La séptima edición de Quebecine en México trajo una oferta de películas quebequenses que, entre otras cualidades, son en su mayoría de manufactura femenina. Directoras de esa provincia canadiense sobresalen por sus propuestas para contar historias de las diversas temáticas que ofrece su entidad en distintos ámbitos.

 

Una de esas cineastas es Geneviéve Albert, quien presentó en la Cineteca Nacional su obra más reciente, Noemí dice que sí (2022). Narra la cruda vida de una chica de 15 años que se enamora de un proxeneta tras escapar del centro de menores donde permanecía recluida y es explotada para prostituirse en el marco del Gran Premio de Canadá.

En Spoiler conversamos con ella para ahondar en sus intenciones de trasladar a la ficción una realidad que le ocupa y preocupa de Quebec como lo es la prostitución con menores de edad y adolescentes. 

Entrevista con Genevéive Albert en Quebecine 2022

En México y América Latina son las mujeres quienes están contando las grandes historias en el cine. Con Quebecine vemos que también ocurre en Quebec, es decir, sucede a nivel continental. ¿Cómo ha sido para ustedes en Quebec este avance?

Durante muchos años fueron los hombres quienes dominaron la industria en todas las áreas. Eso sucedía alrededor del mundo, no solamente en un país en particular. Bueno, y sigue ocurriendo en algunas naciones. Afortunadamente las mujeres nos hemos atrevido a vencer esa barrera, pero no ha sido fácil.

En Quebec se debe en gran medida al interés que tenemos por denunciar aquello que daña y lastima a nuestra sociedad. Hay quienes tienen la idea de que nuestra ciudad es perfecta, sin embargo no es así. Existen situaciones terribles que se deben visibilizar para demostrar que algo está mal. Para muchas de nosotras la ficción es un vehículo que nos permite hacerlo.

Hemos sabido hacer equipo para integrarnos y apoyarnos unas a otras con base en las historias que queremos contar. Detrás de eso ha habido un desarrollo y preparación en lo creativo, lo técnico y lo administrativo para conjuntar esfuerzos. Las mujeres nos hemos preparado como fotógrafas, guionistas, productoras, sonidistas, animadoras, etcétera. Las nuevas tecnologías también nos han favorecido porque los equipos son más ligeros, o más aptos para trabajar con facilidad. Pero lo más importante es nuestra voluntad por llevar al cine las historias sobre los problemas que nos preocupan. Las mujeres en Quebec contamos historias y denunciamos con nuestro cine. 

Más allá de ser un conducto de creación y expresión, ¿el cine es una herramienta de denuncia?

¡Claro! Es denuncia en sí cuando se le da esa intención. Actualmente hay un gran número de directoras y directores que lo hacen a través del cine documental, un género factible para lograrlo. En mi caso, como quebequense, y con base en el público que tenemos, la ficción ha sido el medio ideal para transmitir mi mensaje, o mejor dicho mi preocupación sobre temas que considero vitales de dar a conocer.

Entre esos temas está la prostitución infantil y juvenil con Noemí dice que sí, tu última película. ¿Por qué contar en ficción esa realidad de Quebec?

¡Porque me parece terrible! Pasa que en Quebec hay quienes creen que eso no sucede, o prefieren ignorarlo, y no hacen nada. Eso no puede pasar desapercibido. Por el contrario, se tiene que decir lo que está pasando. Me parece demasiado grave que muchas chicas están siendo obligadas y explotadas a prostituirse. Peor aún cuando se trata de menores de edad.

No podemos ni debemos normalizar algo así. En Quebec tenemos un público que gusta mucho del cine. En ese sentido, los jóvenes se acercan bastante a las películas y es a ellos a quienes me inquieta contarles lo que sucede en nuestro entorno, sobre todo porque están expuestos a ser víctimas o consumidores del tráfico sexual.

Ahí también centras tu atención. Me refiero a la juventud quebequense. ¿Por qué animarte a pensar en ellos? Lo pregunto porque en México tendemos a criticar y menospreciar a los jóvenes, a tratarlos como si fueran un estorbo.

No es exclusivo de México. Es algo global. Pero pocas veces nos detenemos a verlos, escucharlos y pensar en su vida. Mi principal preocupación partió de enterarme que muchas niñas y jovencitas son enganchadas por proxenetas que se aprovechan de sus conflictos emocionales por problemas familiares, existenciales o de convivencia. A eso se suma la falta de oportunidades que pueden encontrar al buscar un empleo. Por otra parte es alarmante que quienes las prostituyen y pagan por servicios son también jóvenes. Para que eso ocurra es que algo estamos haciendo mal como sociedad y por eso mismo debemos actuar. Si no actuamos ahora, ¡¿qué pasará después?!

Con Noemí dice que sí tocas un monstruo sagrado de los aficionados al automovilismo, el Gran Premio de Canadá. ¿Por qué decidiste mostrar el contexto de la Fórmula 1?  No cualquiera se atreve.

Porque hay que contar las cosas como son. Cada vez que se organiza el Gran Premio de Canadá aumenta el índice de prostitución infantil y juvenil en Quebec. No se trata únicamente de un evento deportivo. En la película quise mostrar la figura de quienes son clientes, o pagan por los servicios sexuales, porque existen. Si hay prostitución es porque alguien paga para que sea posible. Y en el caso del Gran Premio hablamos de un alto porcentaje de consumidores que pagan por estar con una menor de edad contra su voluntad. Es asqueroso, es grave.

Al plantearlo en la película no quiero decir que los aficionados a la Fórmula 1 dejen de seguir ese deporte, pero sí que tengan noción y tomen conciencia de que muchos otros fans aprovechan de ese evento para contribuir a un delito que, repito, se incrementa cada vez que se corre el Gran Premio. 

¿Qué respuesta has tenido de los jóvenes con esta película?

Precisamente Noemí dice que sí ganó el premio de los estudiantes en el Festival de Angulema. Se trata de un galardón importantísimo para mí porque los jóvenes francoparlantes y angloparlantes consideraron relevante lo que denuncio. Les preocupa y asusta que haya un alza en el consumo sexual de jovencitas que son usadas para ese propósito. Estoy convencida de que la juventud puede ser un factor de cambio, pero hay que acercarse a los jóvenes para impulsarlos y acompañarlos, no verlos a la distancia, mucho menos ante situaciones que ponen en peligro su dignidad.