El título de la película hace alusión a una mezcla de pintura que emplea Valeria (Sophie Alexander-Katz) para darle una manita de gato a su casa en un momento importante de su bienestar individual: otorgarse una nueva oportunidad en el amor. El problema es que su hijo Rodrigo (Adrián Ross) parece no estar de acuerdo.
Es precisamente esa mezcla de pintura lo que nos permite descubrir que a Rodrigo le desagrada bastante que su mamá tenga pareja, por lo que protesta con ese líquido contra la llegada de esa figura masculina a su hogar como padrastro. Lo hace mediante una acción que marcará el rumbo de las relaciones entre los tres hasta saber quién de ellos se sale con la suya.
Por un lado, vemos el enfrentamiento masculino entre dos tipos de distintas edades que quieren tener el control al asumirse cada uno el rol de hombre de la casa. Por el otro, observamos a una mamá sola que también desea reinventarse como mujer, pero se le complica por la codependencia que mantiene con su hijo.
Al principio del filme vemos a Valeria desnuda cepillándose los dientes junto a Rodrigo. Desde ahí, a partir de esa escena, el director Rodrigo Ruiz Patterson involucra al espectador, quien puede comportarse como juez (al amparo de sus prejuicios) o como testigo de una relación codependiente que sus protagonistas ni siquiera consideran como tal.
También es difícil escapar a esa disyuntiva gracias a Rodrigo, un chico que es inexpresivo. Se reprime sus emociones, prefiere callar. Contrario a otros clichés que se emplean para retratar a jóvenes conflictuados por compartir el amor de su madre con un desconocido, tales como drogas o alcohol, aquí Ruiz Patterson recurre al silencio y a la soledad en un deshuesadero, así como a acciones contundentes y frontales contra Fernando para manifestar que no está dispuesto a compartir el corazón de Valeria con nadie.
Mención aparte sobre la película, cabe señalar que se filmó en Ecatepec, entidad mexiquense que es considerada una de las más peligrosas del país. En este sentido, a nivel de producción, la locación contribuye a ampliar el panorama de que las historias del cine mexicano se pueden contar fuera de la Ciudad de México.