Belzebuth se estrenó en cines en 2019. De inmediato dividió opiniones tanto en la crítica como entre el público. Mientras que un sector la consideró una extraordinaria película de terror, otro la denostó tildándola de mala porque no cumplía con los requisitos que, a su gusto, debe tener un contenido del género. Pero no fue un trabajo que resultara indiferente. Por el contrario, se habló mucho sobre él.

Tres años después se reabren la conversación y polémica alrededor de la película. Tras su lanzamiento en Netflix, los comentarios hacia ella proliferan en redes sociales. En gran medida se debe a que Belzebuth rápido se posicionó en el Top 10 de la plataforma de streaming.

Guste o no, lo importante es que sigue suscitando debate. Más allá de posesiones y presencias demoníacas, las posturas a favor o en contra de la historia también se concentran en temas como la violencia que se registra en México, las creencias religiosas, la corrupción y las masacres alrededor del mundo.

Por otra parte, en materia cinéfila, el intercambio de ideas y argumentos se centra en desmenuzar simbolismos, influencias del cine de terror y personajes. De igual manera se pone sobre la mesa si la película cobra fuerza o se cae a la mitad, es decir, cuando la trama se enfoca en lo fantástico.

Para hablar de todo aquello que conforma el universo de Belzebuth desde su creación, charlamos en Spoiler con su guionista, Luis Carlos Fuentes.

Entrevista con Luis Carlos Fuentes, guionista de Belzebuth

¿De dónde o cómo te surgió la idea de escribir Belzebuth?

La idea de esta película surge de dos temas principales. Uno de ellos es la religión católica y las historias bíblicas, que a mí me parecen un exceso de violencia y de terror. Me daba cuenta que las cuestiones bíblicas estaban deslavadas en el inconsciente colectivo, concretamente con el pasaje en el que me inspiré para escribir este guión: la matanza de los niños por parte del rey Herodes. Fue una masacre brutal matando a puro recién nacido.

Me llamó la atención que ese hecho, nosotros lo festejamos cada año en las posadas. De hecho, pedir posada alude a cuando María y José quieren esconder al niño que va a nacer. Se canta, hay piñatas. Pero si repasamos el verdadero significado de lo que fue la matanza de niños es brutal. Le quitamos todo lo sangriento para convertirlo en una fiesta. A partir de aquí nace la idea de las matanzas de niños promovidas por el mal.

Cuando inicié a escribir el guión fue en la época que comenzó esta racha de extrema violencia que vivimos en México, entre 2007 y 2008. Empezaron a haber muchos asesinatos, secuestros, y además hubo masacres escolares en Estados Unidos, algo que sigue pasando. Entonces, teniendo el lado de las historias bíblicas y el lado de la violencia que quería tratar mediante el género de terror, me planteé contar algo que generalmente tiene explicación social pero yéndome por darle una explicación metafísica, religiosa y fantástica, es decir, mediante demonios, el mal encarnado. El génesis del guión viene de todo esto.

Es una película en dos partes, digámoslo así. Primero nos representa con cierta crudeza el horror de una realidad social que vivimos y después cambia a lo fantástico para redondear el terror de la trama.

No es una película en la cual todo el tiempo están pasando sustos. Cierto, el susto es un elemento del cine terror, una herramienta clásica, pero esta historia no está basada en eso. Más bien se basa en una tensión constante que no te suelta. La intención era meter al espectador en un estado de angustia y no tanto en el susto provocado por la parafernalia de la cinematografía de terror.

Sobre los temas realistas, sociales e incluso políticos dentro del tema fantástico, creo que el buen cine de terror y cualquier género debe incluir las cuestiones de su realidad con base en la época y país que le dio origen. No podríamos tener una buena historia si se abstrae la realidad que la vio nacer.

Si bien Belzebuth no es una película sobre el narco, se alcanza a ver ese fenómeno (con los narcotúneles y la frontera). También pasa con el sincretismo religioso en México y la gran cantidad de creencias que tenemos: brujería, santería, culto a la Santa Muerte, a Malverde. No son temas narrativos pero sí contextos que permiten que suceda la historia.

En ese sentido resalta que la película es mexicana. Si esta historia hubiera sido escrita o filmada en Estados Unidos, los personajes habrían sido más escépticos, incrédulos, y vivirían en una negación todo el tiempo. Pero en México, los mexicanos sabemos que cualquier cosa puede pasar según las creencias.

En el cine hemos visto películas con el diablo, Satanás, Lucifer, Luzbel, o hasta Asmodeo en La noche del demonio (Jacques Torneur, 1957). ¿Por qué recurriste a la figura demoníaca de Belcebú para tu historia? ¿Por qué el título de Belzebuth?

Cuando me puse a estudiar estos temas, me di cuenta que existe amplia mitología sobre demonología pero no hay ninguna autoridad absoluta. Se utilizan muchos sinónimos para hablar de varios demonios, por ejemplo. Me enfoqué en Belcebú como hijo del diablo porque quería ponerlo a pelear con el hijo de Dios a través de los humanos.

Belcebú es un demonio importante del que me gusta su significado, ‘el señor de las moscas’. Justo este nombre se lo dieron en un pueblo antiguo y la forma de adorarlo era poniendo la cabeza de un cerdo incrustada en un pico. Precisamente esa imagen la vemos en la película de El señor de las moscas (1990) y en Belzebuth le hacemos referencia a la escena en la que aparece el demonio con muchas moscas alrededor.

Escogí a este demonio casi por eufonía y le puse de título Belzebuth al guión desde el principio porque me gustó cómo se leía. Emilio Portes, el director, y la producción decidieron dejarlo así por la th del final debido a que la letra t se interpreta como una cruz, lo cual funciona como un juego de la palabra en sí.

Un elemento a resaltar de la trama es el territorio donde ocurren los hechos, la frontera norte. ¿Desde un principio pensaste en esa zona para que transcurriera la historia?

En el guión original pensé en una ciudad pequeña del norte, no necesariamente frontera pero sí que se encontrara de San Luis Potosí hacia arriba. Tales eran los casos de Saltillo, Hermosillo. Quise centrarme en esos territorios por el desierto, que es el guiño a las religiones desérticas: cristianismo, judaísmo e islamismo. Me parecía lógico que Jesucristo reencarnara en el desierto. Otro aspecto que me interesó era ubicar la historia cerca de Estados Unidos, que simboliza al imperio que anteriormente fueron los romanos. Finalmente era necesaria la aproximación geográfica porque en un momento dado los personajes debían cruzar a Estados Unidos.

Trabajando el guión con Emilio, él sugirió que fuera en la frontera. Creo que le convino mucho esa decisión a la historia por toda la carga ideológica que se tiene en la frontera. Es el simbolismo de la división de dos mundos tan cercanos y tan alejados a la vez. Al mismo tiempo era la división del mundo de lo real con el mundo de lo fantástico. En Belzebuth, ambos mundos se unen gracias al inframundo, representado por el narcotúnel.

La mitad de la película está estructurada de forma realista y la segunda en una forma fantástica, lo que habla de que hay una frontera en medio. A nivel semiótico el guión está estructurado como si fuera una frontera entre el mundo y el inframundo.

Emmanuel Ritter, personaje interpretado por Joaquín Cosío, parece haber sido hecho a la medida del actor. Su interpretación es intensa, densa. Y eso tiene que ver porque el propio personaje se lo exige. ¿Cómo trabajaste a Ritter?

El personaje de Joaquín Cosío puede parecer sencillo por la forma en que se está llevando, pero desde su concepción quise hacerlo más complejo de lo que puede ser el protagonista o héroe de una película de terror. Desde un principio quise que en algún momento dado de la historia se cambiara de bando, se fuera al otro lado. Por otra parte es un personaje que no es bastante activo y sí muy pasivo en lo que puede lograr porque en realidad no hay mucho que hacer contra el demonio.

Tiene la carga de un drama personal como consecuencia de ser víctima de un daño colateral como es la matanza de los niños. Su hijo muere en una matanza, pero el bebé no era el objetivo, sino que muere por estar en el lugar incorrecto. Este suceso se suma a la carga psicológica que trae desde su pasado y sus creencias. Pero en cuanto empieza a desarrollarse la trama, él debe atravesar por un sinfín de emociones. Esto es algo enriquecedor para un actor, pero al mismo tiempo es difícil porque implica el reto de transmitir tanta diversidad de sensaciones con un solo personaje alrededor de una sola historia. Joaquín Cosío lo hizo maravilloso. Me impresiona la cantidad de registro actoral que tiene, sobre todo tratándose de una película de terror.

Contrario a otras películas que muestran cómo los representantes de la Iglesia católica son quienes vencen al mal, en Belzebuth no sucede así. No cae en ese recurso. ¿Por qué lo decidiste así?

La idea de que al final no sea Dios o la Iglesia católica lo que venza al mal tiene que ver con todo el espíritu que animó a la creación de toda la historia. A lo largo de toda la trama hay pequeñas blasfemias cuya intención no es ofender a nadie, ni provocar a los católicos. Simplemente quise meter detalles para debatir, tal es el caso de la reencarnación. La Iglesia católica no reconoce la reencarnación, pero aquí Jesucristo reencarna por tercera vez. Otro ejemplo es la posesión del Cristo. El catolicismo tiende a idolatrar imágenes como si las imágenes fueran santas en sí, las sacralizan. En este caso, la figura del Cristo se muestra vacía, es decir, un objeto inanimado que pudo servir como recipiente para acoger a un demonio. Era una forma de explorar una resolución contrastante a lo que otras películas nos enseñan con sacerdotes héroes, cruces salvadoras o agua bendita casi milagrosa. Insisto en que no se trata de provocar a nadie, sino de plantear un escenario distinto.

El Cristo es tétrico. De alguna u otra manera remonta a las imágenes sobre él que hay en algunos templos.

Estructuré la película a partir de esa escena, de esa imagen. Por eso es que está al centro de la historia. Marca un antes y un después. Contextualiza la división entre el mundo real y el mundo fantástico, entre el mundo y el inframundo. Si bien es un guión de tres actos, resaltan dos partes muy definidas.

La idea de interactuar con una imagen de Jesucristo poseída es como estar viendo la dicotomía del bien y el mal maniqueos en una misma figura. Comprendo que haya gente que critique los efectos especiales por cómo se ve el Cristo, sin embargo, a mí me gusta el trabajo que se hizo.

Algo que critican quienes no les gustó la película es que la historia se cae en la segunda mitad. ¿Crees que sea porque da el giro a lo fantástico o porque se presenta al demonio?

Quise tener un demonio que se fuera mostrando poco a poco y que fuera mostrado totalmente a mitad de la película. Mi intención fue acabar con el misterio en ese tiempo de la historia, lo que es muy complicado porque se trata de un riesgo: te arriesgas a jugarte la carta de darle al público información anticipada sobre un elemento que quisieran ver al final. Consideré que había que mostrarlo hablando mucho y viéndose de frente para que el interés recayera en cumplir con una función dramática, no tanto en el misterio.

Me interesaba un demonio que interactuara y fuera bastante racional, que pareciera incluso humano, pero sabiendo que en realidad es un vil asesino al que no le importa matar a decenas de niños. No quería que apareciera amenazante en los diálogos, sino en las acciones.

El riesgo del guión es alto porque empieza la historia con un nivel altísimo en la escena de la matanza de los niños. Superar ese nivel establecido desde el inicio es muy complicado, pero hay que asumir la responsabilidad de seguir con la trama dándole giros que evitan lo repetitivo y, por el contrario, revelan cosas nuevas en beneficio de lo que se está contando.

Comprendo a los espectadores que dicen que la segunda mitad de la película es menos intensa y se cae debido a esa intensidad que quisieran ver, pero yo creo que no se viene abajo porque se mantiene en el tono de densidad establecido desde el comienzo. Llegar a ese punto medio de Belzebuth para retomar desde cero el camino de Emmanuel Ritter, me parece que funciona dentro de los riesgos que se tomaron.

Para historias de terror, las que se cuentan sobre las tóxicas relaciones que pueden llegar a haber entre director y guionista por el número de tratamientos que se le dan a un guión, o por desacuerdos sobre el contenido. ¿Cómo fue trabajar con Emilio Portes?

Una vez que empezamos a trabajar hubo colaboración. Estoy abierto a las sugerencias y cambios porque sé lo que implica levantar una película en cuestión de dinero, tiempo y esfuerzo. Desde el inicio comentábamos todo para hacer retroalimentación conjunta y así acordar las modificaciones pertinentes. Fue un proceso de cinco años en el cual fueron haciéndose cambios mientras se encontraba el financiamiento. Al final terminamos haciendo ocho versiones del guión.

Me gustó mucho trabajar con Emilio porque coincidimos en demasiados aspectos sobre la película. Claro, hubo diferencias obvias porque él como director pensaba en cómo construir la película y cómo se iba a ver, mientras que yo pensaba más en escenas dramáticas. Fue un intercambio de sugerencias que iban en la misma idea.

Uno de los cambios más importantes, y que me pareció un acierto de Emilio, fue ubicar la historia en la frontera. En la versión original planteé que la secuencia del narcotúnel ocurriera durante un viaje en carretera, pero él decidió que sucediera en el espacio que se ve en la película. Fue una colaboración enriquecedora y creativa. Emilio terminó por enseñarme más posibilidades que tenía mi propia historia, además de que respetó los elementos fundamentales y originales del guión.