En Saw X (El Juego del Miedo 10), un enfermo y desesperado John viaja a México por un arriesgado y experimental procedimiento médico. Tiene la esperanza de encontrar milagrosamente una cura para su cáncer. Esto solo para descubrir que toda la operación es una estafa y defrauda a los más vulnerables. Armado de un nuevo propósito, el infame asesino serial regresa a su trabajo. Así, intercambia los papeles con los estafadores en su característico estilo visceral a través de tortuosas, trastornadas e ingeniosas trampas.
¿Cómo es Saw X, El Juego del Miedo?
Si alguien se va a escandalizar con la nueva entrega hiper violenta de esta franquicia que está a punto de cumplir 20 años: es mejor que escoja otra cosa en la cartelera. Aquí no estamos para justificar el horror, sólo para verlo y apreciarlo en la magnitud de su ficción.
Dejando eso claro. Hay una afirmación que se puede hacer con confianza y holgura: ésta es la mejor película en la franquicia de Saw desde la primera entrega.
Hay mucha más carne para picar que en las últimas y paupérrimas producciones. No sólo en cuanto al material humano para las trampas de Jigsaw, sino que también respecto de la “carne narrativa” para desarrollar una trama al menos coherente.
Sumergirse en las torturas de John Kramer esta vez no es tan gratuito como las oportunidades anteriores: ahora es personal. Por lo mismo, la película que convoca indaga más profundamente en la psicología del asesino en serie y sus motivaciones. Las víctimas no son pecadores ordinarios que rondan por la vida, sino que figuras que le provocaron un mal directo a Kramer y que hacen aflorar a Jigsaw.
De ahí que uno de los principales atractivos de la saga Saw se haga aún más evidente en esta décima entrega. Ese eterno cuestionamiento moral sobre castigar a quienes cometen delitos con todo el peso y las posibilidades que ofrece la violencia.
¿Acaso es mejor castigar el cuerpo, lo físico, como se hacía en tiempos antiguos, para enmendar las fechorías? O, ¿funciona mejor el trato punitivo a la mente, la psicología del individuo, como una forma de corregir sus errores? Ahí está la decisión imposible: Lo primero tiene que ver con sortear las trampas de Kramer -salvarse físicamente-; lo segundo, con la necesaria decisión de acatar la orden de someterse a las mismas para purgar las culpas -un correctivo ineludible a la psiquis de los individuos-.
“Esto no es una retribución. Es volver a despertar”, les dice en un momento Jigsaw a sus víctimas. Y ahí está el espectador en la disyuntiva: apoyar los horribles actos justicieros de Jigsaw o a quienes intentaron mancillar al anciano con cáncer terminal. Sea cual sea la respuesta de quien observa, queda comprometido. He aquí el lado más brutal de Saw.
Más allá de eso, puede que los resultados de la historia sean predecibles, porque la película se ambienta entre la segunda y la tercera parte de la saga. Sin embargo, hay unos giros igualmente sorprendentes, por lo que se termina instalando sólidamente entre esas dos entregas. Ofreciendo un vistazo como nunca antes se le había dado al villano cinematográfico.
Tobin Bell tiene gran presencia en la película y el hombre está completamente apropiado del personaje. Es estremecedor el nivel de pasividad que transmite mientras le otorga “la posibilidad de redimirse” a sus víctimas. En tanto, la recuperación del personaje de Amanda está completamente justificado y con una Shawnee Smith dándolo todo.
Finalmente, no es sólo la creatividad de las trampas, es la forma en que se ejecutan y cómo se muestran. La edición, el montaje y el sonido son claves. Y una de ellas, en particular, sin duda hará retorcerse a los fanáticos y, quizás, hasta apartar la mirada de la pantalla.
El dolor, la profunda incomodidad en el asiento del cine, la repulsión impúdica que quiere provocar, son todas sensaciones muy reales a las que se somete el espectador al comprar la entrada para ver Saw X. Si estás dispuesto a ese viaje, no se defraudará.