Percy Jackson y los dioses del Olimpo, la nueva serie de Disney+, sigue a Percy Jackson en una peligrosa búsqueda. Dejando atrás a los monstruos y burlando a los dioses, debe atravesar América para devolver el rayo maestro de Zeus y detener una guerra total. Tras perder a su madre, Percy es acogido en el Campamento Mestizo, un santuario para niños semidioses. Y allí deberá demostrar su valor y enfrentarse a sus orígenes cuando descubra que él también es un semidiós, y se adentrará en los peligros de perseguir a sus enemigos en busca del Inframundo.
Lo primero que salta a la vista al ver la nueva adaptación de los libros de Rick Riordan es la claridad con que está viendo y respetando a los espectadores hacia los que se enfoca la serie. Está desarrollada para un público infantil, a punto de pasar a la adolescencia, con las dificultades y desafíos que esto implica.
La serie es directa y sin mayores complicaciones. Ágil en su ritmo y presenta rápidamente su historia y conflictos, dejando de lado cualquier complicación innecesaria. No esconde la magia que rodea la trama y se establece desde un primer momento como una obra de fantasía que examinará más de algún aspecto de la vida cotidiana.
El protagonista se va descubriendo a sí mismo a través de estas aventuras que sorpresivamente se van desatando ante él. Primero está la confusión de encontrarse con nuevas realidades, y luego la necesidad de establecer lazos sociales para poder sortear lo que se le viene encima.
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Así como abre la puerta al nuevo mundo de su desarrollo personal, Percy también explora su pasado y construye su identidad. Esto mientras la acción va elevando las expectativas sobre lo que vendrá y los nuevos rostros en el camino lo van motivando a entender distintos aspectos de la vida. La protección de la familia, el sentido de la amistad, el funcionamiento de una comunidad. Son todos elementos con los que el protagonista va alimentando su crecimiento.
Establecido el sentido de la obra, viene lo aún más increíble que se vuelve todo con la sensación épica que le añaden los aspectos fantásticos del argumento. De un momento a otro Percy es víctima de bullying, pero luego es capaz de enfrentar a su desagradable padrastro y hasta a un gigantesco Minotauro. Sí, la sorpresa es tanto para él mismo como para el espectador.
Para ser televisión con un foco infantil los efectos están ciertamente bastante trabajados, mientras que los decorados se van sintiendo naturales en los escenarios por los que Percy se mueve.
En un comienzo Walker Scobell se siente medianamente tenso para lo que está representando, pero con el correr de los minutos se va soltando y entregando una actuación con la que su Percy Jackson se siente más natural. Está por verse cómo concluye la temporada, sobre todo después de que demostró el carisma que tiene en su trabajo previo junto a Ryan Reynolds, El Proyecto Adam.
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La nueva adaptación de Percy Jackson y los Dioses del Olimpo se siente adecuada en su tono, atractiva en su ritmo y sin baches mayores en sus primeros episodios. La proyección de este nuevo salto a la pantalla de la obra literaria best seller es positiva. Tiene el suficiente valor como para cautivar a los nostálgicos lectores de la publicación original como también a las audiencias formadas por nuevas generaciones.