Con el lanzamiento de la segunda temporada de Un extraño enemigo en Amazon Prime, Andrés Delgado vuelve a la pantalla como David, el joven que lidera la Liga Comunista 23 de septiembre. Los tiempos han cambiado. Debe transitar del trágico cierre que fue la década de los sesenta hacia la convulsa década de los setenta que inició con la Matanza del Jueves de Corpus, conocida como ‘El halconazo’.

La preparación actoral de Andrés para este proyecto fue de rigor exhaustivo en investigación. La construcción de su personaje trajo consigo un fuerte nexo empático con los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971, así como con todas las víctimas de la Guerra Sucia. La represión manifestada con asesinatos y tortura genera en él un cuestionamiento propio acerca del porqué se ha reducido el interés de las generaciones actuales hacia ese contexto histórico de México.

En contraste, el joven actor disfruta su nominación al Ariel en la categoría de coactuación masculina por una película que abona a encontrar la belleza de la vida en pequeños detalles y en personas con las cuales jamás se imagina interactuar. Se trata de Cosas imposibles, dirigida por Ernesto Contreras.

Platicamos en Spoiler sobre ambos trabajos y su repercusión en lo individual dentro de su promisoria carrera como intérprete.  

 

 

Entrevista con Andrés Delgado, actor de Un extraño enemigo y Cosas imposibles

Andrés, luego de toda la información que recopilaste, almacenaste y procesaste para entender los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971, ¿crees que estamos en deuda con esas juventudes, especialmente con aquellos jóvenes que fueron asesinados y torturados?

Sí, definitivamente creo que sí. En primera instancia podría decir que hemos hecho mal en olvidar. Sin embargo, más que olvidar, hemos descuidado el respeto hacia ellos. Con respeto me refiero al conocimiento y entendimiento de lo que motivaron esos movimientos y en sus consecuencias terribles para esos jóvenes.

Hay una juventud actual que escuchamos “no se olvida”, pero se le toma como un eslogan vacío porque se ha dejado de rascar esa herida, de hurgar en ese dolor. Estamos heredando una ausencia de razonamiento, complejización y entendimiento de lo que fue el problema. Como joven que soy, me atrevo a decir que incluso hay una distancia de empatía entre la juventud de hoy y la juventud de aquellos años. En ocasiones se nos ha trivializado el ‘68 y se nos cuenta demasiado poco sobre lo que fue la década de los setenta.

Preparándome para la segunda temporada de Un extraño enemigo repasé todas las atrocidades que se cometieron en los setenta. La Guerra Sucia es algo de lo que debería hablarse más. Noté que mucha información no nos llega a los jóvenes de hoy. Pareciera estar seleccionada para ciertos nichos intelectuales, no para toda la gente. 

Esas desatenciones obligan a ignorar a los que murieron o fueron torturados. No se les rinde el tributo y el respeto que merecen. Pertenezco a una generación en la cual sus estudiantes quizás no saben por lo que levantaron la voz los estudiantes de 1968 y 1971.

¿Qué tan fácil o difícil fue para ti abstraer toda la información que tuviste al alcance y que buscaste? 

Se me puso la piel helada. Empaparme de todo ese material para tratar de entender qué pasó fue un shock. Mi padre fue autor de canciones de protesta, por lo que conocía más o menos lo que fueron los movimientos estudiantiles y el accionar del gobierno para reprimirlos, pero nunca me introdujo más allá a ese tema. Tampoco fui tan curioso de entrar a él de lleno hasta que apareció Un extraño enemigo en mis proyectos.

Entre lo primero que hice fue ir a las publicaciones periodísticas de esos años para leer artículos, notas, columnas, crónicas y reportajes. Fui comparando cómo daban la información unos y otros medios, además de ver cómo iba manejándose el discurso en años posteriores. ¡Fue un abrir de ojos! Me resultó increíble descubrir la cantidad de información que se ocultó y se distorsionó.

Luego fui a observar y estudiar la memoria fotográfica. Fue terrible. Hay imágenes que describen de forma brutal el nivel de violencia que se ejerció contra los estudiantes, así como el abuso de la autoridad en su contra. Complementé eso con la bibliografía existente y testimonios. Entonces tuve una enorme amplitud para la comprensión de lo que fueron los sesenta y los setenta, principalmente las matanzas.

En una opinión netamente personal, me parece que Un extraño enemigo es una radiografía del origen de una gran parte del resentimiento y de la violencia en este país durante su historia reciente. Con razón tenemos tanto dolor. Con razón tenemos tanto enojo acumulado. Después de esas atrocidades cometidas contra la juventud, no hay manera de no pensar que generaciones posteriores íbamos a transitar en un espiral de violencia y resentimiento. Es imposible que como sociedad no carguemos con esas condiciones que marcaron al país.

¿Cómo ha sido la transición de David, tu personaje, de la primera temporada a la segunda? ¿Qué cambió en ti como actor con base en lo que te preparaste?

Algo que me brinca mucho es que la mayoría de los crímenes quedaron impunes. Uno de los partícipes de esas atrocidades recién falleció tranquilo en su casa y rodeado de lujos. Eso es indignante. La injusticia suscitada y solapada por tanta gente en el poder es repugnante. Lo peor de todo es que sigue pasando.

Por otra parte, sumergirme en la tortura es muy fuerte, delicado. El simple hecho de acercarme a ella para informarme y tener noción de lo que sufrieron sus víctimas en la Guerra Sucia es algo estrujante. No te entra en la cabeza que alguien infrinja dolor sin remordimiento y disfrutándolo a cambio de obtener un beneficio para sus intereses. Es perverso. Es horrible saber que existe gente que se entrena y prepara para torturar. Ese tipo de personas me parecen lo más bajo porque hablamos de gente sin alma, muerta en vida. 

¿Qué significa tener la oportunidad de ser partícipe en la recreación audiovisual de sucesos que antes era prohibido siquiera mencionar?

Es un privilegio, así de sencillo. Pienso en actrices y actores de generaciones anteriores que quisieron participar en historias ligadas a estos temas. No pudieron hacerlo porque no existieron las condiciones de libertad para que así fuera. Ahora que me toca a mí, lo hago con ese compromiso y  respeto de pensar en los jóvenes que fueron asesinados y torturados. 

Un extraño enemigo, a diferencia de otras producciones, como Rojo amanecer, es un contenido pop. Es verdad, es un contenido pop. Sin embargo, me parece muy importante que se haga de esta manera porque logran que el público se adentre y se interese en lo que sucedió, además de conectar con nuestro pasado reciente. 

Dando un giro al otro extremo, vayamos a Cosas imposibles. Se trata de una película que la sentimos como un abrazo en plena pandemia. Nos vino bien por todo lo que estábamos viviendo. ¿Cómo llega a ti ese proyecto?

Fue una película que me generó una bocanada de aire fresco, una bocanada con sabor a hierbabuena. Que apareciera en mi vida fue como una esperanza en mi carrera y en mi persona. Yo venía saliendo de un proyecto que demandó un proceso denso debido a que mi personaje era oscuro, duro. Aparte tuvo una duración de varios meses de rodaje. Necesitaba algo así. 

En un casting caí en las manos de Ernesto Contreras. El guion me encantó desde que lo leí. Sentí que era algo que debía hacer. Una historia así la quieres hacer sí o sí. Tuve la fortuna de quedarme. Después de eso disfruté demasiado el rodaje, tanto por la trama como por la candidez que tiene Ernesto para dirigir y hacer equipo. 

Entre sus cualidades, la película nos muestra un pedazo de Ciudad de México que no se ve en contenidos audiovisuales y que, por ende, un sector del público desconoce. En ese espacio, que es una unidad habitacional en Iztacalco, existe una juventud a la cual representas en la ficción. ¿Te sentiste parte de? 

Sí, claro. Fue encontrarme con un mundo completamente desconocido en la ciudad donde vivo. Para conectar, me puse a jugar futbol con los chicos que viven ahí, o en esa zona. Estuve yendo de forma constante a la unidad habitacional para convivir e interactuar con los chavos. Me senté con ellos para escuchar las problemáticas que tienen, el lenguaje que utilizan.

Trabajé también en saber cómo se llevan, cuál es su relación con chicos de colonias aledañas, qué les duele, qué es lo que callan. Fue un proceso demasiado rico. Entrar a ese universo colorido fue de armonía. No por nada es colorida la fotografía de César Gutiérrez Miranda. Captamos una esencia alegre, no violenta como tendemos a enjuiciar y juzgar a los jóvenes que habitan al otro lado de la barda que no conocemos. 

Hubo accesibilidad de su parte para que me integrara a su mundo. Comprendí entonces que en ocasiones llegamos con prejuicios y estigmas sin tener idea de lo que en realidad hay detrás de eso que preferimos criticar o menospreciar. Fue una experiencia enriquecedora que me hizo notar lo clasistas que incluso podemos ser con quienes son iguales que nosotros. Me otorgó la posibilidad para dejar de ser injusto con otros según las idealizaciones que se nos han vendido sobre ciertas zonas de la ciudad.

¿Cómo recibes tu nominación al Ariel precisamente por Cosas imposibles

Es un incentivo. Lejos de pensar en que ya la hice o ya llegué a ser visto por directores, la nominación es un aliciente para regarla todavía mejor, para jugártela más fuerte, arriesgar más. Es una especie de arnés para sujetarte ante algo más temerario que pueda venir. Vaya, es gasolina para continuar en una carrera en la que nunca sabes cuál será el siguiente papel y qué te va a exigir. También es un guiño para que actrices y actores jóvenes sepan que sí es posible hacer cine y participar en historias de esta magnitud.