Con base en cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el promedio de mujeres asesinadas en México al día durante 2021 fue de 10. Una realidad terrible, atroz. Aún más alarmante es el hecho de que un gran número de feminicidios ocurridos en nuestro país se desconocen, es decir, no son noticia. Quedan arrumbados en la peor forma del anonimato: el olvido.

Allí, en el olvido, el director Javier Ávila encontró su historia. Rescató el crimen de Cintia, una joven de 17 años asesinada en Tijuana. Puso nombre e identidad a una de las miles de víctimas que son tratadas como cifras por la justicia mexicana y que pasan desapercibidas para los medios de comunicación. 

Al hacerlo, como parte de su investigación, Ávila también encuentra en las acciones y voces de la familia de Cintia una radiografía de la violencia de género que sufren las mujeres en esa ciudad fronteriza. A través de recuerdos, testimonios e introspección sobre sus propias vidas, la madre y hermana ponen en la conciencia del espectador un cúmulo de situaciones machistas y misóginas que pueden conducir a escenarios peores, tal es el caso de los feminicidios.

En el recorrido de esta película del género documental, las frases dicen bastante. Mediante los pasajes narrados van desprendiéndose oraciones de suma relevancia para desmenuzar un fenómeno que desafortunadamente crece cada vez más a nivel nacional. Son indicativos del peligro inminente. “Este hombre tiene las llaves de mi casa”. “Los vecinos no oyeron nada. Lo vieron entrar y lo vieron salir”. “Le daba miedo salir sola a la calle”. “Yo ya había decidido no tener hijos, pero me emborraché…”. “Hay un inconveniente, mi mamá no te quiere”.

Dentro de ese collage de actitudes nocivas en una sociedad rota, se hace una referencia especial a las maternidades tóxicas, entiéndase a las que conciben en un hijo varón a un ser merecedor de todo a costa de lo que sea, por lo que fomentan y avalan conductas machistas en aras de lo que consideran el bienestar para sus retoños, así tenga que haber violencia de por medio hacia la mujer.

La inquietud del director partió de lo angustiante que le resultó saber que en 2016 la prensa dio a conocer el asesinato de cinco mujeres en Tijuana, un suceso que le aterró porque era inédito en la entidad durante ese periodo. A la par conoció a Arcelia, mamá de Cintia, quien le compartió su malestar por la nula atención del periodismo local respecto al homicidio de su hija. Ávila se interesó en el caso, especialmente porque había una clara idea acerca del asesino. Pero es justo en este punto donde el público tiene que hacer de tripas corazón porque dan ganas de gritarle a la pantalla, o mejor dicho a la maldita impunidad y al putrefacto sistema de justicia que impera en el país.


Niña sola va más allá de ser una película que obliga a la reflexión. Funciona como una invitación a no olvidar, a sentir cómo puede hervir la sangre frente a una realidad de la que no estamos exentos como sociedad. Es un recordatorio para no pasar de largo ante este tipo de eventos, mismos que hemos dejado crecer precisamente por tomar distancia de ellos con la ingenua creencia de que jamás afectarán nuestros entornos. Hoy, en el México de hoy, apelar a la indiferencia es igual o peor que el accionar de un ministerio público.