Cacería en Venecia está ambientada en la ciudad italiana, en tiempos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, durante la víspera de Todos los Santos. Un aterrador misterio cuenta con el regreso del célebre Hercule Poirot.
El detective está ahora jubilado y vive en un exilio autoimpuesto en la ciudad más glamurosa del mundo. Por eso, asiste a regañadientes a una sesión de espiritismo en un palazzo embrujado y en ruinas. Cuando uno de los invitados es asesinado, el detective se ve envuelto en un siniestro mundo de sombras y secretos.
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El elemento paranormal es clave aquí para alimentar una atmósfera cargada de sospechas. El retiro de Hércules Poirot y su inseguridad ante la posibilidad de tomar el caso son pasto para alimentar aún más la paranoia.
Cuando el misterio policial se ve enfrentado a pistas que parecen imposibles, la trama no hace más que potenciar la necesidad de descubrir lo que está pasando. Los fenómenos que no guardan relación con lo racional acentúan el interés en la indagatoria y hacen cómplice al espectador en la exploración. Es extraño, no parece cuerdo; esa sensación que provoca es lo mejor.
De eso se encarga muy bien la película. Porque lo que parte como una entrega a todas luces de terror, se vuelve una trama cada vez más compleja, repleta de incógnitas. Y, últimamente, quién ha visto las previas adaptaciones de Kenneth Branagh para el material de Agatha Christie, sabe que la explicación, por muy sorprendente que parezca, tiene sus pies en la tierra.
Es que son las sensaciones humanas más viscerales y perversas las que nutren el misterio. Por eso, las apariciones y extravagantes sucesos sólo presionan para avivar cada vez más la curiosidad de quien observa.
Aprovechando de sumergirse medianamente en el género del terror, la premisa enigmática logra un gran escenario para plantearse. Los personajes observados con cámaras de primeros planos, angulaciones en picada y lentes gran angulares, como si estuviesen a merced de una vigilancia exhaustiva de parte de las audiencias, aumentan las incertidumbres.
Sobre todo porque sustenta visualmente la propuesta estableciendo un contraste con los planos más horizontales que se toman su narrativa posteriormente. Esto, una vez que entran en juego las explicaciones y el lado más lógico de la investigación.
Cada vez que se plantean dudas, la imagen se inclina; cada vez que se resuelven, los cuadros vuelven a estabilizarse. Tensión, y alivio. Tensión, y alivio. Cacería en Venecia sólo crece.
Con esa vibra, rodeados de tenues luces, la oscuridad alberga algo que aumenta la inquietud generalizada ante colectivo de sospechosos. Y cuando parece que los perfiles y el victimario están prácticamente desenmascarados, giros vuelven a darle energía a la historia.
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Cacería en Venecia es la mejor demostración de que cuando los héroes están en su peor momento, es cuando más brillan al recuperar sus fortalezas. La película es hipnótica, atractiva y un gran panorama para pasar en el cine alejado del otro tipo de franquicias.