Después de pasar años apartados del mundo humano, los 4 hermanos se proponen ganarse el corazón de los habitantes de Nueva York y que les acepten como quinceañeros normales. ¿El plan? Concretar actos heroicos. Su amiga April O’Neil les ayuda a enfrentarse a un misterioso sindicato del crimen. Pero pronto se ven superados ante el ataque de un ejército de mutantes que se abalanza sobre ellos. Tortugas Ninja: Caos Mutante es el gran estreno animado en cines esta semana.

Si hay algo que decir en primer lugar de esta película es que tiene mucho corazón. Hay una inmensa inversión de cariño en todos sus aspectos, revitalizando una saga que ya alcanza casi cuatro décadas de existencia.

Lo que sin duda saltó a la vista desde el principio con el primer trailer, son las visuales. Si los adelantos se veían realmente alucinantes y profundamente trabajados, la entrega completa te habla de un esfuerzo considerable por diferenciarse de otras animaciones actuales. Con estéticas variopintas, pero transversalmente unidas por una fuerte expresión de arte urbano, como si las paredes del barrio hablaran; se logra un estilo particular y una identidad única.

Sumando puntos también aparece un guión que delinea inmediatamente a los involucrados en la acción. Cuando podría parecer reiterativo repasar una vez más a las figuras ideadas por Kevin Eastman y Peter Laird, la película ilustra muy bien las personalidades de los cuatro protagonistas y les insufla nueva vida. Les imprime rasgos contemporáneos.

Tiene a adolescentes actuales explorando el mundo, con anhelos e inquietudes. Con falta de experiencia y poco sentido del riesgo. Intentan comprender un contexto que es hostil con ellos, ante el que no se rinden para darle una oportunidad de apreciarlos. Los incomprendidos buscando aceptación, el juego de los marginados. La condena de la discriminación por ser diferentes. Eso hasta que encuentran una vía para hacer la conexión definitiva a través de April O’Neill.

La dosis de realidad no sólo llega para ellos. Sino que también para su padre adoptivo. Porque si bien aquí priman las jugarretas de los cuatro chicos intentando resolver una situación adversa, también es una historia que habla del padre que debe soltar a sus retoños. Incluso a pesar del miedo que esto genera. Esa es la única manera de que crezcan y acepten sus responsabilidades. Sobre todo tras las herramientas que ya les entregó en su crianza e improvisada educación. Está la experiencia de crecer, el camino a la adultez, pero también la maduración como familia. Esto no es mera entretención puesta en la pantalla, son procesos de la vida.

Si la propuesta no parece lo suficientemente contundente hasta ahí, súmenle una banda sonora simplemente de lujo. Trent Reznor y Atticus Ross ponen toda su experimentación sonora al servicio de la dinámica visual y argumental. Mientras, caen no solo referencias que sacaran más de una sonrisa al fanático más acérrimo de los Adolescentes Mutantes. Sino que también está plagada de guiños a la cultura popular actual con las que conviven los protagonistas y el mismo espectador. Todo en medio de atractivas escenas de combate, secuencias de persecución y un final grandilocuente como se lo merece la trama.

Así se cierra el círculo de esta revitalización de un fenómeno de masas. Eso es las Tortugas Ninja: Caos Mutante, un bastión de lo pop. Un vehículo para el reflejo de tus años más locos y despreocupados. La transmisión de una sensación positiva, a pesar de los embates de la vida cotidiana. Una ebullición hormonal, colorida y dispuesta a entregar una hora y cuarenta minutos de contundente diversión. Con encanto tanto para grandes como para chicos.