¿Para qué esperar a que termine la película? El público tiene ganas de estallar ahora, justo cuando el fiscal Julio César Strassera (Ricardo Darín) culmina su discurso de acusación contra los generales llevados a juicio. Entusiasma la idea de ver a esos hombres sentenciados con cadena perpetua después de los crímenes de lesa humanidad perpetrados bajo sus órdenes. El corazón patea el estómago de los espectadores al oír la frase “nunca más”. Unos sienten empatía con las víctimas de la dictadura, otros todavía recuerdan ese episodio como si hubiera ocurrido ayer.
Y es que entre los asistentes a la sala hay argentinos radicados en México. Carlos Tomada, embajador de Argentina en nuestro país, es uno de ellos. Al igual que sus compatriotas, el canciller aplaude de manera efusiva. El espacio se transforma en escenario donde un coro de aplausos se entregan a lo que les ha transmitido la pantalla. Mexicanos se suman a ese concierto de emociones surgidas de dos palabras que se volvieron una sentencia popular contra la atrocidad.
Imposible aguardar hasta el final. Entre lágrimas, algunos hombres y algunas mujeres sentían la necesidad de interrumpir su llanto para modificarlo por un gesto que clame justicia. Por eso aplauden. Lo hacen también para atender el llamado de Strassera a no olvidar. El regocijo por observar y escuchar al fiscal diciéndole a los militares de frente que encabezaron un régimen “feroz, clandestino y cobarde” es un respiro ante el dolor que han acumulado luego de haber oído la barbarie en voz de los testigos, o mejor dicho de las víctimas.
Fue el testimonio de una mujer lo que ha tenido entumecidos en sus asientos a los espectadores. Entre rabia y coraje por su relato desgarrador, entre compasión y amor hacia su persona por los actos inhumanos llevados a cabo contra ella, se sienten parte del juicio. ¡Y quisieran ser jueces! Por eso vibran con el “nunca más” que hace explotar no solamente a una sala judicial, sino a una nación entera. Una nación que el día menos pensado puede ser la nuestra.
La causa defendida por Strassera y Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani), su fiscal adjunto, es la causa de todos. Al menos de quienes aplauden. Nadie en la sala otorga el beneficio de la duda a los generales. En cada aplauso, mientras se conserva el eco de “nunca más” en cada rincón, está un firme convencimiento de que levantar las armas contra el pueblo es una acción de perversión moral.
Si bien es cierto que el final de la película habrá de redondearse el sentimiento colectivo que se tiene en estos instantes, la importancia de desahogarse en este momento es quizás el grito ahogado para rechazar la militarización o un gobierno que sostenga su gestión en desapariciones, tortura y asesinatos.