En Damisela, de Netflix, una joven acepta casarse con un apuesto príncipe, pero descubre que todo es una trampa. Es arrojada a una cueva con un dragón que escupe fuego y debe confiar únicamente en su ingenio y voluntad para sobrevivir.
La película tiene buenas intenciones. Busca subvertir las expectativas que sugiere el título, dando un vuelco, si bien no muy original, distinto al de la doncella que debe ser rescatada por un valiente caballero.
De hecho, la trama parte muy idílica, como haciendo referencias a esa idealización del rescate, con una presentación del conflicto a través de paisajes bucólicos y cálidos; hasta que rompe con todo para volverse una trama siniestra producto de la traición.
Las puñaladas por la espalda aquí son varias. El poco alentador mensaje es que no se puede confiar en nadie, ni en tus más cercanos, ni siquiera en los lazos de sangre. La protagonista queda subyugada a la precariedad económica de reino que rige su padre y es moneda de cambio para la prosperidad futura de sus vasallos, sobre todo ante las inclemencias climáticas de sus latitudes.
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La boda que sigue, con un príncipe lleno de inseguridades, es una mera fachada para la tragedia que se desata ante la mirada atónita y desesperada de la Elodie que interpreta Millie Bobby Brown.
La acción empieza cuando el espectador puede prestarle atención a la película. Esto después de recibir oleadas de gritos de la protagonista, que más bien te sacan de la historia antes que que generar una sensación de empatía con su sufrimiento.
Brown se nota comprometida con lo que hace, pero el guión no le da mucha cancha. La historia es simple y sus revelaciones no muy impactantes. Más bien son bastante predecibles, cuando te insinúan que algo están ocultando pero el desarrollo no lo hace de manera muy interesante.
Así es como el argumento comienza agrietarse. Y todo parece más bien una oportunidad perdida para contar una historia de fantasía que busca romper con cánones establecidos. El centro de todo es el enfrentamiento de Elodie con el dragón amenazante. Animal que goza de un buen diseño pero las imágenes computarizadas poca justicia le hacen.
La mejor decisión creativa que ofrece Damisela es la de otorgarle al dragón la inconfundible voz de la actriz Shohreh Aghdashloo. Los diálogos ejecutados con los efectos sonoros propios de hacer hablar a una bestia feroz hipnotizan desde la primera vez que se escuchan en pantalla. Entre rugidos y el fuego mortal que arroja la bestia mítica, los intercambios con la protagonista se escuchan perversamente deliciosos y desalmados. Aghdashloo no está ahí pero su presencia se deja sentir fuertemente en la inhóspita cueva. Ese es el verdadero triunfo de esta entrega del español Juan Carlos Fresnadillo.
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Más allá de eso, Damisela es una película que no guarda sorpresas. Ofrece una acción que es por momentos deslumbrante, pero que decae en cuanto a la construcción de su universo. Poco y nada hay en los personajes secundarios y la verdadera villana carece de toda sustancia, a pesar de cultivarse en la piel de alguien como la experimentada Robin Wright. Lo nuevo de Netflix funcionará para los espectadores menos exigentes y será olvidable para el resto.