De alguna u otra manera, la pandemia favoreció al cine mexicano porque varios títulos llegaron a un amplio sector de la población gracias a las plataformas de streaming; las salas de millones de hogares se convirtieron en salas cinematográficas para ponerse al día con estrenos que pasaron de largo en cartelera para mucha gente como consecuencia de los periodos de confinamiento. Entre esas películas, se puede mencionar a La diosa del asfalto y El baile de los 41.

 

“Tienen que ver La diosa del asfalto. Esa Ramira se manda sola”, recomendó una usuaria en Twitter. “Wey, la hija de Porfirio Díaz en El baile de los 41 está suprema”, escribió otra persona en esa misma red social. “¿Alguien sabe cómo se llama la chava que sale en La diosa del asfalto y El baile de los 41? Actúa muy cabrón”, preguntó alguien más en un tweet. Así, los misteriosos caminos del ciberespacio guiaron a los cibernautas hacia Mabel Cadena, actriz mexicana que ha cautivado al público por sus interpretaciones y multifacéticos personajes. Quienes tuvieron la oportunidad de acudir a Shorts México 2021 en la Cineteca Nacional pudieron verla en Cuatro minutos, un cortometraje del que se han expresado comentarios destacados por su actuación. 

 

Reconocida por la crítica como uno de los mejores talentos histriónicos nacionales de la actualidad, la actriz también ha logrado posicionarse en el gusto de los espectadores por su trabajo ante cámara. Asimismo, su figura ha sido representativa para actores y actrices de piel morena, esto debido a que suelen ser discriminados para estelarizar proyectos.

Sobre esto y más habla en entrevista exclusiva con Spoiler.

La diosa del asfalto

Un fenómeno muy raro ocurre con esta película. Desde su lanzamiento hasta la fecha, no pasa desapercibida y genera controversia. Divide opiniones en cuanto a gustos, pero hay un punto que unifica criterios: el personaje de Ramira. Opiniones coinciden en que es lo mejor del filme. Entre sus aspectos distintivos le valoran lo cercano y real a una chica banda de la zona marginal de Santa Fe a inicios de los noventa y que formó parte de ‘las Castradoras de Santa Fe’. 

“En un principio no sabía si quería hacer esa película. Me tomé unos días para pensarlo porque no estaba convencida de querer raparme, por ejemplo. Después de una plática con Roberto Fiesco, el productor, terminé enamorada del proyecto y me convencí de tomar al personaje sin saber cómo trabajarlo. Y es que Ramira es una mujer completamente distinta a mí”, comenta Mabel.

Ramira es compleja. Primero la vemos salir de prisión, haciéndonos notar que es una mujer con un pasado delincuencial del que tampoco quiere desprenderse al estar en libertad bajo su rol de pandillera. Después observamos que su contrapeso es el amor y la ternura que quiere expresar cuando se enamora de una chica que le rompe el corazón. Entre esos extremos, su equilibrio es la complicidad que tiene con sus compañeras, así como su amistad con la diosa.

“Todo fue nuevo para mí. No estaba familiarizada con el lenguaje, no estaba familiarizada con las locaciones, ni con algunos sentimientos. Fue descubrir un México que no había visto. Lo había leído, lo había escuchado, pero no lo conocía. Las escenas que hicimos de noche, me permitieron ver lo diferente que era la ciudad a lo lejos y fue impresionante. Empecé a imaginar cómo era crecer en estos lugares (barrios marginales), cómo eran las noches ahí, qué pasaba con estas mujeres. El basurero fue impactante porque era real, no era un set montado, y no dudé en habitarlo, en estar allí, hacerlo nuestro hogar. Fue un proceso muy difícil”.

 

Para entender todavía más a Ramira, Mabel se apoyó en Ximena Romo, la protagonista, con quien diseñó un trabajo en equipo para sumergirse en una atmósfera que ambas desconocían en su totalidad. Debieron caminar por largos periodos para acoplarse a ese barrio, aprender a hablar como chicas banda de antes, a convivir con el ambiente de una zona urbana que desconocían.

“Algo que le agradezco a Ramira es que me dio mucho valor para asumir mis energías, para aceptarme como soy. Ramira me confrontó demasiado a mí, a Mabel. Este personaje me enseñó a vencer miedos, a ser más congruente y honesta conmigo misma. Estaba muy peleada con cuestiones de mi propia naturaleza, pero Ramira apareció para quitarme esa carga de encima”, se sincera.

El baile de los 41

Vestir un corsé todos los días para que Amada Díaz pudiera montar a caballo es un ejercicio actoral que quizá no se distinga a cuadro, sin embargo, implicó estricta disciplina. Eso debió hacer Mabel con rigor para que su papel fuera creíble de inicio a fin en la película. A la par tuvo que dedicar empeño en un aspecto trascendental que posiblemente el público no detectó de inmediato.

“Fue un proceso largo. Fue mucha información, fueron muchos ensayos antes de filmar. La única certeza que tenía es que quería empezar por mis manos para construir al personaje. Quería trabajar en el movimiento y la suavidad de mis manos para hacerlo todo con la mayor delicadeza posible. Eso fue un descubrimiento que me llevó a tocar el piano, al bordado, a la caligrafía. Toda mi energía se enfocó en las manos. Dediqué demasiada concentración en ello”.

Como la hija de Porfirio Díaz e integrante de un matrimonio fallido ante la homosexualidad de su marido, la actriz explotó al máximo su interpretación. Eso le valió ser nominada al Ariel como la mejor en su categoría, una distinción que ella desea compartir con Alfonso Herrera, su coprotagonista, y David Pablos, director del filme.

“Tuvo mucho que ver Alfonso porque es un compañero muy generoso y que te da todos los estímulos para poder hacer tu toma. Nunca se fue del set y eso hace una gran diferencia al construir algo. Por otra parte, David era minucioso para medirnos todo. Medía la sonrisa, medía los gestos, medía la mirada. Fue muy meticuloso en esos aspectos, cuidaba la expresión. Su forma de dirigir me llevó a tener plena autoconciencia de mi rostro y de mi cuerpo, lo que me llevó a conocer botones especiales de mi ser”.

La complejidad de dar vida a una mujer de principios del siglo XX y cuya privacidad era inmoral para la época, además de dolorosa para sus propósitos e ilusiones, le significó un reto de resultados inesperados en la percepción que tenía sobre sí misma en torno a la autoestima y la seguridad. 

“Amada me regaló algo bonito como actriz. Me dio la posibilidad de usar mi voz como mujer y como actriz, especialmente sobre cómo quiero usar mi voz como mujer siendo actriz. Eso es algo de lo que no tenía noción. El personaje vino a mostrarme la importancia de ese aspecto porque me dio claridad para saber cómo dialogar con mis directoras o directores en la construcción de mis personajes. Es un paso que no había tenido en mi carrera”.

El color de piel

Mabel es morena. Ese rasgo es plenamente identificado por el público, que a su vez lo aplaude ante el asombro de que actrices con piel morena tengan papeles protagónicos que salen del estereotipo con que se les muestra en pantalla. Ella rompe con el esquema de lo que algunos llaman “pelis whitexican”, es decir, producciones que promueven a los mexicanos como seres blancos, güeros.

En este sentido, la actriz es incluso valorada como un estandarte del cambio en personajes femeninos morenos. Puede decirse que ha abierto puertas para que productores, directores y guionistas reflexionen, replanteen y reinventen sus intenciones para contar historias en series o películas.

“Espero que sigan creciendo estas oportunidades. De algo que estoy cansada es de que los morenos tengamos que representar a personajes para los que pareciera que somos únicos en hacerlos. Me gustaría pensar que en algún momento las morenas podremos interpretar mujeres sin tener que hablar de su contexto por la piel, sin tener que justificar de dónde vienen. Últimamente me cuestiono el hecho de que si una mujer morena interpreta un rol no habitual a lo que se ve, se le tiene que excusar mediante la ropa. Por ejemplo, a una morena millonaria la resaltan con colores, con atuendos folclóricos, ¿por qué? No necesitamos eso. Puede vestir como cualquier otra”. 

Un avance que igualmente aprecian quienes han visto sus trabajos radica en evidenciar que las actrices morenas pueden ocupar el crédito estelar y no solamente ser relegadas como elementos de reparto con la responsabilidad de hacer lucir a sus contrapartes protagonistas.

“Un punto clave está en ubicar cómo se están abordando las historias y cómo se están abordando a estos personajes. Ojalá cada vez haya más personajes donde no estemos conteniendo a un personaje principal, sino que seamos el personaje principal”. 

Mabel está consciente que los personajes que elige vienen de menos a más en cuanto a intensidad y complejidad se refiere, por lo que el nivel de exigencia será mayor en sus próximos proyectos. No obstante, entre sonrisas, confiesa que le gustaría participar en una comedia, género que no se ha acercado a hacerle propuestas.

“Me gusta hacer personajes complejos, confrontativos, de amplias posibilidades para verme en varias formas de vida, pero me encantaría hacer una comedia. ¡No sé cómo me iría! Siendo sincera, me daría mucho miedo hacerla porque no sé qué tan buena sería haciéndolo. Lo cierto es que sí me agradaría hacer una”.