Venganza silenciosa es la cruda historia de venganza de un padre atormentado (Joel Kinnaman) que ve morir a su pequeño hijo cuando queda atrapado en el fuego cruzado de una pandilla en Nochebuena. Así, hace de la venganza la misión de su vida y se embarca en un régimen de entrenamiento agotador para vengar la muerte de su hijo.

Si hay un director con alta reputación en el mundo de la acción, ese es John Woo. El hombre se hizo un nombre durante los 80’s y 90’s con sus películas cargadas de acción estilizada e inconfundible. Con el uso de una cámara lenta que lucía como nunca a sus personajes y acentuaba la tensión de los sucesos en movimiento. El asunto es que el realizador repentinamente desapareció de mapa de la industria del cine y con ello aparentemente perdió la práctica.

Su último esfuerzo en la gran pantalla fue una producción china titulada Manhunt, remake de Kimi yo fundo no kawa wo watare, de 1976. Una película que ya daba cuenta de los trastabilleos del cineasta. Lejos estamos de su gloriosa entrega épica Acantilado Rojo (2008-2009), que en más de cuatro horas narraba una batalla legendaria que cambió el curso de la historia de China. O de sus andanzas de pequeñas grandes joyas en Hollywood como Broken Arrow (1996) o Face Off (1997). Y aún más distantes estamos de esa maravilla llamada Hard-Boiled (1992) o The Killer (1989). De hecho, Woo está trabajando en un remake de esta última para presentársela a nuevas generaciones.

Es que ahora tiene tantos aciertos como decisiones erráticas en Venganza Silenciosa (Silent Night). El componente acción está. El desafío de hacer una entrega prácticamente sin diálogos que se entienda, también se logra. El asunto es cómo decantan esos elementos en situaciones absurdas, de una torpeza increíble y finalmente algunas escenas absolutamente ridículas.

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La acción bruta y de coreografías que evidencian la torpeza de los personajes, da mayor credibilidad a la historia. Porque un ciudadano común y corriente jamás será experto en venganzas de este calibre. Punto para Woo.

Otra cosa es el uso de la cámara para retratar los movimientos de manera tal de elevar la tensión frente a lo que se plasma en pantalla. Planos secuencias atractivos de ver, nutriéndose de una fotografía con un tacto delicado para retratar la belleza de la violencia.

El director suma también al establecer el lado emotivo de la trama de una mejor manera que en otras apuestas del género. El silencio por momentos se hace desesperante. Y Marco Beltrami acentúa el compromiso emocional con la banda sonora.

La película escoge una temática con la que puede generar plena empatía con el inconsciente colectivo de las audiencias. El hijo del protagonista fue el daño colateral de un enfrentamiento entre pandillas. Un tema muy real y actual que se alimenta de la sensación de inseguridad reinante en la población.

Sin embargo, aquí la mirada perfectamente puede dar un giro. Es que la película tiende a enviar el mensaje equivocado a las audiencias más inmaduras. En el sentido de tomar la justicia por mano propia ante una tragedia. Aún así, John Woo no se equivoca al hacer una sentencia sobre las consecuencias de tomar este tipo de acciones.

Por otro lado, en algunos momentos se pasa de rosca con el CGI, con pasajes tristemente deplorables. Pero es algo que se intenta compensar con que la mayoría del trabajo es físico, de parte de los actores, y mayormente práctico en los efectos.

Joel Kinnaman hace un buen trabajo, aunque el guión de Venganza Silenciosa por momentos no lo acompañe.

Joel Kinnaman hace un buen trabajo, aunque el guión de Venganza Silenciosa por momentos no lo acompañe.

John Woo no está a punto. Vengaza Silenciosa dista de estar a la altura de sus mejores entregas. Pero quizás aprenderá de lo que debe potenciar y lo que tiene que eliminar de sus prácticas al ponerse a cargo de una película de acción en los tiempos actuales de sagas como John Wick y Misión Imposible. El hombre sabe, solo que no está dejando ver su mejor faceta. Este es sólo un testimonio de los vestigios de un maestro de la acción.