Con 33 años, Lily Collins ha sabido convertirse en una de las celebridades más queridas de la industria. No es para menos: además de su belleza y simpatía, ha formado parte de exitosos proyectos como Emily in Paris en Netflix. Y, desde sus comienzos a esta parte, ha demostrado su versatilidad con un increíble cambio físico

Su destino estaba escrito: quisiera o no, se convertiría en una personalidad reconocida. Es que su padre es nada menos que Phil Collins. Hija del músico británico junto a Jull Tavelman, nació en Inglaterra en 1989. Con solo dos años, tuvo su debut en la actuación en la serie Growing Pains de la BBC. En este sentido, su crecimiento se ha visto en pantalla año a año.

Su debut en cine fue en The Blind Side en 2009, para luego volver a lucirse en Priest y Abduction de 2011. Sin embargo, el primer proyecto que le otorgó popularidad a nivel global fue Mirror Mirror, una adaptación de Blancanieves junto a Julia Roberts. Así, Lily Collins se ha transformado en una personalidad de interés para los amantes de la farándula, el cine y la televisión.

Y, sin dudas, todas aquellas presiones influyeron en su físico. A lo largo de su carrera fue modificando su aspecto para cada uno de sus personajes, pero en su vida personal esto también tuvo un impacto. En más de una ocasión, explicó que atravesó relaciones tóxicas y que enfrentó desórdenes alimenticios.

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Afortunadamente, la reconocida actriz consiguió encontrar un balance entre su cuerpo y su estado emocional. “Para mi lo saludable era lo que yo consideraba la perfección y músculos perfectamente definidos”, reveló en diálogo con la revista Shape. Y concluyó: “Hoy saludable es cuan fuerte yo me siento. Es un cambio precioso, porque si estoy fuerte y segura, no importa qué músculos se ven. Hoy amo mi figura y mi cuerpo es de la forma que es porque sostiene mi corazón”.