Muchas veces la estabilidad no implica felicidad. Imagina estar casada durante tres décadas con alguien con el que construiste un hogar con todas las comodidades posibles, pero aún así en este espacio de seguridad, en esos hábitos rutinarios y  hasta vacíos falta algo esencialmente necesario: la chispa. O su sinónimo: el placer…sí, ¡el placer ni más ni menos! También el disfrute, el goce, todo aquello que nos hace sentir vivos de alguna manera. Durante años, a las mujeres se las educó para ser lo que se consideraba una “señora”. Llegaban a cierta edad y ya era un must de aquellas épocas, “buscar” a un hombre con quien pudieran formar una familia. 

Por ¿deseo propio? La mayoría de ocasiones no, pero de todas maneras eso no importaba demasiado. Se hacía porque así la sociedad lo demandaba y con eso era suficiente. Mujeres de múltiples generaciones debían resignar sus deseos…deseos de vivir la vida que realmente querían para convertirse en “señoras de la casa” con la única función de complacer, primero, a su marido y luego a sus hijos. Y así dedicarse básicamente a las tareas denominadas del “cuidado” dejándose  de lado por completo en casi todos los aspectos… y uno bien podría ser el sexual. Permanecer al lado de una persona “hasta que la muerte los separe” no era chiste y decidir convertirse en la “oveja negra” para romper con este paradigma no era tan sencillo ni todos se “arriesgaban”.

Digamos que a Nancy le pasó algo parecido. Quizás su ejemplo es más contemporáneo. Ella logró realizar una carrera y mantenerse económicamente independiente de las finanzas de su marido, con el que estuvo casada durante 31 años. Sin embargo, en esos años prácticamente nunca fue feliz, pero se quedó por ¿seguridad?, por ¿miedo? Da igual, puesto que ahora y a dos años de la muerte de su esposo, Nancy está dispuesta a hacer todo aquello que nunca se permitió disfrutar mientras estuvo con él, por ejemplo, en el sexo…pero ¿quién es Nancy? Nancy Stokes es la protagonista de Buena Suerte, Leo Grande, una película dirigida por Sophie Hyde y con guión de Katy Brand que está magistralmente protagonizada por Emma Thompson.

En dicho filme, esta mujer de unos 60 años quiere experimentar lo que no pudo hacer sola ni con su marido. Así, contrata a través de una app a un joven trabajador sexual llamado Leo Grande, interpretado por Daryl McCormack, quien está preparado para cumplir todas sus fantasías como y cuando ella quiera. De esta manera, la cinta comienza con Nancy esperándolo en el cuarto de un hotel que parece estar ubicado en Inglaterra. Se la nota nerviosa y no del todo segura de lo que se quiere “animar” a hacer, pero aún así se queda hasta que finalmente el sofisticado y dulce Leo toca su puerta. 

Ese es el inicio de un conjunto de secuencias y diálogos simples pero profundos que reflexionan lógicamente sobre el sexo, el deseo, aunque también sobre los prejuicios, la culpa y la vergüenza. Sí, la vergüenza es el gran tópico de esta película británica. A medida que se va desencadenando la trama narrativa, que transcurre prácticamente solo en esa habitación, se revela cómo este sentimiento ha estado inmerso en la vida de Nancy desde siempre. Ella quiere conocer-SE, sentir-SE y descubrir su cuerpo como nunca. Pero el bloqueo, el autojuzgamiento no solo de sus fantasías sino, además, de su figura y de su aspecto juegan un papel fundamental en la primera mitad de la cinta. 

Y aquí el rol de Leo importa. Pero no porque se plantee como el “hombre salvador” que se representa en las películas de príncipes y princesas de antaño en donde el hombre venía a salvar a la mujer de la desdicha. No, Leo, se presenta como un joven sensible que le permite a Nancy descontracturarse. Sin dudas, la figura de Leo Grande plantea o hace carne una verdadera deconstrucción masculina. Así, lo había considerado la propia sexóloga Cecilia Ce en la presentación de la película en Buenos Aires. “Plantea a un nuevo hombre”, sostenía en aquel momento. Y tenía razón. Leo se mueve con soltura promoviendo la comunicación con su compañera. Gracias a esa manera de ser va edificando un ambiente cálido que le posibilita a Nancy abrirse y contarle todo lo que ha pasado. 

Por otro lado, Buena suerte, Leo Grande tiene la capacidad de interpelar a personas de cualquier género y edad. Porque, sí, una de las cosas a las que debe enfrentarse Nancy es al pudor no solo de confesarle a Leo que nunca ha tenido un orgasmo, sino que también tiene vergüenza de vincularse sexualmente a su edad, como si esto fuera cosa únicamente de gente de menos de 30 años. Pero ese pensamiento no es casualidad ni exclusivo de este personaje de ficción. Durante años, se ha ido construyendo un imaginario socio-cultural alrededor del sexo hasta conformar la creencia de que es solo una cuestión de jóvenes. Entonces, los y las que se interesan por esto pasada cierta edad son los conocidos “viejxs verdes o libidinosxs”. La película también logra romper con eso. El sexo es tan importante en la vida de una persona tanto si tiene 20, 40 o 70.

Hay que decir que la cinta posee esa habilidad de patear el tablero y mover la fichas dispuestas en la mente de públicos variados. Es que las inseguridades y los tabúes a los que se enfrenta Nancy también lo pasamos personas de otras generaciones en la actualidad, siendo protagonistas de relaciones vacías y sin conexión sexual alguna, muchas veces producto de no saber lo que en efecto queremos. Esa desconexión, esa desconfianza frente al otrx, a veces, radica justamente por la falta de educación sexual integral, por la falta de conocimiento y de experimentación personal previa al contacto con el otrx ¿Cómo esa otra persona va a saber lo que te gusta si vos no lo sabes?

El filme hace un gran e interesante recorrido por la vida de los dos personajes, al tiempo que va creando un espacio íntimo y seguro. Por eso, el diálogo y el consentimiento son los factores necesarios para que ambos terminen sintiéndose cómodos y, en última instancia, se transformen por completo. 

Buena suerte, Leo Grande es una especie de oda a la liberación y a la extirpación de tabúes y prejuicios, pero sobre todo es un himno al amor propio. Tal vez, una de sus mejores escenas es la que Emma Thompson "spoileó" en la edición especial del Festival de Cine de Berlín de este 2022. Allí decía que la secuencia en la que se mira al espejo completamente desnuda es “una de las más complejas de toda su carrera” porque sacudía su vida y sus pensamientos más allá de la actriz. “A las mujeres nos han hecho odiar nuestros cuerpos porque todo el tiempo nos muestran cuerpos tonificados y trabajados”, analizaba en ese mismo discurso. Y, sí, todavía hoy (aunque no como hace algunos años)  las redes sociales y la publicidad no hacen más que construir estereotipos de belleza hegemónicos que no representan a las millones y millones de mujeres del mundo. 

La película invita a celebrar nuestro cuerpo de la forma que es y a gozar de él en el momento que sea, con quien sea y a la edad que sea. Si bien puede sonar cliché, esta cinta es de visión obligatoria. En tan solo 97 minutos, Buena suerte, Leo Grande nos libera de la vergüenza injustificada y de esquemas arcaicos que tiñen nuestra vida de preocupaciones carentes de sentido y razones. Nos invita a dejar de estar pendiente de "lo qué dirán" y a disfrutar del sexo de la manera más natural posible. 

Además, qué decir de las actuaciones de sus protagonistas Thompson y McCormack, un actor irlandés de 29 años prácticamente desconocido y que con esta interpretación se prepara para una sólida carrera en el cine. La química entre ambos actores es innegable y su simbiosis es esencial para que la genialidad del guión, que cuenta con algunos gags humorísticos e irónicos, realmente sea creíble. 

Buena Suerte Leo Grande ya se puede ver en los cines de Argentina. Mientras tanto en España se espera su estreno para principios de septiembre.