actor de cine y actor de televisión. Afortunadamente esa división desaparece o se diluye. A final de cuentas una es actriz donde se pare, ya sea frente a un público o frente a una cámara. Esta apertura me está resultando divertida pero también de mucho compromiso porque te vuelves más versátil. Pasar de hacer una obra a hacer una película con historias distintas demanda una versatilidad que en lo personal me agrada, me exige más a mí misma para no verme igual entre un proyecto y otro.