Hace tan solo unas horas llegó a Netflix la cuarta y última temporada de Yo, nunca. Con Maitreyi Ramakrishnan interpretando, una vez más, a Devi, esta historia encontró su final definitivo en diez divertidos y apasionantes, pero repetitivos episodios. Pues, lo cierto es que esta serie, a lo largo de sus tres temporadas, siempre ha contado una historia similar: amores, desengaños y mucho crecimiento emocional, pero siempre con su ápice atrapante y cómico

Es eso, justamente, lo que hace de Yo, nunca un éxito. Es una serie que nunca buscó sobresalir, siempre apostó por la misma fórmula, pero logrando destacar en su género: una comedia adolescente llena de dramas y romances. Esto mismo sucede en la temporada cuatro, aunque lo más destacable de esta edición es el crecimiento emocional y mental que tiene la protagonista. 

Luego de tener, por primera vez, relaciones sexuales con Ben Gross (Jaren Lewison) al final de la tercera parte, ahora Devi experimenta otros momentos de su vida. Si bien fue completamente dañada por este joven, quien siempre fue su máximo enemigo, en esta ocasión está enfocada en una carrera aún mayor y hasta, incluso, responsable: entrar a la Universidad. 

A medida que avanza la cuarta edición, la cual cuenta con diez episodios, Yo, nunca demuestra el interés que Devi nunca perdió: ser una estudiante aplicada. Aunque, en medio de esto, su despertar sexual la desvía de su camino predilecto, al igual que su eterno temperamento de competencia y enojo cuando algo no le sale bien o, las personas que conoce, la superan en lo más mínimo. 

Es decir, manteniendo la esencia que Maitreyi Ramakrishnan le desarrolló a Devi desde la primera temporada, ahora cada escena tiene un tinte especial: la del final de una historia, de una etapa. Como cualquier adolescente que cierra un ciclo en su vida y comienza otro con un paso hacia la adultez, es el camino que toma esta última temporada. 

Al mismo tiempo, hay que destacar que el goce del final es estupendo. Yo, nunca siempre contó con una fluidez episódica que no muchas series han conseguido. Su libreto está perfectamente creado para los jóvenes, captando de manera sublime su vocabulario y hasta el choque de generaciones y culturas. 

Pero, más allá de esto, una de las cosas que más me ha gustado, siempre de Yo, nunca es cómo se fueron cerrando las distintas etapas de la protagonista. Y ahora, en esta última edición, dejan en evidencia que siempre que una cosa termina, comienza otra aún mejor. Esto mismo sucede cuando se despide de ciertos personajes que marcaron su adolescencia y la ayudaron a cumplir ciertos objetivos. 

Además, claro, la incorporación de los nuevos personajes con los ya conocidos que fueron manteniendo su propia perspectiva y culminando su historia hace que esta serie tenga un cierre perfecto. Con emociones, dramas y muchos romances, los últimos episodios son destacables gracias, en parte, a su hermoso mensaje: todo se puede a pesar de las frustraciones y también por la importancia que se le da a la amistad y al amor propio

Nuevamente Devi Vishakumar ha logrado colarse en los corazones de sus espectadores con un entusiasmo sorprendente mostrando, claro está, lo eterno de su vida adolescente. Y, a pesar de que Yo, nunca es una serie de la que pocos se acordarán, ha sabido marcar tendencia en algunos aspectos rompiendo con estereotipos y desmotivaciones mostrando el lado divertido de la vida, y de la secundaria, pero siempre con responsabilidad.