Pablo (Juan Cano) es un treintañero al que acaba de dejar su compañero de departamento con deudas, un perro y un fantasma. Para colmos, no puede superar a su ex y debe lidiar con sus propios temores como individuo. Este cúmulo de situaciones apuntan a un melodrama, o en un panorama más extremo a una tragedia. No ocurre así.

El director Roberto Doveris apuesta por una comedia de humor indie alejándose del chiste por el chiste. Deja que la cotidianidad de esa crisis haga surgir instantes humorísticos que a su vez funcionan para mostrar temas como la sexualidad, los afectos, la violencia hacia la mujer y el trato con las mascotas.

Para ello, Doveris se complementa con la presencia de un ente que participa en la vida de Pablo ayudándole con algunos aspectos. Lo hace no resolviéndole sus broncas sino mostrándoselas o manifestándoselas para hacer visibles los lazos que puede llegar a tener con su entorno y emociones, principalmente con las personas.

La película chilena Proyecto fantasma compitió por el Tiger Award en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam (IFFR) y charlamos con su director sobre este trabajo.

¿Cómo fue el proceso para hacer tu película en plena pandemia?

Cuando nos permitieron empezar a circular eran los meses de octubre, noviembre y diciembre de 2020. Entonces nos dimos cuenta que las condiciones eran propicias para hacer un proyecto como este. Teníamos un equipo chico, de pocos desplazamientos dentro de Santiago. Debimos cambiar de crew cada día porque había que respetar el límite de personas en un espacio, que era de 15. Entonces un día trabajaba con cinco personas, otro con 10 y así íbamos sincronizándonos. Eso sí, siempre cuidándonos con las medidas de higiene obligatorias para evitar contagios.

¿Desde un principio se estableció en el guión que la película debía transcurrir en un departamento?

Sí, desde el principio. Cuando me puse a escribir lo hice pensando en un departamento, en una sola locación. La idea del departamento fue tomando importancia porque parte de los conflictos que empecé a meter en el guión fueron experiencias que yo viví con compañeros de casa, es decir, actividades cotidianas que me rodeaban como jugar cartas con los amigos, el cuidado por las plantas.

En tu película hay un fantasma. Pero ese fantasma es buena onda y ayuda a tu protagonista con ciertos conflictos, además de mostrarnos al espectador la homosexualidad, la sexualidad, el placer, la amistad, la violencia hacia la mujer. ¿Cómo surge la idea de este fantasma que se aleja del terror y tampoco es Gasparín?

Quería hacer una película sensorial con un fantasma. Vi muchas referencias del género, desde títulos con hombres invisibles hasta The Entity, una película donde un alien o demonio viola a una mujer en reiteradas veces, ¡una cosa horrible! Vi la clásica de El hombre invisible, donde me inspiré para hacer la silueta de mi fantasma. También vi Ghost, por cierto.

Con mi fantasma no quería causar miedo en el espectador sino contar las relaciones invisibles que existen entre las personas, por eso no pertenece al género de terror. Siento que mi fantasma genera un cambio en la gente. Por eso es juguetón, travieso. Cataliza cosas de los personas que al final son positivas.

Hay una escena donde el fantasma le abre el balcón al perro para que entre al departamento porque lo dejaron castigado en la terraza. Vaya, el fantasma ha entendido todo aquello que los vivos no entendemos.

El perro actúa increíble, es lo máximo. Se trata de un animal que se lo dejan a mi personaje principal en la historia y es al que le echa la culpa de los desastres que ocurren en el departamento cuando el culpable es el fantasma. Por eso cuando el fantasma le abre la puerta es como compensarle un poco de los regaños que se lleva. Hay una complicidad entre ellos. Quise que el fantasma jugara con todos los elementos del espacio y el perro encaja de maravilla porque además es el único que nota su existencia.

En México tenemos ejemplos de buenas películas con tramas en un departamento, sin embargo, son melodramas. Tú apuestas por una comedia basada en un humor indie, sin chistes forzados ni sketches. Puede decirse que el humor es incluso involuntario.

Más que los diálogos, pensamos mucho en cómo debían ser los personajes. Independientemente de lo que dijeran, nos importaba saber desde qué perspectiva de mundo decían las cosas. Fuimos encontrando cierto humor. Queríamos que la gente se riera, pero también teníamos intención de que se proyectara con el personaje principal.

Lo que le pasa al personaje es un conflicto que nos pasa a todos. Tiene que ver con que llega a los 30 años y debe ser adulto. Eso implica pagar cuentas, dejar los sueños de lado, trabajar en lo que nos permite pagar la vivienda, superar a un ex. Nos podemos reír de esa adultez treintañera que es en realidad una crisis.

La actuación de Juan Cano es destacable. Da vida a un personaje, Pablo, contenido a pesar de que las situaciones que vive son para explotar.

Juan y yo somos amigos. Vivimos tres años juntos en otro barrio. Nos conocemos mucho. Algunas cosas del personaje son más mías que de él. Por ejemplo, el hecho de que sea gay y tenga un ex que es influencer famoso, soy yo. Pero también tiene mucho de él, sobre todo esa parte de contención, la dulzura y el querer ayudar. Lo de ser un poco emo también es característica de él. Su forma de ser encajó bien con la contención.

Hay una escena muy frontal del personaje de Juan Cano mostrándonos un instante de autoplacer, ¿o placer fantasmal? He de preguntarte por qué decidiste poner la cámara fija para ese momento.

Porque me parece que era una buena forma de catalizar una energía negativa que era la de su angustia. Creo que es una especie de exorcismo a través del cuerpo y del placer. Desde ahí en adelante no vuelve a estar estresado por el fantasma. También se exorciza de lo que siente por su ex.

Bueno, esa es mi interpretación de lo que ocurre en esa escena. Tiene que ver con mis intereses como director. Como realizador me importa mucho el aspecto sexual. Me parece una buena forma de invertir el género del terror a una historia fantasmal que tuviera placer, que fuera a lo carnal. Quería que el personaje viviera esa experiencia. Es un punto de inflexión que funciona como estructura de narrativa porque hasta ahí llega el sufrimiento que le pesa en su crisis treintañera.

Más que una acción placentera ejercida por el fantasma, mi interpretación es la de una masturbación necesaria para su personaje.

La teoría de que el fantasma no existe también es válida. El tipo tiene consigo mismo un instante de placer para dejar de sufrir y frenar el miedo que siente. Puede ser un tema de sugestión incluso tras haber escuchado sobre el sexo fantasmal en una charla anterior, así que lo pudo considerar una posibilidad.

Puede parecer osado para algunos espectadores, sin embargo, esos actos de intimidad los hemos tenido muchas personas. Se nos muestra lo que haríamos cualquier día, pues.

Me agrada que se perciba así. Esa era mi intención. Quería darle tiempo y belleza a esa escena. Recurrí a plano fijo, me acerqué más al cuerpo para mostrar la textura con planos cerrados y participar en esa acción de sensualidad. Aunque esta escena fue muy difícil porque Juan Cano es muy pudoroso.

Siento que cometimos un error en un detalle. Los directores de fotografía deciden un punto de luz que después se trabaja en postproducción. En ese momento decidimos hacerlo con un tono de luces media para después bajarla en postproducción. Técnicamente fue una decisión correcta. Pero no sé si en el set le dio la atmósfera de oscuridad a Juan Cano con relación a su personaje porque había más luz de la que se ve. Vaya, el actor puede sentir que no hay intimidad.

A lo mejor eso incrementó más el pudor que tenía.

Yo creo que sí. De todos modos lo superó. Pero al principio no estuvo tan cómodo por esa abundancia de luz. Pudo haber sido más fácil el rodaje de esta escena si desde un principiohubiéramos bajado el tono de las luces y así Juan Cano se sintiera menos incómodo.

Apelando a una máxima de Marcelo Bielsa (director técnico de futbol), tu película refleja la importancia de la nobleza en los recursos utilizados. La hiciste con lo que tenías al alcance.

Como productor me ha tocado hacer películas con material de rodaje de cinco días que al final no se usa. Es un exceso de gasto, de tiempo, de energía. Y como director creo que hay que sacarle mayor provecho al aspecto del equipo técnico y creativo de las cosas. Proyecto fantasma, creo, es una película inspiradora para los estudiantes de cine en el sentido de que pueden hacer una película con sus amigos, en su casa. Las películas tratan sobre lo que ocurre, así que no necesitan un helicóptero cruzando la cordillera en una balacera.

En vez de preguntarse qué necesitamos, se recurre a una forma de trabajar con base en los materiales nobles que hay a la mano y luego escribir para que esas cosas tengan sentido, transformarlas en elementos que cumplan una función.

Para que eso suceda es indispensable tener un guión, un buen guión.

Sí, totalmente. También hay que estar abierto a reescribir ese guión en función de los elementos. Hay que ir escribiendo las cosas. Volviendo a tu referencia de Bielsa, hay que entender cuáles son tus materiales para trabajar y sacarles el máximo provecho. Es fundamental no querer tratarlos como algo más que no son porque eso resulta contraproducente.

¿Qué viene después de haber competido en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam?

Tengo certeza de que estará en muchos festivales porque hemos recibido varias invitaciones. La selección en Rotterdam encendió las alertas de programadores en el mundo que pudieron verla. Me parece que este año será un recorrido por distintos festivales. Claro, me haría feliz que la película llegue a una plataforma de streaming global.