En el área donde fuimos ubicados y segmentados los representantes de la prensa, algunos reporteros clamamos por la atención de actrices o actores de Bardo: Falsa crónica de unas cuantas verdades para ser entrevistados en la alfombra roja. Unos tuvieron suerte, otros no. Para ese instante solamente faltaban las presencias de Daniel Giménez Cacho y Alejandro González Iñárritu en el propósito de completar la pasarela previo a la función inaugural del Festival Internacional de Cine de Morelia.

A la distancia, frente a las mallas de seguridad instaladas en inmediaciones del Teatro Mariano Matamoros, se escuchó un gran bullicio. Eran personas del público en general que acudieron a asomarse para sentirse cerca de las celebridades y tener la posibilidad de un saludo o una selfie. Estaban contentas porque González Iñárritu se acercó a ellas para saludarles y tomarse la foto. No lo podían creer.

Y no necesariamente todos eran fans de sus películas. Hubo asistentes a los que no les gusta Birdman, o Biutiful, pero le tienen respeto al director por triunfar en el extranjero. “Ganó varios Oscar. Hacerse de un lugar en Hollywood, no cualquiera. El señor ha hecho su esfuerzo y ahí está”, comentó una de las afortunadas que logró expresarle que lo admira. En contraste, también estaban aquellos admiradores que le tienen aprecio por haber hecho Amores perros, una película que recuerdan con cariño por cuestiones ligadas a sus respectivas nostalgias.

Ese contacto con el realizador fue valorado como un suceso increíble debido a que no todos los días pueden tener a un cineasta como él de frente y porque les pareció un acto de humildad. Compararon ese gesto con actitudes o desplantes que han tenido otras figuras públicas que llegan a Morelia y evitan esa conexión con la gente.

El hecho de recibir una atención de un famoso, que en este caso fue de un personaje del cine, es gratificante para ellos. Se dieron por bien servidos al saber que no fueron invisibles para personalidades de esa talla. En las ficciones o exageraciones que pueden derivarse de una interacción así, hubo quien presumió en redes sociales al director como su amigo. Valoran incluso como una nueva amistad ese instante.

Basta esa pequeña acción para modificar varias cosas, entre ellas el deseo por ver Bardo: Falsa crónica de unas cuantas verdades, trabajo reciente de González Iñárritu al que algunos no tenían en su lista de pendientes, pero ahora aguardan expectantes su estreno para determinar si les gusta o no lo que hizo el hombre al que pudieron tomar una foto de cerca, o al que consideran “amigo” en sus posts personales. De eso también va el cine: de aproximar al espectador desde actos que pensaban ficticios y se vuelven realidad en el momento menos imaginado. Con un oscarizado cineasta mexicano confirmaron que quienes construyen las historias que ven en pantalla son de carne y hueso. Amables, además.