¡Cuánto hemos aprendido a valorar y extrañar en la pandemia! Los pequeños detalles que formaban parte de la convivencia cotidiana, ahora cobran una mayor relevancia debido al confinamiento y la distancia. Ya sea por nostalgia, anhelo por hacer algo que no se hizo antes o por el (re)descubrimiento afectivo hacia una persona en particular, uno de los propósitos a cumplir en cuanto la emergencia sanitaria lo permita es alegrarse la vida con esos pequeños detalles.

En ese sentido, el cine funciona como excusa para remontarnos y prestar atención a instantes que nos han hecho felices y quizá no lo sabíamos. Películas, escenas y personajes, nos sirven también para apreciar en la vida real a seres que forman parte de nuestro entorno y a los que probablemente no les hemos dedicado el tiempo debido, pero que nos hacen sentir una felicidad inexplicable.

Cinema Paradiso

Estar sentados en la sala de la casa viendo cualquier serie o película no es lo mismo, ni siquiera equiparable, a la experiencia que significa ingresar a una sala de cine y olvidarse por completo del mundo durante dos horas.

Con la pandemia, los cinéfilos viajamos al pasado antes del encierro y nos vimos reflejados en Totó, ese niño que se enamoró de las películas y disfrutaba su tiempo libre para ir al Cinema Paradiso, donde forja una amistad con Alfredo, el proyeccionista que le permite ver los filmes desde la cabina.

Ver a Totó sentado en el cine dejándose maravillar por lo que le ofrece la pantalla es la felicidad que nace de lo inesperado y a partir de extraños en ficciones (como cuando ve a Chaplin). En este caso, Totó nos brinda dos momentos felices: uno en su infancia y otro en su adultez. 

Big Fish

Porque no todas las relaciones padre-hijo son de selfie y halagos amorosos mutuos, bien vale la pena sentarse una tarde a ver la película, especialmente aquellos hombres que todavía se resisten a manifestar lo mucho que aman a su viejo o retoño, o en su defecto para reflexionar sobre rencores surgidos por desencuentros que se pueden perdonar.

Hay hijos que solemos molestarnos por las historias que nos cuentan nuestros padres porque creemos que son mentiras. Llega un punto en que preferimos alejarnos de ellos con tal de no soportar sus cuentos. Pero todo cambia cuando somos capaces de entender su mundo, de integrarnos a sus historias y, por qué no, de invertir papeles para contarles una.

Ver a Will contándole a Edward cómo escapan del hospital para dirigirse al río y así Edward se transforme en un gran pez es un acto de felicidad que permite a un padre sonreír rumbo a su nuevo destino, mientras que para un hijo es el primer gran paso a la alegría de reconciliarse con su padre y su universo de historias.

Little Miss Sunshine

Los abuelos poseen el don de aparecer en el momento oportuno con las palabras precisas para hacernos sentir los seres más extraordinarios del planeta. Con sus maneras, se las ingenian para darle una vuelta de tuerca a emociones y pensamientos que nos oprimen de niños, jóvenes y adultos.

Uno de esos abuelos lo interpreta Alan Arkin como Grandpa. Lo que para el espectador es un viejito rebelde que consume heroína, para Olive (Abigail Breslin) es un abuelito a quien le tiene confianza de expresar lo que siente y preguntarle acerca de temores que le aquejan. En respuesta, Grandpa la escucha, la consuela y logra quitarle de encima la mortificación que le angustia.

Ver a Olive sonreír junto a su abuelo, además de disponerse a dormir tranquila, muestra que la felicidad puede encontrarse en una conversación con quien tiene la sensibilidad de escucharnos y apapachar el alma.

The Party

¿Recuerdas cómo te la pasaste en la última fiesta a la que fuiste? Bien pudiste haber sufrido porque estuvo aburrida, o ni te acuerdas porque rápido se esfumaron los tragos. En contraste, pudo ser la mejor boda a la que hayas acudido hasta ahora.

Bueno, después de tantos meses sujeto a las restricciones sanitarias, el cuerpo y el ánimo festivo que llevas dentro piden reventón. Pero, ¿qué tipo de reventón? Tampoco se trata de pasarla mal o perderse en el limbo así nomás porque sí.

Para cuando el virus lo permita, la fiesta soñada debe ser inolvidable, tal como la que se desencadena por culpa de Hrundi. V. Bakshi (Peter Sellers), quien gracias a su torpeza e imprudencia causa que la felicidad sea bailar, cantar, mojarse y pasarla bien por el simple hecho de pasarla bien.