Miranda es una chica que juega en el equipo Manchester Acatitla. Para trasladarse a la cancha y volver a casa debe utilizar la combi, único medio de transporte en su zona de residencia. Después de un partido, en el trayecto a su hogar, es víctima de acoso al interior de una unidad.

Ella es interpretada por Fernanda Rivera, actriz que manifiesta estar contenta por la nominación al Ariel que recibió el cortometraje dirigido por Selma Cervantes. Su alegría tiene tres motivos de ser: el aporte femenino detrás de cámaras para contar la historia, la visibilización de la periferia y el futbol femenil. 

En Spoiler platicamos con Fernanda para ampliar la conversación acerca de los puntos que aborda Manchester Acatitla, un contenido que ha sido bien recibido por la comunidad futbolera.

Entrevista con Fernanda Rivera, actriz de Manchester Acatitla

¿Qué te atrapó del guion y por qué aceptaste protagonizar la historia?

Es una historia que no me resulta ajena. Más que el futbol, lo que llamó mi atención fue el hecho de que estaba centrada en la periferia de Ciudad de México. Conozco muy bien la periferia, crecí en ella. Pertenezco a esa población que creció en zonas que no están para nada comunicadas con la ciudad y transportarnos de un lado a otro es un calvario.

En cuanto al futbol en sí, yo jugué en el barrio. Hacíamos partidos de hombres contra mujeres en la calle o donde pudiéramos. A diferencia de la ciudad, donde se tienen todas las facilidades y condiciones para jugar, nosotros teníamos que hacerlo con lo que se tuviera al alcance. 

Se trata de una periferia que ignoramos, menospreciamos u olvidamos quienes radicamos en la ciudad. Manchester Acatitla visibiliza a la combi no solamente como único medio de transporte para mucha gente, sino como una extensión de los problemas que enfrentan día con día.

Desde que empecé a actuar en cine he notado una gran falla en las producciones que abordan historias del barrio. Y esa es el pleno desconocimiento de lo que es la vida barrial. Crean historias a partir de lo que imaginan, leen o escuchan, pero no desde el corazón y la entraña que es un barrio. Hay narrativas que son tratadas desde un plano superficial, incluso romantizado de las situaciones o condiciones que vivimos quienes nacemos o crecemos allí.

Digo lo anterior porque Selma y yo sabemos lo que significa viajar en combi, hacer fila para alcanzar lugar, angustiarse porque no hay unidades, preocuparse de que te toque un chofer agresivo o con malas intenciones. Sabemos lo que es andar con miedo y convivir con ese miedo para que no te vean débil. Te haces fuerte porque no te queda de otra. Esa es una de las tantas cosas que vivimos en el barrio. 

En lo personal puedo contar que aprendí a cambiarme de ropa durante los trayectos en combi, metrobús, metro o camión. Para proteger mi físico y no ser acosada, me salía de casa cubierta en pants o con prendas desagradables con tal de no sentirme vista. Ya que me acercaba a zonas de trabajo como la Roma o Polanco, me terminaba de poner bien el vestido, los tacones u otras prendas que requería para citas, entrevistas o castings. Para poder llevar a cabo una vida en la ciudad tuve que hacer eso que aprendí en el barrio. Que de romántico o superficial no tiene nada. 

¿Cómo fue para ti construir o preparar la secuencia de la combi? El acoso que sufre tu personaje al interior de esa unidad no solamente es tenso, sino desagradable.

En mis trabajos procuro no partir de adjetivos o de ideas porque se corre el riesgo de sobreinterpretar las situaciones. Para Manchester Acatitla tomé como base las sensaciones, específicamente las sensaciones concretas de lo que implica viajar en el transporte público con personas que comparten ese mismo espacio. Procuré atender los elementos emocionales y humanos de esa experiencia. 

Erradiqué la idealización de lo que sufre mi personaje. Trabajé en el presente de su circunstancia, es decir, el de una chica que terminó de jugar, está cansada, quiere llegar a su casa porque tiene tarea que hacer para el día siguiente y quiere dormir. En consecuencia, el acoso que sufro es inesperado, tal como nos ocurre en la vida real a muchas mujeres en una combi, un camión o el metro.

En el marco de una historia de futbol femenil, este cortometraje nos abre los ojos hacia la complejidad que viven las mujeres en la periferia por diferentes motivos. ¿Qué lectura te removió más a ti?

La secuencia en que mi personaje está siendo acosada y se paraliza, me rompió el corazón. Hay un momento en que una señora la toma de la mano. Pero en cuanto el tipo que la acosa y toquetea se va, nadie le pregunta si está bien. Nadie la contiene después de lo que ha pasado, después de lo que vieron. Incluso la señora le quita la mano. Da la impresión de que tienen vergüenza por auxiliar a una mujer en una situación así. Lo perciben como un acto vergonzoso.

Ese detalle tan sutil es verdad. A mí me ha pasado. Ante el acoso que sufrí en el transporte público, la gente no sabe cómo reaccionar, no sabe cómo sostener eso. Terminan dejándote más expuesta de lo que ya estuviste. Es por eso que muchas que hemos crecido en el barrio nos volvemos más bravas, por así decirlo. O es el peligro, o somos nosotras. Nos urge trabajar en la contención inmediata con las víctimas de acoso. Es preocupante que no sepamos qué hacer o cómo ayudar a alguien. 

Aparte de hacer visible a la población de la periferia, Manchester Acatitla obliga a pensar en esas otras chicas que quieren ser futbolistas y viven en zonas alejadas de todo lo que requieren para ese propósito. Muchas de ellas habitan en barrios. ¿Cómo es el futbol para esas niñas y adolescentes?

Es una exigencia mayúscula. El tiempo de traslado para ir a entrenar es el doble o el triple de lo que tarda cualquier otra chica que radica en la ciudad. Es agotador. A eso sumemos los riesgos que corren en el trayecto, mismos que pueden ir desde un acoso hasta algo peor. Eso sin contar que muchas no cuentan con canchas o instalaciones para jugar. Y si las hay, se las apropian los hombres. Peor aún si añadimos que la situación económica en sus hogares a veces ni siquiera puede cubrir el costo de los pasajes. Ahora, si quieren ver a sus equipos en vivo, los estadios quedan lejos y un gran número de juegos son en la noche. Es una experiencia casi imposible de que la vivan.

Tenemos muy poco dimensionada la dualidad de los mundos que convergen con Ciudad de México. Las oportunidades no son las mismas, hay grandes diferencias. Lo ejemplifico de la siguiente manera: quienes vivimos en la periferia somos una gran base para que la ciudad funcione. Pero los privilegios no se comparten con nosotros. En ese sentido considero que hay una deuda social con la periferia. Sus habitantes somos los que sostenemos los privilegios de la ciudad. Lo digo sin exagerar. Realmente nos encargamos de las labores rudas y arduas.

En la narrativa del futbol varonil hemos romantizado la historia del futbolista que viene del barrio. ¿Cabe esa lectura en el futbol femenil?

Debemos tener cuidado de romantizar y revictimizar a la mujer de barrio u origen humilde que llega a trascender en el futbol. En todo caso, lo atendible sería complejizar los problemas que enfrenta y debe sortear para que pudiera llegar al profesionalismo. Sin duda hay que reconocer su esfuerzo, su trabajo, pero si atendemos los obstáculos le abriremos camino a muchas más futuras futbolistas. Mostrar las cosas como son, contarlas tal como aparecen el camino de una mujer, es lo que tenemos que hacer. Es complicado decirle a una niña que sueñe cuando frente a sus ojos ve una realidad que le muestra todo lo contrario.