En El Exorcista: Creyentes, desde la muerte de su esposa embarazada en un terremoto en Haití hace 12 años, Victor Fielding (Leslie Odom, Jr.) ha criado a su hija, Angela (Lidya Jewett) por su cuenta. Pero cuando Angela y su amiga Katherine (Olivia Marcum) desaparecen en el bosque, regresando tres días después sin recordar lo que les sucedió. Así se desata una cadena de eventos que obligarán a Victor a confrontar el punto más bajo del mal. Y, en su terror y desesperación, buscar a la única persona viva que ha presenciado algo parecido antes: Chris MacNeil.

Querer subirse al carro de una franquicia ya es difícil, pero disponerse a continuar la historia de la mejor película de terror en la historia es otro cuento. En ese escenario siempre se va a estar a la sombra de la obra original. Desafortunadamente para David Gordon Green no sólo estaba en juego el perfil de un villano muy impregnado en el inconsciente colectivo de la cultura popular, como pasaba con Halloween. Lo de ahora era distinto por el estatus no sólo de culto de la adaptación de la novela de William Peter Blatty, sino que por su significado para el género y la cinematografía mundial. De ahí que la tarea es titánica y sólo aspiraba a un segundo puesto hacia abajo si se evalúa la saga completa.

¿Qué esperar de El Exorcista: Creyentes?

Y lo cierto es que hubo un buen intento. Había una historia interesante, intrigante, que detona la curiosidad. Dos poseídas en una pasada tras un suceso extrañísimo, también funcionaba. Están los traumas, la falta de fe, el fanatismo religioso, el interdicto de la potencial fuerza salvadora, el egoísmo enfrentado de los padres. Todos buenos temas a explorar. El asunto es que la mezcla no es suficiente.

La primera hora todo va tomando vuelo. Se plantea la amenaza demoniaca y sus manifestaciones son realmente inquietantes. Créditos absolutos a las actuaciones de las niñas con miradas enfocadas en la nada y repentinamente cargadas de odio. Esos movimientos como dando cuenta de que se está fragmentando el cuerpo. Los gritos y gruñidos. Si estás realmente comprometido con el visionado de la película, solo ellas ponen los pelos de punta.

Esto por supuesto se acentúa con el uso de atractivos y sólidos efectos prácticos, que evidencian la podredumbre en que están inmersas las víctimas, en contraste con los espacios en que se mueven.

El problema es que el guión no es tan sólido como para presionar en los puntos adecuados que desaten el terror o siguiera el horror, con lo grotesco. Claro, hay pasajes particularmente sensibles, pero son destellos de lucidez en un mar de locura. El esfuerzo termina siendo más bien genérico y no algo que tenga una identidad que te haga pensar particularmente en el espíritu de la saga.

A eso se suma la dificultad para creer en el poder de las religiones como forma de salvación, sabiendo el prontuario de múltiples representantes de la fe alrededor del mundo. Ya sean por delitos de abusos sexuales o de poder, o incluso económicos. La falta de fe en la misma fe ya te arruina la película. El director escoge compensar esto explicando que lo importante no son tanto las creencias, sino que ser parte de una comunidad robusta. Sin embargo, esa exploración queda al debe y hace que la película se sienta coja en sus planteamientos.

Por último, uno de los aspectos más imperdonables es que hayan traído de vuelta a Ellen Burstyn, con su personaje de la película original, y la hayan desaprovechado horriblemente. Parece un intento más bien desesperado por anclarse a la película de 1973, más que un verdadero recurso que aporte a la historia.

Finalmente, El Exorcista: Creyentes es una entretención pasajera. No se pasa mal, pero es olvidable con el paso de las horas. Cuando debía brillar por ser parte de algo más grande, es sólo una más de las películas del montón en el género. Quizás deja algunas imágenes en la retina: esa toma cenital con el “drip-drop” de las niñas, puede que de pesadillas. Pero si eso no se sustenta con una narrativa contundente, son sólo pantallazos escalofriantes y no una obra con cimientos firmes. No es suficiente.