Esta mañana, mediante la web oficial y el castillo de Windsor, Su Majestad la Reina anunció la pérdida de su “amado esposo”, Felipe de Edimburgo. El duque, quien ya tenía 99 años, sufría de problemas cardíacos desde hace algún tiempo y, de hecho, a fines de febrero estuvo internado más de dos semanas.

Fue en 1947 cuando la monarca inglesa y Felipe de Edimburgo dieron el “sí quiero” en la Abadía de Westminster ante 2.000 invitados. Y, con esta gran celebración, comenzaba un cuento de hadas transformado en realidad.

Sin embargo, con el Príncipe consorte y la Reina Isabel, es evidente que el final feliz comiendo perdices no llegó ni llegará nunca. Durante sus 74 años, su matrimonio estuvo marcado por numerosas crisis, llenas de desplantes, deslealtades, celos y un conflicto que, duró hasta el último día.

Como sucedió con toda la verdadera historia de la realeza británica, fue la serie The Crown, de Peter Morgan, la única que logró destapar todos los secretos más ocultos de esta relación. Pero, a pesar de que la Reina Isabel queda plasmada como la pobre víctima en esta tira, Felipe de Edimburgo tampoco vivió en un mundo de rosas.

A través de sus diferentes épocas y facetas, The Crown recorrió la vida del duque, pero siempre en el centro del conflicto. No solo se exhibe la historia de vida trágica, con una madre internada, la pérdida de su hermana y el momento en el que huyó de su país siendo tan solo un bebé, sino que también las numerosas infidelidades de él hacia la monarca y la tensa relación con su primogénito, el Príncipe Carlos.

Pero, la biografía de los Windsor publicada en Netflix, también mostró el eterno enojo con el que vivió Felipe de Edimburgo, el cual era generado por tener que estar siempre a la sombra de su esposa. No soy más que una maldita ameba. Soy el único hombre en el país al que no se le permite darles su nombre a sus hijos”, llegó a asegurar.