Después de ganar el Oscar a mejor película extranjera en 2010, El secreto de sus ojos (de Juan José Campanella) fue adoptada como un himno audiovisual futbolero por aficionados de distintas partes del mundo. Dos detalles del filme fueron suficientes para apropiarse de él como un símbolo pambolero: el discurso sobre la pasión que le da Pablo (Eduardo Francella) a Benjamín (Ricardo Darín) con ayuda del escribano Andretta (David Di Napoli) y el plano secuencia en el estadio Tomás Adolfo Ducó, de Huracán. Pero en sí, no es una película de futbol. Sin embargo, el balón funciona como un excelente elemento narrativo.

Algo similar sucedió con Roma, de Alfonso Cuarón, en 2019, que también se llevó la estatuilla como mejor película extranjera. La afición cruzazulina se abrazó de ese título por la forma en que el director evoca a la Máquina que hizo historia a finales de los sesenta y principios de los setenta en el futbol mexicano. Lo hace mediante una camiseta de la época que viste uno de sus personajes, así como con paredes que publicitan a la cementera propietaria del club. Ese gesto fue interpretado incluso como un talismán de buena suerte para que Cruz Azul rompiera la maldición y se coronara en 2021 luego de casi tres décadas sin conseguir un título.

Ahora, en 2022, la ceremonia de los premios Oscar tiene entre sus participantes a otras dos películas que retoman al futbol como un complemento que encaja perfectamente en la narrativa de sus historias. Se trata de Belfast y Fue la mano de Dios, nominadas a mejor película y mejor película internacional respectivamente. Al igual que El secreto de sus ojos y Roma tampoco son futboleras, pero le dan un valor sentimental a la pelota que quieren compartir con el espectador.

Por un lado, Kenneth Branagh rinde un pequeño tributo a la máxima de “el futbol es infancia” mediante Buddy (Jude Hill), un niño que por las noches reza para ser el mejor futbolista del planeta y juega con su balón en las calles de la ciudad. Además, el director apapacha a los niños norirlandeses de los sesenta (hoy ya personas de la tercera edad) al sacar del olvido a Danny Blanchflower, ídolo de Irlanda del Norte que integró la histórica selección del Mundial de Suecia 1958 y fue capitán del Tottenham Hotspur, equipo del que es hincha Branagh.

Por el otro, Paolo Sorrentino viajó al periodo en que Nápoles sufrió un cambio sociocultural de gran trascendencia en Italia por el fichaje de Diego Armando Maradona con el Napoli a mediados de los ochenta. El significado de transformación que implicó la llegada del Diego a la ciudad influyó para que el propio director tomará una importante decisión de vida.

Charla con Enrique Figueroa Anaya sobre el futbol en Belfast y Fue la mano de Dios

Te invité porque compartimos dos pasiones, el cine y el futbol. Creo que también algo te dejaron este par de películas en tu lado futbolero.

Sí, sin duda. Tomemos en cuenta que no son precisamente películas de futbol, pero retoman este deporte que nos gusta para contarnos otras cosas en diferentes épocas y en distintos países. En ambas, la pelota es un buen pretexto para conocer lo que hay alrededor.

Precisamente para que podamos conocer qué ocurre alrededor, Kenneth Branagh nos lanza datos para que nosotros busquemos o investiguemos después de ver Belfast. Por ejemplo, quién es Danny Blanchflower, jugador norirlandés que fue ídolo en los sesenta y capitán del Tottenham Hotspur en esos años, justo cuando consiguió un doblete en Inglaterra.

Como otra de mis pasiones es la música justamente recordaba a U2 por el famoso e infame asunto del Sunday Bloody Sunday. Se cumplieron 50 años de ese evento que marca el origen de esa canción. Es un conflicto que tiene muchísimo tiempo entre las dos Irlandas, la protestante y la católica.

Recordemos además la relación que tienen las dos Irlandas con Gran Bretaña: una forma parte de y la otra es independiente. Pero siempre han estado en la estridencia de ser las islas rechazadas. En este sentido, la fuerza y rebeldía de sus futbolistas forman una presencia importante para ellos, los irlandeses.

Si llevamos esto a Belfast, si bien no termina por ser un elemento primordial, el balón se transforma en una salida a sueños e inspiraciones, como con este jugador que mencionas, quien es uno de los primeros héroes y ejemplos de las infancias norirlandesas. El futbol es una salida a problemas. Es una escapatoria a conflictos sociales y económicos, por algo es tan relevante para los irlandeses.

Belfast nos remite a ese futbol que hoy muchos consideramos extinto, es decir, el futbol romántico. Me refiero a ese que se juega en la calle, que se imagina a partir de lo que escuchamos.

Y también nos remonta a otra afición de futbol. No sé si a partir de figuras como Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, la afición se internacionalizó más. Quiero decir que los chicos de ahora ven a estos dos futbolistas como los ídolos heroicos del balón sin que sean de su país. A nosotros, en cambio, nos tocó construir una pasión a partir de lo local, de los ídolos locales.

Belfast tiene muchos ecos. Cuando se estrenó hubo quienes se refirieron a ella como “la Roma” de Branagh, esto en alusión a la película de Alfonso Cuarón. Recurriendo precisamente a Roma, hay una frase muy linda que dice uno de los personajes: “El Cruz Azul siempre gana”. El mismo Cuarón reconoció que metió esta frase a propósito por todas las situaciones tan complejas que los aficionados del Cruz Azul habíamos vivido antes del título de 2021 (la maldición de no ganar campeonatos).

Curiosamente Roma está enmarcada en la misma época que Belfast. Bueno, Belfast corresponde a finales de los sesenta y Roma a inicios de los 70, un periodo muy estridente de movimientos sociales en el mundo. En ambas hay un contexto futbolístico interesante y de importancia para sus directores.

Con Belfast, Kenneth Branagh rinde además un homenaje a quien fue un ídolo que muchos niños construyeron a partir de la oralidad de los relatos o la radio, Danny Blanchflower. Y lo hace solamente poniendo su nombre en un muro donde está dibujada una portería. Es como un juego, o una extensión de esa oralidad porque no nos lo muestra, sino que nos lo menciona para que nosotros indaguemos sobre este héroe norirlandés de las infancias.

La tristeza del niño protagonista por tener que separarse de su ciudad implica amigos, familia, recuerdos, un primer amor y las calles donde juega futbol. Al final terminan siendo remembranzas a las que el director muestra como un tributo. Todo esto dentro de un periodo histórico con cambios sociales, culturales y políticos en Irlanda del Norte que tampoco nos muestra del todo. Nos pone sobre la mesa temas para que también le rasquemos por nuestra cuenta.

Además nos da la opción de interpretar. Al final, así lo quiero ver como el romántico futbolero que soy, Buddy, el niño de Belfast, podrá ver en vivo al Tottenham Hotspur tras huir a Inglaterra junto a su familia.

No lo había pensado así, pero es una bonita manera de ver hacia el futuro. Es más, eso ocurre con las artes. La película lo tiene con el aspecto cinematográfico en esos momentos de luz que le ofrece al chico a través de los filmes que ve en el cine. También podrá ver más y nuevas películas.

Creo al final estamos hablando de ese futuro que hoy es presente de Branagh, quien creció para ver en vivo a su Tottenham Hotspur y es director de cine. No muy distante del caso parecido con Paolo Sorrentino y Fue la mano de Dios.

Algo bonito del futbol es que en la cancha hay una paridad en cuanto se escucha el silbatazo inicial. Pese a que puede haber cosas que marquen diferencias a favor de alguien más, el pequeño puede ganarle al grande en algún momento. Eso ocurrió con el Nápoles cuando llegó Diego Armando Maradona a ese equipo, a esa ciudad.

Es curioso que también se ligue a la sensación de Roma y Belfast. Aquí hay una remembranza especial de Sorrentino por la Nápoles de su adolescencia, un territorio que cambió por completo con un fenómeno social relacionado al futbol.

¿Qué tiene el futbol que se acomoda muy bien en el cine de forma evocativa?

Es evocativo para nosotros porque no vivimos en esa Nápoles de los ochenta, pero es nostalgia para Sorrentino. A este director, según lo que él ha contado, Maradona le salvó la vida con su arribo a Nápoles. Esa anécdota está presente en la película. Hay una escena donde vemos al joven Sorrentino que por el futbol termina viendo algo que lo libra de una situación que no lo tendría ahorita como director de cine filmando una película que recuerda esa época.

Aparte de eso, ¡todo el fenómeno que implicó la presencia de Maradona! La gente de Nápoles era mal vista por la gente del norte de Italia y eso cambió por la llegada de quien fuera el mejor futbolista del mundo en ese momento. Rompió una barrera que podemos ver con la partida de este chico a Roma para estudiar y crecer en el cine, algo que probablemente no hubiera logrado en Nápoles.

Otro detalle que tienen estas películas es el rescate de la forma en que nuestros viejos y nosotros mismos nos acercábamos al futbol. Era a través de la radio, el periódico, revistas o lo que nos contaban otras personas.

Recordemos que el primer acercamiento del aficionado con un medio de comunicación fue el periódico. Hubo gente que aprendió a escribir y a perfeccionar su escritura para que otras personas leyeran sus crónicas. Había una gran inventiva porque el lector sabía sobre lo ocurrido un día después, o más.

La radio fue el siguiente medio para enterarse de lo que pasaba en un partido. Surgió una capacidad de los narradores por imaginar e improvisar para hacer partícipe al escucha de lo que ellos transmitían.

A raíz del poder de la imagen, de la presencia de la imagen para ver el futbol, se han vuelto perezosos aquellos que lo narran. No voy a mentir, a mí de repente me agradan los comentaristas de cierta televisora conocida por sus chistes. Pero como el futbol y la imaginación ya no son importantes para contar lo que ocurre, esto se ha perdido. Por eso no dejan de ser bonitas remembranzas que aparezcan en las películas porque los más jóvenes se van a preguntar “¿qué es esto?”, “¿cómo es que escuchaban los partidos por la radio?”.

No me voy a ir muy lejos, así me tocó vivir la Copa Libertadores de 2001 con mi Cruz Azul. Lo tuve que hacer por la radio debido a la incapacidad para pagar el sistema de cable en ese momento. Fue muy gracioso porque las narraciones eran argentinas y de repente se callaban cuando caía gol de Cruz Azul, les enchilaba mucho que los mexicanos le hiciéramos gol a sus equipos.

Justo que mencionaste el poder de la imagen y sus repercusiones al transmitir emociones, tanto Branagh como Sorrentino introducen al futbol en sus películas sin necesidad de caer en los clichés o en la obviedad de recrear un partido, por ejemplo. Ellos entienden que el espectador que es futbolero sabrá captar su emotividad con las viñetas que muestran.

También le ofrecen al espectador que no es futbolero la oportunidad de entrarle por otros aspectos. Con Belfast puede ser mediante la relación con la abuela, o la relación familiar. Con Fue la mano de Dios puede remitirse al crecimiento juvenil, o a la pérdida. Cada quien va agarrando elementos que le toquen sus fibras.

En el caso de los futboleros vamos agarrando esos elementos y además llenamos todavía más las conexiones que tienen con el balón, por lo que no requerimos de que nos recreen un partido. La magia no tiene que estar precisamente en la cancha.

Después de dialogar estas películas así, ¿las volverás a ver?

Luego de lo que platicamos, me animo a ver Belfast de nuevo por esta relación linda que también tiene con el futbol. Aparte es una película hermosa. No soy aficionado a los premios Oscar, pero es una película que hay que revisar. Destaca mucho en la filmografía de Kenneth Branagh, quien recientemente tenía una carrera muy dispar. En este caso se nota que es una película que quería hacer. Se nota que la abraza y la hace con gusto.