Las historias de estafadores reales están siendo un éxito en Netflix y la gran prueba de ello es el furor que generaron El Estafador de Tinder o Inventando a Anna. La película documental y la serie se estrenaron con nueve días de diferencia, pero aún así fueron una gran sensación. Eso sí, la que más llamó la atención fue la segunda por el nivel de producción, pero también por el nivel de inteligencia en las estafas de la protagonista.

¿De qué se trata Inventando a Anna? Pues bien, la serie creada por Shonda Rhimes cuenta la historia original de Anna Sorokin, la mayor estafadora de la élite de Nueva York. Su aparición dejó en vilo a medio Manhattan ya que engañó a los miembros más importantes de la alta sociedad. Tal es así que, una vez que se conoció su caso, una periodista se dedicó a investigar su verdadera historia formando un lazo de amor-odio con ella.

Eso sí, cabe destacar que para crear esta serie, Shondaland se tomó ciertas licencias creativas. De hecho, al inicio de cada episodio la tira tiene un anuncio: “Toda esta historia es completamente cierta, excepto las partes que son totalmente inventadas”. No obstante, más allá de tener algunas partes de la historia que no pasaron en realidad, Netflix sí debió cumplir con la máxima regla al basarse en un personaje verdadero.

Julia Garner en Inventando a Anna. Foto: (Netflix)

Esto quiere decir que, con el fin de tener la autorización de la original Anna Sorokin debieron pagarle ciertas regalías. Por lo que trascendió el monto total que la estafadora recibió de la plataforma es de 320.000 dólares por los derechos de su historia. A esto claro, habría que sumarle todo lo que recaude la serie de ahora en más. Pero, el precio que la rusa-alemana cobró por plasmar su vida en la pantalla chica ya le fue suficiente.

La verdadera Anna Sorokin. Foto: (Getty)

Pues, gracias a aquél dinero, Sorokin logró pagar sus deudas una vez que salió de la cárcel. Por su buen comportamiento la justicia decidió liberarla antes de tiempo y el pasado febrero de 2021 quedó en libertad. Aunque, antes, debió pagar los 200.000 dólares que le debía a los bancos, otros 25.000 en multas al estado de Nueva York quedándose así con un restante de 95.000 dólares para comenzar una nueva vida.