En La Primera Profecía, una joven norteamericana es enviada a Roma para iniciar una vida de servicio a la iglesia, pero se topa con una oscuridad que le hace cuestionar su fe y descubre una terrorífica conspiración que espera hacer nacer el mal encarnado.
Se han hecho intentos previamente, pero las cosas han fallado. No siempre se comulga con el espíritu de una obra original, cuando se le quiere dar nueva vida para las generaciones modernas de audiencias. Sino pregúntenle a David Gordon Green y su paupérrimo esfuerzo con El Exorcista. Pero hay pequeñas excepciones en que la visión de una directora es capaz de sorprender, al dar precisamente en el clavo y con un sólo golpe dejarte asustado. He aquí un ejemplo.
Ajustada en ritmo y espíritu a lo que es la espeluznante película de 1976, La Primera Profecía es una digna precuela para el icónico material original. Tan blasfema y sacrílega como se podía esperar y más. Características que sólo la benefician en su trama, y que de paso la hacen distanciarse de otras producciones recientes.
Esto porque, hay que ser justos, en un principio se parece peligrosamente a lo que hizo recientemente La Monja 2, con una hermana aceptada en un convento cuyos extraños sucesos se vuelven cada vez más bizarros. Pero para el bien de The First Omen, la directora Arkasha Stevenson da un vuelco hacia la demencia total y a impregnarle maldad pura a las figuras que, se supone, representan el bien.
La Primera Profecía: ¿Cómo es la nueva película de terror?
Stevenson le impone un tempo extremadamente pausado a la primera hora. Establece el contexto de rebeldía social en una Italia de principios de los setentas, un caldo de cultivo para el detrimento del culto religioso y la condena de los poderes fácticos. Así mismo, tienta a Margaret, la protagonista, que está a punto de convertirse en monja y entregarse a Dios. Le da a ella una probada de los regustos de la vida que se va a perder, de lo que debe alejarse para encontrarse con el Señor.
Entonces, la película comienza a ofrecer sus rarísimos eventos. Cada uno más sospechoso que el otro, mientras el espectador se va quedando con la duda sobre si lo que “Margaretta” está presenciando es real o es producto de una confusa inestabilidad psicológica. ¿Quién está jugando para quién aquí? La incertidumbre la transmite una solida e inquietante Nell Tiger Free con su actuación.
Pero una vez desentrañado el misterio de lo que está ocurriendo, La Primera Profecía es puro goce para los fans del horror. Te ofrece rituales satánicos cuya planificación resulta de lo más inesperado, traiciones realmente asquerosas, revelaciones de alto impacto y un nivel de aborrecimiento de la religión como forma de pontificación sobre la vida, que no sería extraño ver a muchos ofendidos con esta caracterización de la institución.
Es que, con todo el peso de las acusaciones terribles con que carga sobre todo la Iglesia Católica en el mundo actual, es prácticamente imposible que salga dañada, al menos en las obras de ficción como ésta. Han abusado de niños, encubren a los culpables, han robado bebes para venderlos al mejor postor, lo que predicaban como austeridad se contrasta con la opulencia de palacios y vestimentas. Y la directora, junto a sus co guionistas Tim Smith y Keith Thomas, lo tienen clarísimo. Hay pulso firme para retrato más execrador que se ha hecho recientemente sobre figuras eclesiásticas.
Lo que mejor abraza la película es que la Iglesia Católica ya no es la fuente definitiva de la salvación. Sino que, tal como en la realidad, sus actos se contradicen con todo lo que practican. Y, peor, cometen actos criminales gozando de plena impunidad, al mantenerse como una institución intocable con la venia de millones de seguidores que parecen no darse cuenta o hacen vista gorda de las fechorías.
La Primera Profecía se resuelve conectando todos los puntos, incluso los que la llevan a establecer el vínculo directo con The Omen (1977). Y lo hace sin vergüenza a nada. Sin pedir disculpas. Quizás no te entregue grandes sustos de golpe, pero si el espectador se compromete con la trama, sucumbirá ante el horror de su perversidad. Eso es más potente.