La cotidianidad en México para las mujeres es macabra. Día con día se activan alertas para encontrar a menores de edad y jóvenes desaparecidas en distintas entidades. Diariamente también se reportan 10 feminicidios en promedio, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). En otras palabras, ser mujer es una condena en este país que parece odiarlas. 

¿Qué haría usted si fuera padre o madre y se entera que su hija ha sido secuestrada o está desaparecida? Esta es una pregunta inevitable de formularse a uno mismo después de ver La civil. Aunque bien deberíamos hacérnosla desde antes de ver la película porque, por cruel que se lea, la realidad nacional nos obliga a ello por el temor de que nuestras hijas, madres, hermanas o parejas, no retornen al hogar como consecuencia de la violencia imperante.

 

La película es también un recordatorio, e incluso una invitación, para ponernos en los zapatos de familiares que buscan a sus seres queridos reportados como desaparecidos. El énfasis principal, si así se le quiere percibir, está en atender a las madres buscadoras de México, un colectivo de mujeres que ha ido en aumento entre el dolor y la esperanza por encontrar a sus hijas o hijos. 

Una madre que acude a terrenos baldíos, desiertos o territorios solitarios para escarbar la tierra con intención de hallar cadáveres, prendas, piezas corporales o restos óseos que permitan identificar a su ser amado desaparecido es desgarrador, rompe el alma. ¿Qué infierno hay detrás para llegar a ese punto indeseable para una mamá? ¿Cuál camino tan podrido en el entorno y ausente de justicia debe transitar una mujer para tomar una pala como herramienta de ilusión y lucha?

Justo eso desmenuzan Teodora Mihai con la dirección, Arcelia Ramírez con la actuación, Habacuc Antonio de Rosario con el guion escrito junto a la directora, y Marius Panduru con la fotografía. Ese trayecto está basado en la historia real de Miriam Rodriguez, mujer que dio con el paradero de los secuestradores y asesinos de su hija Karla Alejandra luego de dos años de trabajar por su cuenta ante la ignominia e inoperancia de las autoridades. Desafortunadamente, tres de los criminales que logró encarcelar escaparon del penal y la asesinaron frente a su casa en San Fernando, Tamaulipas, en 2017.

Así como Miriam, miles de madres se movilizan como ella en la actualidad. Es por eso que La civil cabe en cualquier región del país, tristemente. Acerca la crudeza de esa búsqueda mediante Cielo, personaje que interpreta Arcelia Ramírez. La actriz se mete en la piel de una mamá que es capaz de todo con tal de encontrar a su hija. Sus matices (miedo, angustia, coraje, dolor) introducen al espectador en ese calvario que mediante la ficción impulsa hacia la empatía, a reconsiderar la indolencia que como sociedad hemos tenido con las madres buscadoras.

Marius Punduru refuerza esa experiencia con movimientos de cámara convulsos en momentos álgidos de la búsqueda, manifestación de la desesperación que conlleva el anhelo de localizar a una hija. También es duro y frontal al retratar lo inimaginable que una madre puede toparse en el trayecto (ojo a la secuencia del velatorio-crematorio). Nadie quisiera estar en esa situación, pero tampoco podemos hacernos los desentendidos con quienes sí lo están. 

No son menores las subtramas sobre los roles que juegan los hombres en estos crímenes. Desde el machismo que habita en el núcleo familiar para actuar de inmediato ante un suceso espeluznante, pasando por la deshumanización del crimen organizado, hasta la indiferencia de quienes deben procurar justicia, la madre buscadora lidia contra un monstruo masculino de mil cabezas. Sin embargo, no le teme. ¿Acaso cabe el pánico en una mamá a la que le han arrebatado la vida, entiéndase su hija? Y no, no cabe cuando lo más sagrado por ese ser querido la mantiene de pie, el amor.