En 2010 fueron asesinados dos estudiantes que además habían sido torturados por militares en Nuevo León. Intentaron desaparecerlos en una fosa común para no dejar rastro de ellos. En ese entonces, el gobierno mexicano manejó la información de que se trataba de dos sicarios fuertemente armados que fueron abatidos por las fuerzas armadas en cumplimiento de su deber. Sin embargo, hasta 2018 con el lanzamiento del documental Hasta los dientes, se dio a conocer que las autoridades mexicanas le mintieron a la sociedad y los chicos eran inocentes, pero fueron criminalizados de forma injusta, alevosa y cínica.
Dicho documental fue dirigido por Alberto Arnaut, quien en este 2022 vuelve con un nuevo trabajo que revela y denuncia la incapacidad, complicidad e inoperancia de las autoridades para investigar un caso, en esta ocasión el multihomicidio de Narvarte. Se trata de A plena luz, lanzado en Netflix. Este contenido muestra cómo los encargados de procurar e impartir justicia ocultaron información, perdieron pistas, actuaron con dolo e interfirieron para que no se supiera la verdad detrás de los crímenes de Nadia Vera, Yesenia Quiroz, Alejandra Negrete, Mile Martín y Rubén Espinosa.
En Spoiler platicamos con Alberto Arnaut sobre sus motivos para investigar de manera profunda la negligencia de las autoridades y su mal desempeño con intención de cerrar un caso que, de acuerdo a familiares de las víctimas y representantes legales, sigue abierto.
Entrevista con Alberto Arnaut, director de A plena luz
Alberto, ¿cómo surge la idea de poner el dedo en la llaga con el caso Narvarte? ¿Qué te motivó a prestar atención en esta herida?
En el momento en que ocurren los feminicidios y el homicidio de la Narvarte, yo vivía muy cerca del departamento. Por otra parte, me sentía muy identificado con Rubén Espinosa y Nadia Vera, un fotoperiodista y una activista que venían huyendo de la represión política de Javier Duarte en Veracruz. Me sentía cercano a ellos porque estábamos en las mismas luchas, tales como la exigencia de aparición con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa y la postura contra la reforma educativa de Enrique Peña Nieto. Sin embargo, de manera muy puntual, las luchas que nos unían eran las protestas contra el asesinato de periodistas y desapariciones forzadas.
Cuando sucedieron los crímenes sentí como si la muerte me tocara a la puerta, como si se acabara el mito de que la Ciudad de México era un lugar seguro para quienes huían de la violencia política y la violencia perpetrada por el narcotráfico. Teníamos la idea de que en la capital a lo mucho nos podían golpear o detener de manera arbitraria, pero no corríamos el riesgo de ser desaparecidos o asesinados.
Después de lo sucedido, activistas y periodistas que vivíamos en la ciudad comenzamos a tener mucho miedo. Nos reuníamos y llorábamos porque, tras ver lo que pasó con Nadia y Rubén, nos sentíamos vulnerables. Teníamos demasiado miedo. Eso fue lo que provocó que pusiera en mi mente la idea de hacer una película sobre lo que pasó en Narvarte, especialmente porque luego de haber hecho Hasta los dientes quería continuar indagando en heridas que nos competen como sociedad y las cuales no pueden quedar en el olvido.
¿Cómo venciste o enfrentaste ese miedo para iniciar la investigación? Te pregunto porque dado el contexto resulta difícil lanzarte a lo desconocido en aras de saber qué pasó.
Cuando iniciamos el proyecto no sabíamos bien a bien con qué nos íbamos a encontrar. Nosotros estábamos muy clavados con la premisa de que el asesinato de las cinco personas tenía que ver únicamente con el tema de la represión política en Veracruz. Sin embargo, en cuanto iniciamos a introducirnos en la investigación, notamos que habían otras aristas que tenían que ver con grupos criminales de la Ciudad de México, e incluso dentro de la Procuraduría.
Antes que cualquier otra cosa, lo primero que hicimos fue hablar con los representantes de las víctimas y posteriormente con los familiares de las víctimas. Para nosotros era muy importante que participaran las familias de las cinco personas asesinadas, que ninguna se quedara fuera. Para nuestra sorpresa, todo fluyó rápido y las cinco familias aceptaron de inmediato. Para que así fuera, se les preguntó si estaban de acuerdo en que se hiciera una película sobre el caso y si lo creían necesario. Consideraron que sí. Digamos que ese respaldo y decisión de las familias es lo que ayudó a vencer el miedo. Teníamos una causa para comprometernos.
Entonces solicitamos permiso para acceder a la averiguación previa que ni las propias familias ni los abogados conocían a profundidad. Acto seguido pedimos acceso a una serie de videos que poco a poco la fiscalía fue proporcionando a las familias y a los representantes legales. Conforme fuimos viendo lo que teníamos al alcance, nos dimos cuenta que no íbamos a poder acceder a la verdad porque la averiguación estaba mal hecha y muchos datos relevantes se extraviaron sin posibilidad de recuperarse. El trabajo hecho por las autoridades para la investigación del caso estaba dejándonos en claro que era imposible llegar a la verdad.
Por eso fue que decidimos contar los hechos del porqué no podemos saber hasta el momento qué fue lo que sucedió en la Narvarte y quiénes son las personas involucradas. La mala investigación que hizo la procuraduría no fue por incapacidad, sino por complicidad o encubrimiento de las autoridades respecto a los autores intelectuales del multihomicidio. Ya no solamente era un compromiso con las familias y la búsqueda de la verdad, sino con las propias víctimas y su memoria.
¿Cómo fue el trabajo de sensibilidad con las familias? Escarbar en su dolor no es fácil. ¿Cómo se logró ese proceso de generar una sensibilidad manifiesta y generosa entre familiares, abogados, peritos, equipo de investigación y tú?
Poco a poco fuimos agarrando confianza. Era un momento en el cual parecía que el caso estaba olvidado. Nos acercamos con suma honestidad y sinceridad a las familias. Fuimos claros desde el principio y lo percibieron. Eso ayudó a que fueran abriéndose y a ser partícipes.
Cuando empezamos a revisar la averiguación previa fuimos aportando elementos de interés a las familias, lo que detonó mayor participación e interés de su parte en contribuir con el documental. Esta conjunción nos solidarizó. También fuimos comulgando en parejo con la indignación de saber que las autoridades hicieron mal su trabajo, por lo que la exigencia de justicia se incrementó entre todos por igual. Pasamos del dolor al coraje, a la rabia.
Hay organizaciones y autoridades que menosprecian el dolor de las víctimas. Lo que no saben es que las víctimas tienen mayor claridad y mayor fortaleza emocional de lo que podemos creer. Pueden llegar a sorprender sus actitudes fuertes, valientes y decisivas. Eso lo descubrimos en cuanto fuimos aportándoles datos de nuestra investigación; las familias se empoderaron con la información brindada. Se volvieron más fuertes en sus reclamos de justicia.
Recientemente vimos el impacto y la trascendencia que puede tener un documental con Duda razonable, cuyo caso que plantea fue atraído por la Suprema Corte de Justicia. Con A plena luz vemos otro documental más que trasciende no solamente como un contenido, sino también como un manual sobre cómo actuar y proceder para buscar la verdad ante una investigación fallida por parte de las autoridades. ¿Puede ser el streaming, mediante la realización de documentales, un nuevo objeto de estudio para la búsqueda e impartición de justicia?
Presentimos que podíamos ayudar a poner más alto el nivel de investigación con este tipo de casos. Este documental en sí, no debió haber existido. ¿Por qué? Porque toda la investigación que hicimos a lo largo de cuatro años no era nuestra responsabilidad. Es algo que debieron haber hecho las autoridades desde un principio. Si las autoridades hubieran trabajado, los documentalistas y los periodistas no tendríamos que ser quienes demos confianza, respuestas y seguridad a las víctimas.
Con la llegada del streaming y sus plataformas, se abrió un recurso para dedicarle más tiempo a una investigación con mayor profundidad. Implica poner mayor esfuerzo a nuestras emociones, poner tiempo de nuestras vidas y concentrarnos de lleno en el caso a abordar para poner la vara más alta a las autoridades.
Si las autoridades fueran capaces de trabajar, los documentales no tendrían que ocupar su lugar. Pero ellos así lo han querido. Existe una pereza institucional que plantea que los casos no se tienen que resolver bien, sino rápido. Eso a la larga termina siendo más lento. Como lo hacen mal desde el comienzo, acumulan error tras error que al final les impide llegar siquiera a conclusiones.
Ante el documental que mencionas, Duda razonable, y este de A plena luz, una reflexión inmediata que hago es la invitación para que estudiantes universitarios y adolescentes con intenciones de estudiar una carrera profesional opten por meterse al análisis forense, que se dediquen a este tipo de materias olvidadas en nuestro país pero que son vitales para la búsqueda de justicia. En este sentido, este tipo de contenidos bien pueden funcionar para replantear planes de estudios en ciertas carreras allegadas a investigar y esclarecer crímenes.
En sus testimonios, la madre de Yesenia Quiroz hace hincapié en un aspecto fundamental. Me refiero a cuando menciona que no le importa si su hija eligió o no el trabajo del servicio sexual y que haya ejercido o no la prostitución nadie tenía derecho de asesinarla. Y tiene razón. A la figura de la prostituta en este país se le considera nada, poca cosa, y las autoridades tienden a estigmatizarla como provocadora de un crimen. ¿Por qué decidiste incluir o dejar en edición esa observación que es muy puntual?
Las autoridades a eso apelan. Cuando estigmatizan o criminalizan a una víctima, lo primero que quieren quitarles es el apoyo social a la causa. Construyen la narrativa de que son malas, o que en algo malo andaban, y son personas moralmente reprobables que merecen morir. Desgraciadamente un sector de la sociedad cae en esa trampa, se compra la idea de lo negativo antes de cuestionar otras cosas. Somos una sociedad conservadora y, por ende, todo aquello que no encaja con lo moralmente aceptado es descalificado de inmediato.
También existe la falsa idea o creencia de que al no pertenecer a un rubro estigmatizado por las autoridades nada nos va a pasar. Y no hay nada más falso que eso. Puedes ser una persona que moralmente cumpla con el perfil y se comporte como un ejemplo, pero de igual manera eres propensa a que el día menos pensado alguien acabe tu vida porque sí, ya sea por un asalto, un ataque de furia o una bala perdida.
Este tema del trabajo sexual se tocaba con pinzas, casi no se comentaba. Fue tratado con mucho recelo porque era muy delicado. No se nombraba explícitamente incluso por las propias autoridades que construyeron los estigmas. Sin embargo, la mamá de Yesenia dio un fuerte golpe y pidió dignidad hacia su hija al comentar que aunque fuera cierto que se prostituyera, no merecía ser asesinada. Consideramos pertinente respetar su voz, su sentimiento, porque no se nos olvide que también hablamos de un feminicidio. No podíamos ni debíamos dejar de matizar eso en un país donde día tras día se asesinan mujeres.
Alberto, finalmente te quiero preguntar sobre el tiempo. Los hechos ocurrieron en 2015 y este documental llega en 2022. ¿Qué cambios sientes en la sociedad en estos siete años respecto a su interés o empatía con este caso y con la búsqueda de justicia en general?
Ha habido cambios políticos, pero la sociedad sigue siendo la misma. Tenemos los mismos problemas, los mismos prejuicios, las mismas autoridades y las mismas instituciones que son cómplices de los victimarios. Lo ocurrido en el caso Narvarte pudo haber pasado ayer mismo, no ha cambiado nada. Es imposible dejar de pensar en que algo así vuelva a suceder.
La estructura social de sociedad-autoridades-crímenes continúa estando igual. Seguimos viviendo situaciones de vulnerabilidad por ser mujeres, por ser jóvenes, por ser homosexuales, por ser estudiantes, por ser periodistas, activistas, trabajadores sexuales, gente humilde. Cualquier característica que tengamos es sinónimo de vulnerabilidad para ser asesinados en este país. Triste pero cierto: no hemos avanzado nada.