Ir al cine siempre es gratificante, en especial si una película con la que uno tiene bajas expectativas te sorprende, te atrapa y, por sobremanera, es encantadora. Eso mismo me sucedió con La Sirenita, un live-action del que, definitivamente, no esperaba nada, pero me dio todo. No solo al revivir mi infancia, sino al demostrarme, una vez más, lo mágico del cine. 

Disney es magia y sus historias también, pero a veces, cuando a medida que pasa el tiempo se van modificando, no terminan de convencer al espectador. Y esto fue lo que llevó a La Sirenita a generar controversia antes de su estreno. Sin embargo, de manera definitiva, puedo decir que estamos ante uno de los mejores live-action hasta el momento

Más allá de que la historia es la misma con Ariel como protagonista, en esta versión la emoción es lo más evidente e importante. Esto es, sin dudas, un gran acierto que tiene el guion. Lleno de sentimentalismo, al mostrar a una Ariel dramática y aburrida de su vida bajo el mar, este libreto es tan fluido como dramático y espontáneo. 

Pero, por si esto fuera poco, a un gran guion siempre hay que sumarle un gran actor porque las palabras no se lucen si no son gracias a una buena interpretación. Y eso mismo sucede con Halle Bailey. La actriz, a pesar de haber enfrentado todo tipo de críticas, dio la mejor versión de sí misma. Si bien, por momentos, sobreactúa algunas expresiones y dichos, el resto es brillante. 

Es cómica, agradable y tiene una voz excepcional. Además, claro, Jonah Hauer-King en la piel del Príncipe Eric acompaña a Halle de una forma que, con su química, traspasan la pantalla. Su amor es arrollador, al igual que la tristeza con la que afrontan su separación, las mentiras y la maldad de la bruja Úrsula interpretada de manera sublime por Melissa McCarthy

Es decir, en este costado, el live-action de La Sirenita ha sido un espectacular acierto de Disney. Pero, por si esto fuera poco, también está el hecho de que es tan sentimental al jugar con los recuerdos de todo espectador que creció con la historia original, como es en mi caso, que emociona. La música, que acompaña perfectamente cada momento y su puesta en escena son, también, un gran combo para esta adaptación. 

Sin embargo, más allá de lo brillante y cautivador de este live-action hay algo que ha fallado, pero que definitivamente es lo mismo: la edición de la caricatura. Claro está, al igual que en la cinta original, muchos de los personajes que aparecen son dibujos, en especial los de Sebastián y Flounder. Al igual que, por supuesto, el resto de los miembros que viven debajo del mar. 

Fue allí donde ha fallado la edición quitándole un ápice de emoción a la trama. La representación que se hizo de cada uno deja en evidencia que no se trata más que de ficción rompiendo así con el hecho de que uno pueda pertenecer, de forma imaginaria, a la historia. 

Aún así la emoción, la música, las actuaciones y hasta algunos efectos visuales son llevaderos, agradables y alegres. Muy dignos de una película de Disney, la cual sabrá convertirse en un éxito cinematográfico al derribar barreras. La magia sigue intacta al lograr renacer el niño interior de todos aquellos que crecimos con esta película y que, hoy, la podremos compartir con nuevas generaciones desde una perspectiva distinta.