Basada en un escalofriante capítulo de Drácula, la novela clásica de Bram Stoker. Drácula: Mar de Sangre es la aterradora historia del barco mercante Demeter, encargado de transportar una carga privada de 50 cajas de madera sin marcar, de Carpatia a Londres.

Sucesos extraños ocurren a la tripulación mientras intentan sobrevivir a la travesía oceánica, acechados cada noche por una presencia despiadada a bordo del barco. Cuando el Demeter finalmente llega a las costas de Inglaterra, es un naufragio carbonizado y abandonado. No hay rastro de la tripulación.

¿Cómo es Drácula, Mar de Sangre?

La primera hora funciona mejor que la segunda. Porque se pliega con la tensión, la desesperación y el desconocimiento sobre el mal que azota a los tripulantes en alta mar. El espectador sabe lo que merodea en la oscuridad, los protagonistas no. Algo de atmósfera hay.

Eso se quiebra cuando el director André Øvredal decide dar un viraje abrupto y deja de lado lo que venía cultivando. Desenmascara al monstruo, para convertir el terror en acción y desmoronar lo poco positivo que había construido.

En el libro esto es sólo un pequeño pasaje. El recorte de un periódico que incluye la famosa Bitácora del capitán del Demeter. Se describen sucesos extraños que rodean el viaje. Los personajes saben que algo extraño los está diezmando, pero nunca tienen claro qué es. Se trata apenas de una pista, una insinuación del mal que acecha. Por eso es tan escalofriante para el lector.

Se quiso parecer a Tiburón (1975), potenciando una sensación de inseguridad ante lo desconocido. O algo deja ver de Alien (1979), cuando la desesperación es el síntoma primordial en un escenario en el que parece no haber escapatoria. Pero el guión hace que se pierda el control de la nave.

Todo eso se anula en la película. Cuando menos es más, aquí se hace todo lo contrario. Se crea una hazaña con tintes heroicos para rematar. Se asesina el misterio. La intriga queda reducida a añicos tras ser crucificada por el exhibicionismo.

De ahí para adelante Drácula, Mar de Sangre es mostrar el combate contra el vampiro, en un esfuerzo que se vuelve más bien genérico y poco novedoso. Se preocupa más de sentar las bases para una secuela, que de llevar a una conclusión decente lo que tenía entre manos. Hay mejores esfuerzos que se han hecho para retratar a Drácula en el cine. Este es sólo un entretenimiento pasajero, nada memorable.